Capítulo 4: David Blake

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Llegué a la mansión, me fui camuflando por los árboles hasta llegar a una pared donde vi que no había guardias apostados, escalé la mampostería con cuidado hasta llegar al tejado y divisé la entrada de la mansión, otra pareja acababa de ser recibida por el mismísimo David, que fácil sería lanzarle un cuchillo directo al cráneo, pero no, he venido por información, no por sed de sangre.

Pocos minutos después llegaron tres parejas más, las últimas y un largo rato depués de la llegada de esa pareja salió una criada, se apoyó en la pared trasera de la mansión (libre de guardias), sacó un pañuelo del bolsillo de su delantal y se secó la frente empapada en sudor, de repente se me vino una idea a la cabeza.

Bajé la pared sin hacer ruido, tapé su boca con la mano y le puse la hoja en el cuello, la llevé al bosque y la tiré al suelo.

—¿¡Que narices quieres asesina!? ¡No he hecho nada!

Sin dejar de apuntarla con la hoja me subí encima suya. La miré a los ojos, estaba al borde de un ataque de pánico y tenía los ojos inyectados en sangre de las tantas lágrimas que había expulsado en tan pocos segundos.

—¡Déjame ir! —Dijo entre sollozos.

Escondí la hoja oculta y coloqué las manos en su cuello.

—Lo siento.

—¡No!

No paraba de retorcerse intentando huir, apreté las manos hasta que dejó de moverse. Me quedé unos segundos observándola. Su pecho subía y bajaba, mi plan de dejarla inconsciente había salido perfecto.


Entré en la mansión.
Vi a todos sentados en una gran mesa riéndose, bebiendo y jactándose a comer.

—¿Necesitais algo? —dije lo más amablemente que pude, pero el hecho de estar a pocos metros de mi enemigo no hacía que fuese exactamente tan amable como me hubiese gustado sonar.

—Una copa de vino. —dijo un invitado castaño mirándome de arriba abajo, lo que me incomodó bastante, el vestido me quedaba más ajustado en la parte del torso y enseñaba más mi pecho que las demás.

Salí de allí y busqué la cocina, me encontré a cuatro criadas más preparando aún comida, divisé el vino al lado del fregadero, lo cogí y lo llevé a la sala donde se encontraba ese imbécil.

Cuando le estaba llenando la copa me di cuenta de que me estaba mirando los pechos sin ningún tipo de discreción, y su mujer se dio cuenta, pero no le llamó la atención ni se atrevió a poner una cara de enfado, seguramente porque si hace eso su marido la pegaría al llegar a casa. Yo llego a ser su mujer y le clavo el tenedor en la mano.
Volví a la cocina y dejé la botella en su sitio, dejé pasar a una chica con una bandeja a rebosar de comida y sin que me viesen subí las escaleras, abrí puertas pero no encontraba el despacho por ningún lado, solo baños, salas de estar, habitaciones lujosas (al igual que las anteriores) hasta que por fin vi el despacho, entré y cerré la puerta. Tantas cosas por mirar y tan poco tiempo.

Estuve mirando por encima algunos papeles que había en los cajones y el escritorio, pero no era nada importante, al menos para mí.  Cuando me iba a ir noté que una tabla del suelo estaba suelta, qué mal esconde las cosas este hombre. Levanté la madera y debajo había una libreta de cuero, como era pequeña pude meterla en el bolsillo del delantal.

Salí de la mansión por la puerta trasera, y volví al sitio donde había dejado a la muchacha inconsciente, me quité la ropa se la puse y volví a ponerme la mía, la arrastré hasta la parte trasera y la dejé apoyada en la pared, cuando iba a desaparecer entre los árboles noté un ruido, me di la vuelta y era la chica, ya había despertado y estaba demasiado aturdida.

Dejé las armas en el baúl y me tumbe en la cama a leer la libreta, de repente Connor abrió la puerta y yo por instinto rápidamente escondí la libreta debajo de la almohada.

—¡Podrías llamar a la puerta! —bramé enfadada.

Me miró serio y se sentó en la silla, me senté en la cama y le miré enfadada.

—¡Podría haber estado en ropa interior!

—¿Has terminado ya?

—Sí, buenas noches.

Me levanté de la cama y le señalé la puerta.

Al ver que no me hacia caso me dispuse a hablar.

—Connor tengo sueño.

Él se levantó y se iba a ir pero le agarré de la capucha.

—¿Que traes entre manos? —dijo quitándome la mano de la capucha.

—En unos minutos voy a tu habitación y te explico.

No quiero tu ayuda | Assassin's creed [SIN TERMINAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora