Capítulo 13

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Noto como la presión de Ciara disminuye en mis brazos, y sé antes de mirarla que se ha quedado dormida. La tumbo y la arropo con suavidad. A continuación, cojo mi regalo del bolsillo y observo las letras plateadas de la pequeña caja.

 Fuera, Rugge les está gritando a todos que se ha acabado la fiesta. No es que a la gente le vaya a hacer mucha gracia, pero por mí se pueden ir todos a la mierda. Sólo pienso en ella y en su regalo de cumpleaños. He sido un gilipollas desconsiderado. Sabía que estaba pasando tiempo con alguien que no le convenía y lo mejor que se me ocurrió fue enfadarme como un niño pequeño y alejarme cuando más me necesitaba.

 Saco el colgante dorado y, con toda la delicadeza que puedo para no despertarla, se lo coloco en el cuello. Sonrío al ver su expresión dormida, y pienso que lo mejor que puedo hacer ahora mismo es no forzar la situación. No voy a fallarle. Lo prometo, me juro a mí mismo mientras me inclino y le beso el nacimiento del pelo.

 Después pienso que tengo que parecer un psicópata mirándola dormir y bajo para ayudar a Rugge a limpiar.

-Tío, ¿de verdad quieres quedarte aquí limpiando?-me pregunta cuando le arrebato la escoba.

-¿Qué vas a hacer si no?-es mi contestación.-Tu padre vuelve por la mañana, ni de coña vas a tener listo esto para mañana.

-No quiero menospreciar tu ofrecimiento, pero no es que seas precisamente Many Manitas-se ríe Rugge.

-¡Oye!-protesto.-Para tu información, soy muy bueno siendo la chacha. Por lo menos, soy mejor que tú.

 Mi amigo se ríe, y yo lo secundo. Da gusto haber encontrado a amigos como Rugge aquí.

-Venga, tío-le digo.-Tú coge la fregona y yo voy barriendo para quitar la mierda.

 Rugge acepta el reto y nos ponemos manos a la obra. Hay porquería por todas partes: líquido derramado, vómito, vasos y cortezas de pizza. Da asco pasar por allí, pero por lo menos Phoebe tuvo un buen sentido común y quitó todo lo que pudiera romperse o estropearse.

 Terminamos a las 4:30 o así, cuando a Rugge roncando como un mono en el sofá. Sonrío y decido que está bastante bien, así que apago la luz y salgo de la casa muy despacio para no despertar a los rubios.

 Por suerte mi casa no está lejos de allí. Mi madre no me deja conducir a estas horas y, sinceramente, tiene razón. Aquella parte de Los Ángeles da miedo, y no paro de mirar una y otra vez a todos lados, para no encontrarme ninguna sorpresa asomando de cualquier esquina.

 Dejo la moto aparcada en la acera y salto la valla. Me quedo un momento en silencio, esperando a que Dusty gruña y ladre, pero seguro que lo han dejado en el patio interior, dentro de casa. Suerte la mía, por eso aprovecho y entro en mi habitación por la ventana, para no hacer mucho ruido.

 Me dejo caer en la cama y, sin quitarme los zapatos ni nada, cierro los ojos e intento dormir. Ha sido una noche larga, pero me alegro de haber ido. He demostrado que sí soy capaz de ser sólo amigo de Ciara, he ayudado a mi mejor amigo y, lo más importante, he estado ahí en un momento bastante importante para la rubia; el corte de su relación.

 Este pensamiento me hace abrir los ojos y apretar la almohada, con rabia. Rabia dirigida hacia Sean, el capullo que ha tenido a Ciara y no la ha sabido valorar. En mi cabeza se repiten una y otra vez las palabras de Ciara la noche del baile, cuando me explicó que su novio no paraba de insistirle que lo hicieran, y hasta llegaba a hacer que llorara, presionándola y haciéndole daño.

 La escena se repite en mi mente. Una vez. Otra. Y otra más. Doy una vuelta. Cambio de lado. Me pongo bocabajo. Bocarriba. Y nada. Una, y otra vez, Ciara.  ¿Qué cojones me pasa?

 Me siento de golpe en la cama, y froto con fuerza cada parte de mi pelo. No sé qué hacer por ella. Pienso en todo el daño, todas las lágrimas, en Ciara escondida en su habitación el día de su cumpleaños, obligada a cortar con su novio por mensaje, porque él nunca ha estado para ella. Y tomo una decisión.

 Me levanto y enciendo la luz. Abro el armario de una patada, olvidándome por un momento que son casi las 5 de la mañana. Rebusco entre mis cosas, desordenando todo lo que me había costado días ordenar, hasta que al final lo encuentro.

 Cojo el saco y lo cuelgo del enganche del techo. Fue lo primero que coloqué en la casa nueva. A continuación me pongo los guantes y aprieto los dientes.

 Y descargo mi rabia.

 Golpe tras golpe. Todo lo que siento por Ciara, todo el asco hacia Sean, se descargan en los puñetazos, derechazos, reveses, que lanzo. Hace unos años tuve que empezar a filmar una serie y mi agente me recomendó que probara con el boxeo para conseguir el papel de cachas. Efectivamente, lo conseguí, y desde entonces practico todos los días.

 Y de repente parece que vaya a solucionar todos mis problemas.

¿Que cómo?

                                                                                &

 Paseo por el instituto en compañía de Hugh y Hailey, pero no hago caso a su parloteo. Ha llegado el momento. Hago crujir mis nudillos y me muerdo el labio, perfectamente preparado. Estoy listo.

 Entonces lo veo y sonrío. Es la hora de comer y todo el mundo está en los pasillos. Mejor. Nunca había sentido este instinto asesino, estas ganas de matarlo.

 Y sé que todo es por ella, que quiero protegerla, quererla y procurar que no le hagan daño. Me permito pensar un segundo en ella, en sus rizos rubios, en sus profundos ojos azules, que mi miran como si fuera estúpido y al segundo como si la hubiera salvado de algo, y en esas adorables pecas que tiene en la nariz, que se esfuerza tanto en tapar con maquillaje, como si fueran a hacerle que fuera menos.

 Y ahí encuentro mi fuerza para adelantarme a mis amigos.

-Ey, Sean-lo llamo, y él se da la vuelta, con sorna, como si le fuera a contar el chiste más malo del mundo. Se cruza de brazos y se apoya en la pared, esperando a que siga.

 El primer puñetazo lo tira al suelo y hace que escupa sangre.


Keep her safe (Nick Robinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora