Capítulo 1

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  -¡Nick! ¡Nick!

 Finjo que sigo dormido y me tapo con el edredón. Estoy tan a gusto que se me olvida que, tapado así, estaré asado como un pollo en pocos segundos, y vuelvo a amodorrarme todo el tiempo que dura el silencio.

 Es decir, veintitrés segundos.

Mi madre me destapa y yo gruño.

-¡Nick! ¿No me escuchas llamarte?-dice, y seguro que está poniendo los brazos en jarras, pero como no abro los ojos, pues no estoy seguro.

 El aire empieza a oler estupendamente, así que sonrío y husmeo como si fuera un perro.

-Mmmm...tortitas...-es lo único que puedo decir.

-Mmmm, sí, tortitas-dice mi madre.-Tortitas que no vas a probar como no te levantes en cinco minutos.

-Déjame, es domingo-gruño, y me doy la vuelta para darle la espalda. Pongo la cabeza debajo de la almohada e intento volver a dormirme. Pero queda claro que mi madre no está de acuerdo con mi brillante idea, porque sigue pegándome voces.

-Nick, tienes que terminar de vaciar todas las cajas, y prometiste llevar a Val a comprar su mochila nueva, ¿te acuerdas?-dice, y como ve que no le estoy haciendo ni caso, me levanta la almohada y la deja caer a mi lado.-Nick, por favor.

-Está bien-mascullo irritado, y abro un ojo justo a tiempo de ver la cara de satisfacción que pone mi madre. Acto seguido, sube la persiana y yo me quedo ciego.

-¡Joder! ¡Denise!-grito, y miro el reloj desesperado. Las 9 de la mañana. Un domingo. En vacaciones. Esto sólo me pasa a mí.

-Te has quedado sin tortitas-se cruza de brazos ella, y se da la vuelta para salir de mi habitación.

-Agggg-digo. Mi brillante cerebro hace que me vuelva y le grite a la puerta.-¡Te quiero!

-¡Yo también, pero date prisa!-me grita mi madre de vuelta.

 Considero la idea de dormirme otra vez, pero las tortitas me atraen y finalmente bajo, todavía medio sobado. Encuentro un par de tortitas con mantequilla en la mesa y sonrío. Mientras como, observo el sitio. No está nada mal, aunque deberíamos haber llegado hace un mes. Papá tuvo problemas con los del alquiler, pero al final todo está pagado y nos estamos terminando de instalar. Una gran casa en los Ángeles, un mánager como Dios manda, ¿qué más se puede pedir?

 Me levanto para servirme más leche, pero me tropiezo con algo que hace cinco minutos no estaba ahí y termino en el suelo. Una bola de pelo se abalanza sobre mí y yo grito:

-¡Jack, como Dusty no esté fuera de la cocina dentro de dos segundos, me haré una alfombra nueva para el baño!-a pesar de mi amenaza, le doy unas palmaditas en la cabeza al perro de aguas. Es imposible no querer a esa bola de pelos de apenas tres meses que lame mi cara con alegría. La placa de su collar rojo repiquetea una y otra vez mientras ladra sin parar.

-Me encantaría ver la cara que pone Val al saber con qué se va a limpiar los pies-dice mi hermano pequeño irrumpiendo en la cocina. Coge a Dusty por el collar y lo aleja lo suficiente de mí como para que pueda levantarme.-¿Vas a llevarla a comprar la mochila?

-Cuando termine de desayunar-asiento yo, y cojo de la nevera el bol de la leche. Le pego un trago profundo.

-Chicos, me voy a hacer la compra, ¿de acuerdo?-dice mi madre, asomando su cabeza por el hueco de la puerta.-Jack, saca a pasear a Dusty y de paso tira la basura. Nick, te toca Val. No bebas del cartón, cariño.

-Así no gastamos más vasos de papel, mamá-digo, intentando llevar alguna vez la razón.

-No cuela, cielo; la vajilla llegó ayer-dice, y señala un armario a mi espalda.

-¿Por qué siempre llevas la razón? Así no tiene gracia, ¿sabes?-protesto, y me seco con la mano.

-Porque soy la madre, y las madres siempre llevan la razón-dice mi madre, como si fuera algo obvio.-No rompáis nada, ¡adiós! ¡Os quiero!

-Yo también me voy-dice Jack, y arrastra detrás de él a Dusty.-Una chica preciosa con un caniche se encaprichó de Dusty y voy a pasear con ella a "Fifí"-dice, poniendo comillas a los dedos.

 Yo suelto una carcajada. Jack es casi seis años más pequeño que yo, pero a veces es como una copia de mí. Mismo pelo, mismos ojos, y evidentemente tanto jugar al fútbol le sienta bien. Su única debilidad: las tías. Le gustan todas y ninguna a la vez.

-Ten cuidado fiera, no se vaya a dar cuenta que eres un perro de presa-me burlo, y después de revolverle el pelo, paso por delante de él y subo a vestirme.

 Me pongo lo primero que veo y después toco en la puerta de la Reina de la Casa. Taylor Swift vuelve a estar en la radio.

-¡Val, vamos!-grito por encima del jaleo.-¡Apaga eso de una vez!-protesto.

 Valeria Robinson; cinco años, pelo castaño y liso, siempre sujeto por una diadema azul, se levanta de la cama, donde estaba abrochando el cinturón a una Bratz. 23 kilos de puro fanatismo por Taylor Swift, el color azul y los pelícanos.

-¿Por qué no te gusta, Nick?-pregunta cuando "22" deja de romperme los tímpanos.

-La pregunta es por qué a ti te gusta, Val-digo.

 La pequeña me saca la lengua y baja riendo toda la escalera. La sigo, preocupado por lo que vaya a hacer, y cuando me doy cuenta que va al garaje, sé que he leído sus pensamientos.

-¡Ah, no!-exclamo, y la cojo en brazos.-La moto hoy no vamos a cogerla.

-¿Por qué?-pregunta.

-Porque desordenaría todo lo que hay en el garaje y mamá me mataría-le explico mientras salimos juntos al jardín. No estamos lejos de la playa, porque hay una gaviota en la verja que se me queda mirando. La ignoro y pongo a Val en el suelo.

-Mamá no te mataría-niega muy segura mi hermana, y me coge de la mano.

-Claro que lo haría. Me mataría y tu te quedarías sin nadie que te llevara con la moto, ¿sabes?-asiento muy serio, como si me lo creyera.

-Pero cuando fuera mayor, la moto sería para mí, ¿a que sí?-dice, poniendo su voz más dulce.

No tengo ni idea de qué le ha echado mi madre en el ColaCao para que le dé por pensar estas cosas, pero decido seguirle la corriente.

-No, se la regalaría a Dusty-digo, y Val se echa a reír.

 Yo le sonrío y me entretengo mirando los turistas con cámaras de fotos, chanclas y bañadores que andan por la playa. Está aquello petado y me muero de calor. Todo empeora cuando pasa un grupo de muchachas en bikini, riendo sin parar. Ahí ya mi temperatura sube a otros niveles. Una chica se da la vuelta a mirarme con una sonrisa, y yo le guiño el ojo. Le entra la risa tonta y echan todas a correr hacia el agua.

-¿Por qué guiñas el ojo? ¿Te ha entrado tierra?-pregunta Val, totalmente ajena a los pensamientos guarros que estaba teniendo.

-No, no te preocupes-le digo.

 Playa, tías buenas, sol, mi carrera despegando...todo parece perfecto, excepto por una cosa.

 Mañana empiezo el instituto.

Keep her safe (Nick Robinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora