Capítulo 32.

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Regresamos al coche y cogí del asiento de atrás el móvil.

No recordaba cómo había llegado ahí.

No soy de recordar este tipo de cosas.

Nada más presionar el botón home de mi teléfono, me avisó de "11 llamadas perdidas" ver el nombre de Dylan al lado misteriosamente no me sorprendió, aunque si me pareció algo obsesivo.

De cualquier forma desbloqueé mi teléfono mientras el coche ya se había puesto en marcha. Tenía varios mensajes de distintos remitentes, con Dylan ya hablaría cuando llegase al internado.

Misteriosamente en un abrir y cerrar de ojos estabamos a tan solo un par de manzanas del internado. No os voy a mentir. La idea de la despedida me aterraba. ¿Cómo debía actuar?

Realmente estoy confundida.

El coche se detuvo casi por completo creando en mi una sensación de inseguridad.

Desabroché el cinturón de seguridad sujeto a un lado de mi cadera. Puse toda mi atención en ello.

Misteriosamente, en este trayecto de vuelta había regresado a la vida real.

Abrí la puerta del coche y sin despedirme bajé de él.

Frankie me imitó notoriamente preocupado.

Atrapó una de mis manos con las suyas y me miró entristecido, buscando quizás una explicación para mi repentino cambio de humor.

-Estoy bien. -me adelanté a cualquier comentario por parte de él.

-No lo estás y para nada quiero ser el causante de ello. -se apoyó en el capó del coche y me invitó a hacer lo mismo.- Verás, hoy he pasado un gran día contigo, tanto que no te mentiría si dijese que uno de los mejores de mi vida. -apartó la mirada de alguna parte para centrarla en mí- Y hasta hace rato pensé que sentías lo mismo.

Sonaba triste pero muy consciente de sus palabras.

Ladeó la cabeza y acercó una de sus manos a mis mejillas. Acto seguido soltó una lágrima.

-Pero veo que no es cierto ¿no? Me equivoqué en mi hipótesis. -dijo más a modo de pregunta que de afirmación. Con mucho dolor y lágrimas tentando a salir de mis ojos guardé silencio.

Guardé silencio a desgana creyéndolo correcto.

Frankie sólo luchaba por verme, pues lágrimas desordenadas y malcriadas obstaculizaban la acción.

-Dime que te pasó Sky -pidió- ¡tú no eras así! Tú no te callabas nada -protestó triste- si el amor se acabó... dímelo de frente estoy aquí. -tragó saliva. Yo me dispuse a contestar pero mi voz se había perdido ante la difícil situación- Y si el problema soy yo, si ya no sientes nada por mí... dímelo y yo me marcho. No vale la pena seguir así.

-¿Así como? -pronuncié como pude.

-Así como estamos ahora, tu de repente te sientes mal y huyes, a mi me mata la culpa por verte así y creerme culpable... me duele mucho que sufras o te angusties por es simple hecho de estar a mi lado... Y de veras te pido que ahora mismo me digas la verdad a tan sólo un par de preguntas.

-Esta bien -respondí temerosa. Sentía que mis piernas que parecieran hechas de gelatina iban a fallarme en cualquier momento.

-¿Cómo te sientes ahora mismo?

-Triste.

-¿Por qué?

-No me gusta verte así.

-¿Me quieres? -preguntó rápidamente.

-Te quiero. -Respondí inmediatamente.

-¿Me quieres como tu novio o sólo me quieres por todos los momentos que pasamos pero qué no creerás que vuelvan a repetirse?

¿Cómo podía él plasmar tan bien las emociones en palabras? Sonaba terriblemente mal pero... ¿Era la realidad?

Miré al cielo e imploré que lo que estaba a punto de decir en este instante fuera lo acertado.

-Te quiero por lo que fuimos y sé que tu sigues siendo. Pero yo ya no.

-¿Hay alguna otra persona por la cuál no sigues siendo la misma?

Hacia las preguntas correctas más no eran fáciles de responder. ¿Que si había alguna persona? ¡Pues claro que la había! Pero qué difícil era expresarlo.

En ese mismo instante le imaginé. Veía su cabello alborotado y sus profundos ojos como si en realidad estuvieran frente a mí. Como si pudiera palparlos con mis dedos. Imaginaba cada detalle sin ningún tipo de dificultad. De forma inimaginable sentía la presencia de aquella tercera persona justo delante de mí. Sonriendome con malicia. Sabiendo que desde que llegó a mi mundo lo había puesto patas arriba y sobre todo sabiéndose conciente de que el motivo de esta situación no era nada más y nada menos que él.

La voz de Frankie hizo que la imagen de aquel chico se hiciera en principio difusa para luego desaparecer por completo.

-¿Podrías repetir eso último? -pedí algo avergonzada puesto que había quitado toda la atención requerida por pensar en aquel tipo.

-Es por Shawn, ¿Verdad?

Tragué saliba, vaya Shawn, se me había olvidado por completo.

De cualquier modo me sirvió de escusa para no dar nombres.

Asentí.

-Bien -dijo con una sonrisa triste- prefiero saberlo todo antes que seguir enamorado de ti como un ingenuo mientras tu lo haces de otro.

Sequé sus lágrimas con ayuda de mis dedos.

El sacó de su bolsillo una cajita y se arrodilló ante mí.

-Y bien, Skyler Williams, ¿Quieres no casarte conmigo?

En ese momento momento solo pude echar a correr con una nota en la mano que me dió como pudo antes de mi arrebato.

Las lágrimas no paraban de brotar de mis ojos.

Esto era irreal.

Entré a mi cuarto dando un portazo tras mí y me tiré en mi cama.

Alguien se percató de mi presencia y puso una mano sobre mi espalda mientras preguntaba el motivo de mi estado.

-¡Tu tienes la culpa de todo!

Querido Mujeriego: ¡Necesito Tu Ayuda! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora