Capítulo 36

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 RUGGE:

Que se te muera un familiar anciano es chungo. Que se te muera un colega antes de tiempo es una auténtica mierda.

 Pero que se te muera un familiar antes de tiempo es la mayor putada que el Universo puede hacerle a alguien.

 Tras lo de mi madre, lloré, chillé y sufrí tanto que me hice la promesa de que no volvería a necesitar así a nadie más. No tendría novias, no añadiría amigos a mi lista. Ci, mi padre, Robinson y Hugh; nadie más por quien sufrir. ¿Líos? Los que quisiera. "¿Amigas especiales?", a montones.

 Pero nunca nada serio. Nunca me quedaba a dormir con ninguna. Jamás las volvía a llamar. Y, por supuesto, en la vida se me ocurriría ir en busca de alguna.

 Pero, en aquel instante, cuando Allyson me abrazó, sentí como si alguien me diera un puñetazo en el estómago y me dijera: "¿Ves, imbécil de mierda? Esto es lo que te has estado perdiendo todos estos años?" Y os mentiría si dijera que no fue agradable sentir una persona apretándose contra ti con todas sus fuerzas, mentiría si afirmara que no me gustó oler el pelo de Allyson tan cerca y, sobretodo, sería el mayor mentiroso de todos si ocultara que fue muy agradable ser el consuelo de alguien de nuevo. Últimamente sólo sé cagarla y volverla a cagar.

-Perdón-dijo entonces Allyson, separándose de mí tan rápido como se había acercado. Se dio la vuelta y estaba seguro de que era para secarse las lágrimas sin que la viera.-Yo...lo siento...es que...ha sido...yo...

 Balbuceaba, buscando algo en su mochila, y mientras yo no sabía qué decir. Había pasado mucho tiempo sin que tuviera que ayudar a alguien cuando estuviera bien, y me sentía cohibido.

-Humm...-se dio la vuelta con la cabeza gacha y los brazos cruzados.-¿T-Tienes...Tienes un pañuelo o algo?

 Me quedé en silencio de nuevo y Allyson miró hacia arriba de nuevo. Casi se me paró el corazón al ver su nariz roja, los surcos de las lágrimas en sus mejillas y las bolsas alrededor de sus ojos. Pero, a pesar de todo, debo decir que seguía estando guapa.

 Asentí y, metiendo la mano en uno de mis bolsillos, saqué un paquete de pañuelos y se lo tendí.

 Observé cómo se sonaba fuertemente la nariz y tiraba el pañuelo a la papelera. Me devolvió el paquete, no sin antes coger otro y comenzar a secarse las lágrimas. Se sentó en una mesa y yo, como me sentía demasiado ridículo allí plantado de pie, hice lo mismo en la mesa contigua. Seguía callado y sólo miraba a Allyson cómo intentaba recomponer sus pedazos, sin saber qué podría haberla destrozado de esa manera, sobretodo después de comprobar lo bien que se le daba cuidar de sí misma.

-Deberíamos irnos-susurró ella entonces.-El recreo está a punto de terminar.

-Los de dibujo se han ido de excursión a Roma hasta el martes próximo.

-Oh...

 Allyson se quedó un rato doblando y desdoblando el pañuelo. Sonó el timbre y ni ella ni yo levantamos, por varias razones. Uno: la horrible clase de Latín estaba a punto de empezar. Dos: no había hecho las traducciones.

 Y, por último y más importante: no pensaba dejar a Allyson allí sola, tal y como estaba.

 Así que me quedé allí, sentado encima de una mesa, con los brazos cruzados y mirando a cualquier lado que no fuera a mi derecha, porque la chica que tenía al lado podría sentirse presionada. Odio llorar delante de alguien, no lo he hecho desde la muerte de mi madre, así que entiendo lo que pasaba Allyson en esos momentos.

-¿No vas a preguntarme qué me pasa, mentirme y decirme que todo se arreglará, para después irte con la sensación de haber hecho una buena obra de caridad? Es lo que hace todo el mundo.

 Al oír esas palabras me volví hacia Allyson y no pude evitar la sonrisa que me tironeaba hacia arriba. Sí, en definitiva, teníamos más en común de lo que pensaba.

 Sabía que quedaría como un tonto pero, con mucha, mucha, muchísima delicadeza, acerqué mi mano a la de Allyson y la cubrí, acariciándole los nudillos con mi pulgar. Tenía la piel suave, tersa y fría. Tenía algunas pequeñas heridas en ellas.

 Pero no me importó lo más mínimo.

 Allyson me miró con confusión.

-No soy un hipócrita-le sonreí.-Sé que no estás bien.

-¿No te interesa saber por qué?

-¿Honestamente? Me encantaría-un pequeño atisbo de sonrisa se percibió en los labios de ella.-Pero no voy a presionarte para que me lo digas. Creo que con saber que estoy aquí basta para ayudarte un poco.

 Allyson me miró a los ojos directamente, y eso comenzó a ponerme un poco nervioso. A pesar del llanto, seguía luciendo los ojos verdes más espectaculares del mundo, profundos y oscuros. Eran impresionantes.

 Pero, ¿qué coño me pasaba?

 Entonces Allyson suspiró.

-He recibido una llamada del trabajo-comenzó su historia.-Deben reducir personal, porque el negocio no está en su mejor momento, y me han despedido.

-Puedes encontrar otro-aseguré.-Eres muy trabajadora.

-No a tiempo-negó con ella la cabeza. Enmudeció y me miró de reojo.-No puedes contarle a nadie lo que voy a decirte, Ruggero, ¿entiendes?

 Yo sólo asentí, y Allyson se mordió los labios.

-Necesito ese dinero...

-¿Para la universidad?

-No. Es para mi hermano.

 ¿Qué rayos quería decir eso?

-No sabía que tenías un hermano-confesé.

-No mucha gente lo sabe. Él vive en el orfanato Meller-Allyson desvió la mirada.-Nos enviaron allí cuando él apenas tenía dos años porque nuestros padres decidieron coger el coche cuando iban borrachos, aunque no sé de dónde sacaron aquel viejo armatoste porque se gastaban todo el dinero en bebida. Después del accidente, Miles y yo sólo nos teníamos el uno al otro-en este punto de la historia, Allyson se frotó la cara antes de continuar.-así que siempre me he dedicado a cuidar de él. Pero, cuando la señora Smith me adoptó, no tenía suficiente dinero para los dos, así que tuve que separarme de él. En la vida había hecho algo tan duro, pero me prometí a mí misma que conseguiría el dinero para sacarlo de allí y después...ya veríamos.

 Me quedé sobrecogido. Ahora entendía todo, como lo furiosa que se había puesto cuando le había tirado las pizzas al suelo la primera vez que nos conocimos, la obsesión con trabajar que tenía...

-Y ahora que la pizzería ha cerrado...-comprendí.

-Exacto-asintió Allyson.-Y además está la universidad. Hice un trato con uno de los dirigentes de Princeton y me aceptarán si saco matrícula de honor en todo al final, pero con las horas que pierdo en el trabajo, y ahora que tengo que buscar uno nuevo, y que los exámenes finales están cerca...

 No dejé que la siguiera y la abracé. Muy fuerte. Cubriéndola por completo con mis brazos, queriendo aislarla de todo lo malo que había en este mundo.

 Me gustaba Allyson. Seguro.

 Me gustaba lo fuerte y dura que era, lo que amaba a su familia y lo que luchaba por lo que creía. Yo no hubiera sabido qué hacer si Ci y yo estuviéramos en esa situación. Sólo de imaginarme a mi hermana melliza creciendo sola y sin mí, en un sitio ajeno, algo hostil y de ninguna manera adecuado para un niño...

 Allyson apoyó su cabeza en mi pecho.

-Estoy aquí-le susurré.-Estoy aquí para ti.

 Allyson asintió sin decir nada, y por extraño que parezca, estaba seguro de que me creía.

 Y, en ese momento, se me ocurrió una idea para ayudarla. No la dije en voz alta, pero dejé que se perfilara en mi cabeza cada vez más y más mientras Allyson y yo nos abrazábamos en aquella clase silenciosa.

 Tuve la rara sensación que, si mamá pudiera verme en esos momentos, estaría orgullosa de mí, y eso me hizo sentir muy bien.

Keep her safe (Nick Robinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora