"Que difícil es borrar esos momentos felices de mi memoria, y que fácil resultó recordar cuánto dolió nuestra historia..."
El clima templado no fue impedimento para no permitirnos salir juntos aquella tarde. Los verdes prados aún conservaban el rocío de la noche anterior. Los árboles reflejaban que el otoño muy pronto llegaría.
Mi compañía representó para ella seguridad, sin embargo no pudo imaginar que felicidad me otorgaba la suya. Al sujetar su mano sentí el delicado tacto, todavía más con el roce de nuestros dedos al cruzarse. No preciso en detalles de cómo fui capaz de soltarla.
Mas si memorizo, la perdurable ansiedad que significó ello.
La ventisca revolvía ocasionalmente su cabello, que junto a cada sonrisa me inspiro una tierna escena, pidiendo a gritos ser inmortalizada.Deduje entonces que merecía no sólo una foto, sino además y aprovechando mi suerte de haber llevado conmigo mis óleos y unos cuantos lienzos: una pintura.
Siempre tuvo la cualidad de fácilmente crear recuerdos suyos en mí, con la misma fuerza y claridad con que expresaba quererla.
Con un gracioso ademán me confió su aceptación de retratarla. Y yo no perdí ni un sólo instante la oportunidad de hacerla reír, en mi defensa.Tome las pinturas y las ubique cerca a unas rocas. Sentándome, posicione mi espaldar hacia un añejo tronco de frutos rojos.
Reuniendo hojas y ramas secas logramos encender una pequeña fogata, puesto que las nubes eran indicio de que no habría un cálido sol de bienvenida.
Así pues, me dispuse a cumplir mi cometido.
Fueron contados los trazos que definieron la figura de su rostro, fue entonces que tomé una pausa cuando la noté distraída.—Espero aún conserves el talento porque no han fallecido mis ganas de escucharte—exclamé, sacando un violín que escondía.
—¡¿Como lo sabias?!
—¡No puedes fingir que has dejado tu gusto por la música clásica! Puede que otros te crean pero te conozco.
—Pero! Debió ser costo...—susurró, mientras yo notaba una lágrima en su mejilla derecha—. ¡Muchas muchas gracias!—añadió.
—Me lo agradecerás con la pintura—Dije sonriendo—¡Vamos toca!—Continué.No estaba equivocado, aun interpretaba cada melodía con el mismo entusiasmo, pasión y alegría que tenía cuando la conocí. El arco se hacía lento respecto a la fricción y ejecución de cada nota. Siempre fui débilmente susceptible para quedarme petrificado y enamorado, cuando se apoderaba de tan despiadada manera de mi atención.
Reflexioné con firmeza para poder continuar con el retrato. Tome un pincel con que me dispuse a ilustrar sus ojos, haciendo comparación entre los colores de esa tarde, del otoño y del fuego que se consumía.
Una vez hechos, tome el tiempo necesario para sus delgados y crespos cabellos. Continué con sus mejillas que no dejaban el rubor.
Para culminar en sus rojizos labios.
Sin caer en la obviedad de tan bello paisaje no lo excluí como un fondo, pues con avidez hizo más atractiva la obra." Ha partido sin mí,
y yo...
Me he quedado sin ella."Aun hoy cuido con recelo el violín y aprecio la pintura con carácter de un soñador enamorado; complejo que su ausencia y el tiempo, no han sabido quitarme.
ESTÁS LEYENDO
Lírica del recuerdo
RomansaRelatos con esencia de sentimentalismo puro, narrados como epístolas de un romance inmortalizado. La lírica muere cuando muere el soñador, y qué mayor inspiración que la vivencia descrita y dirigida sin un destino y de enigmático autor. Solo se mue...