Once.

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Editado.

Cansancio, hambre. Dormir, comer. Era en todo lo que podía pensar.

—¿Ya podemos irnos? —suspiré.

—No, aún no —negó Baekhyun —. Aún no encuentro esos zapatos que vi la última vez que estuve aquí.

—¿Y para qué los quieres, si ya tienes más de dos pares? —pregunté, recostándome en el incómodo y duro sofá de la tienda.

—Es que... —su móvil lo interrumpió —. Espera, tengo un mensaje.

Asentí, intentando no dormirme.

Tres horas, tres horas y media, hasta que se hicieron cuatro. Y yo todavía estaba con Baekhyun buscando un estúpido par de zapatos.

—¿Quién es? —dije al ver que mi amigo tenía una mueca confusa.

—Mi madre —hizo una mueca —. Tiene un celular nuevo, sus dedos son grandes y el teclado del móvil pequeño, así que es casi imposible saber lo que dice...

Reí y bostezé por quinta vez.

—Pero debemos irnos, creo que ha intentado escribir que ya pronto estará la cena y me quiere temprano en casa. —dijo y, resignado, avisó a una empleada de la tienda que no compraría nada.

Luego de un viaje de quince minutos en autobús, dormida en el hombro de mi amigo, me despedí y me dirigí a casa.

Saludé a mis padres, comí algo y me encaminé hasta mi cuarto para poder dormir.

Pero vaya sorpresa que tuve cuando vi mi ventana abierta y a un chico sentado en mi cama.

Grité y casi salgo corriendo del miedo. Pero el muchacho se llevó el dedo a la boca en señal de que me callara, y caminó hacia mí. Pude darme cuenta de que se trataba de, ni nada más ni nada menos que, Oh Sehun.

—Sé que somos amigos, pero ¿acaso estás loco? —exclamé —. ¿Cómo es que entraste?.

—Deberías cerrar tus ventanas —rió, volviendo a sentarse en la cama —. Siento asustarte, es que mis padres han venido a visitarme hoy. Vienen cada uno o dos meses, me estresan. Solo quise un poco de paz, pero puedo irme si te incomodo o molesto.

Recordé lo que me había dicho, de su infancia y su hermano. Inmediatamente negué con la cabeza.

—Oh, no sabía. Puedes quedarte, solo no hagas ruido. Mis padres me matarían si supieras que estás aquí. —dije.

—Gracias, en serio. —sonrió, agradecido.

Dejé mi bolso, el cual se había caído al piso del susto, en la cama.

—Entonces... ¿acostumbras a irrumpir en casa ajenas? —bromeé.

—Sí, por lo general, me gusta robar conejos de felpa también —siguió la broma y señaló uno que estaba en mi cama —. Como ese.

Me volteé a verlo, tenía una mueca graciosa y seguía mirando a mi conejo. Fruncí el ceño.

—Tócalo y estás muerto. —reí.

(...)

Pasó una hora, creo, y Sehun seguía conmigo, hablando de distintos temas.

—¿¡Cómo es qué nunca tuviste una pareja!? —dijo sorprendido.

—¡Cállate! Tú tampoco. —lo regañé y reímos.

—¿Y cómo sabes eso, eh? —golpeó suavemente mi brazo —Tal vez si he tenido alguna novia y nunca lo dije.

¡Hey, Sehun! [Oh Sehun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora