Idilio

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La invitación al baile llego tan inesperadamente cómo la espontanea alegría que me causo leerla.

La carta notificaba que la celebración obedecía a un baile de máscaras, y tendría lugar en su palacio. Añadiendo también que su cumpleaños era el motivo del ambiente festivo.

Al entrar en el recinto, el brillo del candelabro chocaba contra cada pared de mármol vislumbrando en todo momento.
Camino al lobby con cada paso aumentaba la ansiedad de encontrarla. Cuanto más me adentraba era testigo de un escenario bastante idóneo respecto a la temática propuesta, púes cada mascara resultaba más enigmática que la anterior observada.
Con esfuerzo la busqué cuanto mas pude entre la multitud pero no hubo certeza de su presencia.
Cada pareja ya dispuestos a bailar, tomaron parte de la pieza  musical que se interpretaba. La pista de baile conservaba el piso de cuarzo de un blanco tan brillante cómo la pálida nieve que rodeaba la morada.

Sin preguntar accedí más a fondo del pasillo hacia donde se ubicaba su habitación. Ya enfrente de la puerta tome el cerrojo al unísono con el mayor cántico de los violines en el pabellón.
El lugar estaba un tanto desordenado. Sólo el brillo de unas lentejuelas sobre una máscara para mujer era lo más evidente en la oscuridad de aquella habitación. Lo demás a lo lejos ya era gris y de cerca triste.

Camuflado entre la melodía de la distante orquesta resonaba débilmente el llanto de una doncella.—Era ella—.

—Hola.—Exclamé mientras intentaba abrazarla.
...—Suspiró.
No se inmuto para responder con palabras. En medio de la delicadeza de su cuerpo, aún mantenía fuerzas y tomó mi mano.
—¿Qué te ha ocurrido?
—Mi papá...
—Oh...pero ¿no se había mejorado ya?
—Sí.—respondió asintiendo
—Entonces ¿por qué lloras?
—Ha tenido recaídas. Nunca se sabe cuando ocurren, una ves está lleno de vida y sin aviso cae agotado en el decaimiento. No sé cuánto tiempo le reste junto a mí.
—¿Esta él en casa?
—Esta en la fiesta...
—Sí es el caso aprovecha cada instante, eso incluye este. Ve y baila con él. Has sus días más alegres.
De manera casi involuntaria se levantó de la cama en donde yacía lastimada.
Ya de vuelta en el baile y a razón suya, continuó apresuradamente a invitar a su padre para ser su compañero.
Él asintiendo como si de un cumplido se tratase. Se digno a mover el apagado cuerpo para ella. Los músicos a petición del hombre interpretaron un vals que la madre en todos sus años escuchó en vida. Bailando como si de compartir almas se tratase y más que almas la herencia en sangre suya; acomodaron cada expresión con una rapidez que permitía admirarla en detalle.
Él seguía cada paso.
Su rostro cansado era evidencia de cuánto se sufre y cuanto se llora cuando se ha perdido a la mujer amada, y bailar con la hija que lleva sus rasgos en lúcido recuerdo ; aumentaba el dolor aún sí aquel rostro sonreía.
Los latidos del padre aumentaban conforme bailaba la hija. Sus manos temblorosas, parecían no soportar el peso de su invisible carga.
—Hija.
—Dime?.—En tal condición un gélido aliento sintió y un cálido término antes de desbordar en lágrimas escuchó.
—Te Amo.—suspiro.
Una última muestra de afecto arrojó en sus palabras, despojando también su vida en las mismas. Su corazón se detuvo.
Cómo púas en piel sin cicatrizar.
Ahora intento juntar con los días cada pedazo del corazón de ella, buscando el reparo que nunca halló el de él.

Lírica del recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora