Infortunio

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Era muy tarde y acababa de salir del primer castigo con Snape, había sido horrible... Después de volver a separar los gusarajos, le hizo limpiar todos y cada uno de los calderos de los de primer año. Sin magia.

Tenía las manos tan arrugadas que parecían de una persona mayor. Snape se había pasado, y estaba segura que se debía a una venganza por lo acontecido a sus serpientes.

Estaba muy cansada y los párpados se le caían mientras llegaba a la puerta del dormitorio. Solo deseaba tirarse en la cama y no levantarse hasta dentro de muchas horas, pero al abrir la puerta se encontró con Hermione, Ginny y Luna sentadas en círculo en la cama de la primera, hablando entre susurros para no despertar a las demás inquilinas. Cuando se dieron cuenta de que Lia había entrado se levantaron de golpe, excepto Luna.

─¡Tenemos problemas! ─anunció Ginny demasiado alto, ganándose una mala mirada de Hermione. Lia las miró interrogante.

─Malfoy lo sabe ─dijo Hermione. Parecía bastante preocupada.

Liadan bufó, ya sabía a lo que se refería. Otro más a la lista... De verdad había creído que no las relacionarían con el asunto. Que Snape lo intuyera era malo, pero que Malfoy también era aun peor.

Las tres chicas la observaban, esperando.

─ Snape también lo sabe.

Las reacciones no se hicieron esperar, Hermione se pasó la mano por el rostro en un signo claro de frustración. Ginny se abalanzó sobre ella como una leona a su presa, agarrándola de los brazos y pidiendo explicaciones. Incluso Luna estaba asombrada.

─¿Como lo sabes? ─preguntó la prefecta, con la esperanza de que se estuviera equivocada.

─Me lo ha dicho sutilmente en el castigo.

Ginny miró esperanzada a Hermione ─¿Qué vamos a hacer?

─Lo mejor será comportarnos como siempre, no vaya a ser que levantemos más sospechas, y vamos a ver como se desarrollan los acontecimientos. De momento es lo único que podemos hacer.

La mañana siguiente llegó inflexible para Lia. Los rayos del sol la habían despertado y sabía que por mucho que quisiese no podría volver a dormir.

Una vez estuvieron todos en el Gran Comedor, empezaron a desayunar, los chicos con ansia, las chicas desganadas.

─¿Se puede saber que os pasa? ─preguntó Ron con la boca llena de comida.

─Nada ─fue la escueta respuesta que le dio su hermana.

Los chicos se miraron entre sí, y tras encogerse de hombros siguieron comiendo.

─La semana que viene es el partido contra Ravenclaw ─dijo Harry, intentando sacar tema de conversación ─Esta semana debemos esforzarnos mas en los entrenamientos...

Lia suspiró, como el sábado siguiente se encontrara tan agotada como hoy, dudaba de que pudiera subirse a su escoba sin caer a peso muerto. La joven empezaba a agobiarse. Entre las clases, los TIMOS, Umbridge, los castigos de Snape, Malfoy y ahora el Quidditch... ¡Iba a volverse loca!

─¡Mirad, el correo! ─se oyó a un alumno decir por alguna parte del comedor.

Cientos de lechuzas revoloteaban por encima de las cabezas de los alumnos, soltando cartas y paquetes. Una de ellas se posó justo enfrente de ella. Pudo apreciar el collar que llevaba el ave en el cuello, en este, estaba dibujado el símbolo de Correos Mágico. La carta era de su madre. ¡Por fin algo bueno!

Rasgó el sobre con ansias, deseando poder leer unas cuantas líneas escritas por su madre, la adoraba.

Hola cielo,

IdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora