Capítulo 1: "Puedo yo sola"

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De repente el arco cayó al suelo al igual que el templario, y vi que tenía dos cuchillos clavados a la espalda, los demás entraron en pánico y desenvainaron sus espadas mirando a todos lados, sonó el crujido de una rama y como por arte de magia, un hombre encapuchado bajó en cuclillas desde un árbol hasta el suelo, en ese momento estaba tan sorprendida que se me había olvidado que estaba perdiendo demasiada sangre.
El hombre encapuchado deslizó su pierna por los pies del primer y único templario que había tenido los cojones de enfrentarse a él, cayó al suelo y en menos de un segundo el encapuchado enterró su hoja en su cuello.
Me arrastré sin intentar hacerme más daño o desgarrar la herida de la pantorrilla y cogí el arco del hace rato muerto templario, apunte al templario que estaba luchando con el hombre, tensé el arco y disparé, directa a su cabeza, el último templario acababa de salir corriendo, cogí una flecha y volví a tensar na cuerda, esta vez le di en brazo pero el encapuchado aprovechó ese momento en el que estaba quieto y lanzó un cuchillo con una puntería letal, directo a la nuca.
Me arrastre hasta a un tronco e intenté levantarme pero me dolía demasiado como para ponerme en pie, estaba perdiendo mucha sangre, el hombre se acercó y se quedó mirando.

—Déjame ayudarte.

—Puedo yo sola. —bramé malhumorada.

—No eres de aquí, por lo tanto no tienes casa.

—Buscaré una posada.

—¿Vas a ir por ahí arrastrándote?

Suspiré, se acercó a mí, puse mi brazo en su hombro y me incorporé, pasó un brazo por mi cintura y yo apoyé mi brazo en su hombro.

Andé unos cinco minutos a pata coja pero lo único que hacia con eso era apretar el hombro del encapuchado y gimotear sin parar.
Él hombre se separó de mi, Y me cogió en brazos.
—Podía haber seguido caminando. —le espeté.
—¿Tú crees?

Llegamos a lo que yo creo que era una hacienda. Seguimos andando un rato más y llegamos a una enorme casa. Subimos unas escaleras y entramos en una habitación, me tumbó en la cama y en seguida manche la colcha de sangre.

—Voy a llamar a un médico.

Desapareció de la habitación y en un minuto volvió con un médico.
El médico fue al grano.

—Connor, necesitaré vendas, gasas, desinfectante y un trapo.

«Con que así se llama...»

Volvió a desaparecer de la habitación y en treinta segundos estaba de vuelta con todo lo necesario.

El médico cogió con cuidado la pantorrilla y la examinó.

—A sido un tiro limpio, por suerte no ha pillado ningún tendón ni hueso.

Arrancó las plumas de la flecha y me dio el trapo.

—Muérdelo.

Confusa, lo sujete con los dientes y cuando menos me lo esperaba arrancó la flecha y Connor colocó dos gasas en cada entrada de la herida. Grité, me retorcí de dolor y no pude evitar que unas cuantas lágrimas resbalaran por mis mejillas.
Desinfectaron la herida y volvieron a poner unas gasas limpias y la vendaron.

—A tenido mucha suerte, pero eso no quita que no tengas que descansar, estarás en cama cuatro semanas.

—¿¡Cuatro semanas!?

—Sin moverte.

—No, no no no no, ¿cómo me alimentaré?¿cómo me bañaré?¿Cómo...

—Connor te ayudará. -Interrumpió el médico.-A no ser que prefieras abrirte la herida y morir desangrada.

—Sí, prefiero eso.

—No sabe lo que dice.

Le miré enfadada, el médico salió de la habitación junto con Connor y cerraron la puerta. Después de un rato Connor volvió a entrar a la habitación con sábanas nuevas y las dejo en un lateral de la cama.
—Voy a sentarte en esa silla ¿me lo permites? —dijo en un tono sarcástico.

Le miré enfadada, me cogió en brazos y me sentó en la silla con cuidado.

Quitó las sábanas manchadas de sangre y se colocó nuevas sábanas limpias. Noté algo en la barbilla y me di cuenta de que estaba chorreando, se me había olvidado la herida del labio y la nariz.
Connor cogió un frasco de cristal y echó un poco de líquido en una gasa, se acercó a mi y empezó a desinfectarme la herida del labio, segundos después la nariz dejó de sangrar luego me dio otra gasa y me la puse en la herida del labio hasta que esta dejo de sangrar.
Cogió todas las gasas llenas de sangre y desapareció de la habitación.
Volvió con un recipiente con agua y un trapo en el hombro, cogió otra silla y se sentó enfrente mía, metió el trapo en el agua, lo sacó, lo escurrió y lo paso lentamente por mi cara para quitarme toda la sangre seca, podría hacerlo yo sola, pero me callé.
Cuando terminó y se iba a ir le sujete del brazo, le quité el recipiente y sumergí mis manos.

—¿Cómo te llamas? —Se quitó la capucha y me miró fijamente.

—Miriam.

Se levantó de la silla para cogerme en brazos y dejarme de nuevo a la cama, antes de que se fuese le cogí del brazo.

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué me ayudas?

—Si no nos ayudamos entre nosotros, ¿quien nos ayudará?

—¿Qué? ¿Cómo que entre nosotros? ¿A qué te refieres?

—Tu también hubieses hecho lo mismo si te hubieses encontrado a una persona en esa situación, por muy egocéntrica, terca, seria y maleducada que seas.

Iba a irse de la habitación pero volví a repetir la pregunta.

—¿A qué te referias con lo de antes?

Cerró la puerta.

—¡Pero respóndeme!

Bufé y me acomodé como pude en la cama.

—Maldito idiota.





-Miriam te he traído la cena.
Abrí poco a poco los ojos y me encontré a Connor con una bandeja al lado mía.
Me incorporé y el colocó la bandeja en mis muslos.

-Mañana me voy.

Connor me miró intrigado.
-No se como voy a pagarte esto y me estas cuidando a cambio de nada...

-Lo hago porque si alguna vez me pasase eso me gustaría que hiciesen lo mismo conmigo. Si te doy de comer, agua y medicinas es porque puedo permitírmelo y no voy a dejar que te vayas.

-Gracias por salvarme la vida pero no puedo quedarme aquí.

-Solo te quedarás aquí hasta que puedas volver a andar. Luego ya podrás irte. Pero ahora que no te puedes defender y que al parecer algunos templarios quieren tu cabeza no voy a dejarte marchar y por mucho que supliques o digas no voy a permitirlo, fin de la discusión.
Y nada más decir eso desapareció de la habitación.

-Estúpido.

No quiero tu ayuda | Assassin's creed [SIN TERMINAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora