La calma que precede a la tormenta

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Les despertaron unos suaves golpes en la puerta. Angus bostezó sonoramente, se levantó ágilmente y se sacudió, provocando que la cama entera se moviera.

Lia tenía una buena jaqueca. Se frotó las sienes mientras se levantaba y abría la puerta.

−Buenos días Liadan. –Era Alastair. –No sabía si despertarte o dejarte dormir, pero ayer no cenaste, sería bueno que al menos desayunaras. –dijo mientras se pasaba una mano por el pelo. Liadan se había dado cuenta que era una señal de nerviosismo en el hombre.

−Claro, gracias. –contestó la chica, sin saber cómo actuar.

−Esperaré abajo. –dijo Alastair mientras se iba por el pasillo.

Veinte minutos después, ya estaba duchada y vestida para enfrentar un nuevo día. Había sido una noche muy larga, llena de revelaciones y lo único que le apetecía era coger un pergamino, una pluma y escribir a Severus. Se quedó congelada por un momento. Esa situación era muy rara. Pensaba antes en escribir al profesor Snape que a sus amigos... Les escribiría a todos, al fin y al cabo también quería tranquilizar a los chicos y tenía ganas de verles, quizás Alastair le diera permiso para ir a verles.

Angus la guio hasta el comedor, no llevaba ni veinticuatro horas en la mansión y obviamente no se la conocía. Ese perro era muy inteligente.

El comedor era enorme, lleno de cuadros muy antiguos y muy decorado. Los platos estaban servidos, Alastair encabezando la mesa, vestido con un impecable traje y perfectamente peinado. A su lado el desayuno de Liadan la esperaba. Se sentó y Angus se quedó a su lado, expectante.

−He visto que ha dormido contigo. –informó Alastair rompiendo el silencio.

−Sí, creo que se quedó toda la tarde esperando detrás de la puerta... −Lia pensó que quizás al hombre le molestaría que el perro durmiera en la cama, sabía que había personas que no toleraban eso. –No sabía si te molestaría que Angus durmiese en la cama, si es así lo lamento, no volverá a ocurrir. –se disculpó de antemano por si acaso.

−En absoluto. –contestó el hombre riendo. –Simplemente me ha parecido curioso. Angus siempre duerme en la antigua habitación de tu padre...

Pasaron unos segundos bastante incomodos. Lia suspiró y armándose de valor, inició la conversación.

−Ayer... Leí todo el diario. –dijo casi en un susurro, observando su plato con tostadas y mermelada de fresa como si fuera lo más interesante del mundo. Le costaba horrores hablar de ello.

Alastair la observó atentamente, fijándose en su expresión turbada, en cómo empezó a morderse inconscientemente las uñas y como observaba el plato con sumo interés. La pobre debía tener muchos sentimientos encontrados, era comprensible que se sintiera perdida.

− ¿Cómo te sientes? –se limitó a preguntar.

− ¿Sinceramente? –preguntó la chica alzando la cabeza y mirándole fijamente a los ojos. Alastair afirmó con la cabeza. –Mal. Tengo tantas preguntas... Pero no logro organizarlas en mi cabeza, es muy confuso.

−Lo comprendo. Pregúntame lo que quieras, te responderé con total sinceridad.

Liadan lo analizó. Parecía completamente sincero. De momento la había tratado muy bien, ya había decidido darle una oportunidad. Le había dado la clave para conocer de dónde venía, le había dejado su espacio... Y según el diario de su madre, era buena persona. Eso era suficiente para ella de momento, dejó atrás todos y cada uno de sus recelos, sus inseguridades hacia esa persona desconocida y darse a ambos la oportunidad sincera de conocerse a fondo. No le quedaba otra, era lo único que le quedaba de su familia.

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