Dia 4 - III

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Mientras bajaba las escaleras que conectan Acuario con Capricornio, pensaba en la decisión tomada por Athena, era un poco arriesgada aun así era eficaz, aunque no le agradaba mucho la idea de dejar su templo a cargo de Kanon, pero todo con tal de proteger la vida del regente de Acuario, acataría hasta la orden mas loca que se le ocurriera a su Diosa.

Antes de llegar a la fuente debía bajar por las Doce Casas. Cuando llego a su templo, sólo tenía la idea de pasar lo mas las rápido que pudiera, pero cuando estaba apuntó de llegar a la salida, paro en seco, alguien importante le faltaba.

—Maldición, no puedo dejarlo aquí— se devolvió en sus propios pasos hasta llegar a la parte privada de su templo, lo busco por todos lados, ya que no estaba en el sillón donde lo había dejado— Sombra ¿donde te metiste?

Lo estuvo buscando hasta en el baño, pero ni el menor rastro del gato y debía darse prisa por que los temblores  estaba aumentando en su intensidad, y cada vez eran mas seguidos.

Mientras Milo lo buscaba, él se encontraba debajo de la cama mas que aterrado por los constantes movimientos de la tierra, constantemente miraba para los lados, viendo como las cosas se caían de su lugar. Apretó los ojos con fuerza al sentir como otro temblor comenzaba, este con mayor intensidad que el anterior. Quiso salir corriendo pero ¿hacia donde?, no podía llegar y salir, cualquier cosa podría caerle encima. Para su suerte sintió una voz conocida llamándolo.

«¡Milo!»

El peliazul se quedo quieto, tratando de hacer el menor ruido posible, no sabia si había sido su imaginación o que, pero estaba casi seguro de escuchar un maullido.

«¡Milo!»

Eso había venido de su habitación, cuando llego a ese lugar hayo casi todo en el suelo, pero eso no le  importaba lo que verdaderamente le interesaba en ese momento era encontrar a su gato, y  llegar  lo mas pronto posible a la fuente de Athena. Miro bajo su cama y lo único que pudo ver fue el brillo de los ojos azules de Sombra.

— Ven pequeño, sal de ahí— pero el gato ni se movió, insistió un poco mas, se dio cuenta de que no se movería por nada del nunca de ahí, no teniendo de otra, corrió la cama y sin darle tiempo de reaccionar, lo tomo en brazos,lo envolvió en su capa, con tal de que no se lastimara y  salio con él rumbo a la Fuente, sitio que protegería con su vida.

Cuando llego a ese lugar se sorprendió a ver que era un caos, las vestales daban vueltas por todos lados curando a los heridos. Se acerco a la primera que vio, una pelirroja de unos grandes y redondos ojos de tono plata.

—Camile, lleven a los mas heridos a la parte baja, ahora.

— En seguida señor pero hay un problema...

— ¿Cual...?

—No podemos llevar al Caballero de Acuario a la parte baja, su estado es muy delicado.

— Entiendo, yo me quedo con él. Ustedes vayan a resguardarse.

Cuando se aseguró que era el único en ese lugar, fue a la habitación que ocupaba el francés. Al entrar una sonrisa triste se dibujo en sus labios. El Acuariano se encontraba aun conectado al respirador y a otras maquinas, pero por lo menos, algunas heridas habían sanado y si lo veía a simple vista, solo parecía dormido y no que luchaba entre la vida y la muerte.

Dejo al gato sobre la camilla a un lado de Camus. Milo le acaricio la cabeza, antes de marcharse.

—Mira pequeño, él es del que te hablo tanto. No podre quedarme aquí, así que quiero que lo cuides ¿si?, yo los cuidare a los dos... Bien, quedas a cargo.— sin mas salio, dejando solo a Camus.

Entre Cuerpo y Alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora