El salvador

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Hermione vio a Lia entrar acelerada por el retrato de la Dama Gorda y subir las escaleras que conducían a las habitaciones femeninas a toda prisa. Frunció el ceño levemente. ¿Qué hacía aún por allí?

Un par de minutos después vio como bajaba corriendo de una forma extraña mientras se abrigaba.

-¿No deberías estar en el despacho de Snape? –dijo Ron, poniendo en palabras lo que todos pensaban.

–Me ha mandado cambiarme, hoy cumpliré el castigo fuera. –Dijo con un nudo en la garganta. Hermione observó en la dirección donde miraba Lia. Ginny la estaba ignorando completamente –Nos vemos luego chicos.

¿Qué diantres les había pasado a esas dos? Si eras un poco observador, te dabas cuenta de que era Ginny la que estaba enfadada con Lia. Ignoraba olímpicamente los intentos de acercarse por parte de ella. Pero ninguno sabía el porqué de la riña. Lo que si sabían es que era muy incómodo estar con las dos en el mismo lugar. Ni siquiera se dirigían la palabra pero la tensión en esos momentos se podía cortar con un cuchillo.

En ese momento, la pelirroja se levantó airada y se fue escaleras arriba. Hermione supuso que a su habitación.

–Tenemos que hablar con ellas. –dijo Harry cuando estuvo seguro de que Ginny no lo oiría.

Ron se limitó a encogerse de hombros –Ya se lo harán. En un par de días estarán tan normales. –dijo quitando hierro al asunto y metiéndose una rana de chocolate entera en la boca.

–No lo creo Ron... ¿Tú no has visto cómo se comportan? Además Ginny también está algo rara conmigo. No como con Lia pero algo le pasa. ¿Con vosotros está así también? – Harry siguió insistiendo.

Ron y Hermione negaron con la cabeza.

–Harry tiene razón, es muy raro. Voy a hablar con Ginny –decidió Hermione cerrando el libro de runas antiguas que estaba leyendo y dejándolo en la mesa. –Se les está yendo de las manos.

Llamó a la puerta y esperó unos segundos. Al no obtener respuesta entró lentamente.

Ginny estaba tumbada boca abajo en su cama con la almohada en la cabeza, llorando a oscuras.

Hermione entró y cerró la puerta lentamente, se dirigió a la ventana y descorrió las cortinas, el cielo estaba gris y amenazaba con llover.

Se acercó a la cama de su amiga y se sentó tocándole el hombro suavemente.

– ¿Ginny que ocurre? –preguntó con un tono de voz maternal.

La pelirroja hipó –Nada Hermione, déjame sola.

–Esto no puede seguir así. ¿No ves lo mal que lo estáis pasando las dos? Tendrías que hablar con Lia para... –pero no pudo acabar la frase.

– ¡No pienso hablar con esa traidora! –chilló Ginny mirándola de repente. Tenía los ojos rojos por el llanto y la cara empapada en lágrimas.

Hermione se sorprendió. ¿Tan grave era? ¿De qué manera Liadan podría haber traicionado a Ginny? Es que simplemente no le entraba en la cabeza. Lia adoraba a Ginny, no podía pensar en que le hubiera hecho daño a propósito. Allí había algo que no cuadraba.

– ¿Cómo es eso? No creo que Lia... ¡Digo, es Lia! Debe ser todo un malentendido.

–No es un malentendido Hermione. No lo entiendes, tú no sabes...

– ¡Entonces cuéntamelo para que lo entienda!

Ginny suspiró y se incorporó sentándose al lado de Hermione.

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