San Valentín... si es que se le puede llamar así I

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Hordas de gnomos, vestidos con tutús y falsas alas de ángel, recorrían todos y cada uno de los pasillos de Hogwarts repartiendo cartas de amor, postales con corazones, flores rojas, cajas de bombones, y poemas "románticos" de jóvenes enamorados a otras personas. "Tiernos" querubines revoloteaban por los techos del lugar lanzando flechas puntiagudas en forma de corazón a aquellas personas que estaban tristes y apenadas con la intención de que se idiotizaran ante otras personas. Muchos habían acabado en enfermería por una u otras cosas (Algunas flechas no tenían el efecto que los diab... querubines pretendían, pues más de una habían sido clavadas en malos sitios; con los gnomos era más de lo mismo, dichos seres perseguían a la persona que no cogiera las ofrendas y le atacaban mordiéndole. En resumen, la inmensa mayoría de los alumnos, por no decir todos, estaba cansada de tanto San Valentín. Aunque claro está, tenían ganas de celebrarlo fuera de Hogwarts, más concretamente en Hogsmeade), incluso los profesores, de los cuales la principal era la profesora McGonagall, exigían al sabio director, Albus Dumbledore, que acabara con semejante barbarie, pero éste se negaba a hacerlo alegando que era algo muy normal y que los alumnos estaban exagerando.

Todo era tan... exasperante. Todo Hogwarts decorado con cursiladas de color rosa y rojo. Todo el mundo acaramelado, personas demostrando su valentía ante otras, Slytherins amigables, Gryffindors domesticados, Ravenclaws idiotizados, Hufflepuffs perezosos. Todos embriagados por la supuesta "magia del amor". Le entraban arcadas sólo de pensarlo. En San Valentín siempre se habían hecho locuras, desde luego que sí, pero nunca tan... tan... extrañas como las de ese día.

Ella no odiaba San Valentín, simplemente, no era una de sus festividades favoritas. Le gustaba que le regalaran cosas, ¿y a quién no?, pero quería que eso lo hiciese una persona en concreto. Le molestaba, y mucho, ver como le hacía cumplidos estúpidos a ella, odiaba como le hacía regalos que deberían ser para ella. Ella, siempre ella. La muy tonta se ruborizaba y le daba las gracias, luego le hacía algún regalo que a él le dejara perplejo y él intentaba superarlo. Ellos dos se lo tomaban a juego, ¿por qué? ¿Es que acaso no veían que entre ellos podía haber algo? Claro que no, si así fuera Sirius ya se habría acostado con ella y la muchacha bebería los vientos por él. ¡Cómo los odiaba!

Se encontraba sentada en el suave césped de los terrenos de Hogwarts bajo la gran sombra de uno de los árboles que allí habían. Los estaba observando. Su prima estaba arrodillada en el césped y Sirius tumbado con la cabeza en su regazo, ella jugaba con algunos mechones del cabello de él mientras el muchacho le hablaba.

- Cariño, ¿me estas escuchando? -Claramente, la muchacha no lo estaba haciendo.

- Perdón Regy, estaba pensando en mis cosas, ¿qué decías? -El ojigris menor frunció el ceño levemente, pero en seguida se calmó.

- Te preguntaba que si te apetecía fuéramos a Hogsmeade en San Valentín, como es sábado y eso...
- Eh..., sí claro. Sería perfecto, tengo que irme Regy. Nos vemos luego -la muchacha se despidió del joven con un tierno beso en los labios. Mientras se encaminaba hacia el campo de Quidditch, pues en una media hora tendría entrenamiento con su equipo, llegó a escuchar gran parte de la conversación que ambos mantenían.

- ¿No crees que deberías ir ya hacia el campo de Quidditch? Vas a llegar tarde y no puedes permitirte hacerlo otra vez -no creía que a su prima le importase de verdad eso, seguramente prefería que no tuviese nada que hacer para tenerlo para ella sóla. Se colocó detrás del árbol en el que ellos estaban para escucharlos mejor.

- Nah... no pasará nada. Tú tranquila pequitas, prefiero estar aquí contigo. Se está muy cómodo así -su prima se ruborizó, pero siguió jugueteando con el pelo de él.

- Ésto es muy serio Black. Si vuelves a llegar tarde James no tendrá más remedio que expulsarte y perderemos contra Slytherin por no tener al mejor golpeador del siglo. -<<Que pelota>>, pensó la muchacha.

Me engañaste Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora