Recuerdos I

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Era de noche, se había acostado pronto porque se sentía muy cansada desde que había tenido lugar el secuestro. Aunque no podía evitar que las pesadillas vinieran a ella una y otra vez. No entendía como aquello podía ocurrir si había tenido vendados los ojos todo el tiempo. Decidió no darle importancia. Se puso su pijama, y se metió en la cama.

Pero nada más hacerlo cayó profundamente en los brazos de Morfeo. Todo estaba oscuro, el suelo estaba frío, el viento corría. Se escuchaban risas de unos niños, pasos que corrían y sombras a lo lejos. De repente, una potente luz le cegó, podía notar el olor de los árboles. No, de un árbol. Notaba su tacto, era rugoso. Y algo blando y cómodo bajo los pies. Respiró profundamente y reconoció ese olor. No se encontraba en Hogwarts, en su cama durmiendo, sino en una casa. En una horrible casa que siempre olía a polvo y ceniza. Estaba en casa de los Black.

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- Mama, ¿de verdad tenemos que ir? -Dijo la voz de una niña. Detestaba que se quejara. Llevaba haciéndolo desde que sus padres y sus tíos le dijeron que iban a ir a allí. Detestaba que su prima no pudiera dejar de poner pegas- No quiero ir mama, no me gusta esa casa.

- Abigail, ya habíamos hablado de ello -la pequeña niña de cabellos rizados dio un pisotón en el suelo a modo de contestación mirando a su madre-. Ya sabes porque vamos a allí.

- No es justo, no quiero ir -Abigail se cruzó de brazos e hizo un mohín bastante desagradable. No entendía por qué se quejaba tanto, ella no había puesto ninguna traba ni impedimento cuando se lo dijeron sus padres-. Allí es muy aburrido jugar, y además hay un elfo doméstico muy feo y muy maleducado.

- ¡Basta ya, Abigail! -Contestó el padre de ésta- Deja de comportarte como una niña chica. Tu prima Samanta no replicó ni una sóla vez cuando se lo dijeron tus tíos Nathan y Leila, deberías aprender modales de ella -. Notó el deje de desprecio con el que su tío había pronunciado el nombre de sus padres, pero el hecho de que le alabaran a ella en vez de a su prima le resultaba de lo más gratificante.

Ella no se había quejado en ningún momento porque entendía perfectamente porque que iban a aquella anticuada casa. Desgraciadamente, y según sus tíos, en el árbol genealógico de los Suterland había ciertas ramas que debían ser podadas, y eran muchas para desdicha de ellos. Por eso iban a ir allí, para que la pureza de su árbol genealógico siguiera intacto. Ella entendió a que se refería su familia cuando hablaba de aquellas ramas que debían ser podadas, pero su prima no. Personalmente, no estaba de acuerdo con los ideales de sus afamados tíos, detestaba a aquellas personas que se sentían superiores a otras por considerarse "Sangre Limpia". Odiaba que a sus tíos les desagradara los muggles, los magos mestizos y los que eran nacidos de muggles y a aquellos que eran pro-muggles. A ella eso le daba igual, había conocido a muchas personas que le darían mil vueltas a eso de la pureza de sangre.

Y por eso le extrañaba que, aunque todos sus antepasados hubieran pertenecido a Gryffindor, su familia fuera partidaria de tales creencias y de un mago que estaba en boca de todos últimamente. Ella no quería hacer enfadar a sus tíos, por eso siempre se mantenía callada y obediente. Amaba el silencio tanto como un boggart los lugares oscuros, pero su prima insistía en romper tan preciado bien con sus berrinches, sus pataletas, sus bromas... Muchas veces se preguntaba si ella era adoptada, porque no se explicaba su comportamiento.

Dejó aquellos pensamientos para más tarde pues ya se disponían a salir de su casa. Tenían pensado llegar a casa de los Black mediante Polvos Flu, pero alguien del Departamento de Transporte Mágico había cometido una serie de errores accidentales dejando inhabilitada para el uso su chimenea y la de varios magos más. Y como ellos no tenían vecinos, y ninguna de ellas dos podían desaparecerse, no tenían más remedio que ir en el Autobús Noctámbulo. Cuando subieron a allí un joven de piel rosácea y cabellos rubios le atendió amablemente. Una vez sentados todos, sus tíos, su prima y ella (sus padres no habían podido venir), se puso a revisar su mochila. Se había llevado algunas cosas porque sabía que no se divertiría en aquel lugar con su prima y aquellos chicos que iban a conocer. Lo ordenó todo por cuarta vez, y tras quedarse satisfecha con el resultado, sacó su libro favorito y lo terminó de leer de camino hasta allí.

Me engañaste Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora