Noche sin estrellas

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Los primeros rayos de sol se filtraban entre las cortinas de la gran habitación dándole un toque esmeralda a la estancia. El techo era alto y de piedra, en las paredes había colgados cuadros de época y el suelo estaba cubierto por una gran y mullida alfombra con cenefas en tonos oscuros. La cama era grande y soberbia, tenía cuatro grandes postes donde colgaban piezas de tela verde botella, las cuales estaban descorridas dejando entrever a una pareja dormitando entre las sabanas de un blanco impoluto.

El hombre se despertó pesadamente. Había sido una larga e intensa noche.

Se incorporó un poco y apoyó la espalda en el gran cabezal de madera tallada. Se pasó las manos por su largo y sedoso cabello castaño enredando los dedos entre los mechones.

Su acompañante se removió y supo que estaba a punto de despertar. La miró fijamente. Tenía el cabello largo y dorado, largas pestañas enmarcaban unos ojos grandes y almendrados, los labios delgados y femeninos, unos labios que le hicieron delirar la noche anterior.

-Buenos días. -dijo ella con voz ronca, estirándose como una gata y acariciándole el abdomen musculoso.

Él le devolvió el saludo besando levemente sus finos labios y tras el gesto levantándose con toda su gloriosa desnudez. Se acercó al gran armario de madera y empezó a vestirse con presteza.

-He de irme, tengo muchas cosas que hacer hoy. -dijo mientras se colocaba una camisa blanca y la abotonaba.

-Alastair... -empezó ella tristemente -¿No podrías quedarte un rato más aquí, conmigo?

-No empieces Kassandra, lo dejamos muy claro desde el principio. Solo sexo, nada más. Además tengo mucho trabajo que hacer. Hoy llega un gran cargamento de artemisa proveniente de américa del sur y quiero estar presente.

-Está bien... Tienes razón. -Kassandra se levantó lentamente.

Alastair ya vestido con un impoluto traje muggle la observó atentamente.

La verdad, era una mujer muy hermosa. Largas piernas moldeadas, estómago plano y unos grandes y prietos pechos con los pezones rosados.

Llevaban con esa especie de relación casi un año, pero empezaba a sentirse mal, Kassandra estaba enamorada de él... Pero sus sentimientos no eran recíprocos, y si seguía con ese juego ella nunca encontraría a nadie que la amase como merecía y que le diera lo que ella anhelaba. Una vida, hijos... Tendría que hablar con ella.

-Dile a Sebastian que ya me he ido. Puedes quedarte a almorzar si gustas. -dicho esto se desapareció, dejando a la mujer en sus aposentos completamente desnuda y absolutamente desdichada.

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Blaise Zabini, un chico alto, de piel morena y uniforme de Slytherin seguía al grupo de leonas. Draco le había encomendado seguir todos y cada uno de los pasos de la pelirroja, pero ese día sus amigas no se habían despegado de ella ni siquiera para ir al baño. Si no estaban todas, alguna de ellas la acompañaba. El plan era atraparla cuando estuviera sola e indefensa y echarle un cubo de babosas carnívoras por encima. Pero no veía ninguna oportunidad. En ese momento estaban en la biblioteca, enfrascadas en una amena charla mientras realizaban sus tareas. Chasqueó la lengua. Iría a hablar con Draco.

Llegó a la sala común de Slytherin. Draco estaba sentado junto a Crabbe y Goyle, esperándole.

-No hay manera Malfoy, no se separan de ella en ningún momento. Parece como si lo supieran -informó encogiéndose de hombros. La verdad es que el cabreo ya se le había pasado. No es que le diera igual, pero ya se había aburrido de la situación y si algo aburría a Blaise Zabini, se lo quitaba de encima. No soportaba aburrirse. Además tenía ganas de sacar de su cuarto a las babosas, le daban repelús esos bichejos.

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