Capítulo 7

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—No creo que rodeando la isla encontremos un lugar digno para escondernos—suelta Amber luego de un rato.

—Lo estaba pensando también—dice Greg.

—¿A qué se refieren? —indaga Miguel.

—A que no encontraremos un árbol que nos dé una guarida en las orillas de la isla—reclama Amber, mientras observa cómo más maletas flotan hasta las costas de la isla.

—Tienen razón, no lograremos nada y habremos caminado en vano—dice Cryistal a Dían, tratando de convencerlo—, y con el cansancio seremos un blanco fácil si llegan esas cosas.

—Está bien, pero no se separen, no conocemos la isla y no quiero arriesgar a ninguno—accede Dían.

—Que tierno eres—se burla Miguel de una manera ofensiva.

—No lo tomes en cuenta, por favor—pide Crystal. Dían suelta una bocanada de aire y sigue su paso, no sin antes dirigir una mirada de odio a Miguel.

Crystal va detrás de Dían, quien va tanteando el terreno y verificando si es seguro caminar por ahí o no. Dían les pide a los chicos que no se suelten de las manos, y que por nada del mundo se separen. Los mosquitos son algo molestos, la hierba en los pies da comezón, y Crystal ya no aguanta el sofocante calor que hace, es húmedo y caluroso, es perfecto para pegarse un resfriado o quedar muerto por insolación.

—Oigan, miren—dice Greg, en frente de los chicos se ve una cabina blanca, es extremadamente grande, parece una cabina de barco, pero por su estado pareciera que ha estado ahí durante meses, inclusive años. Aun teniendo cuidado se acercan a ese objeto misterioso. Para su sorpresa si es un barco, en un yate muy grande para ser específico, no hay señales de vida ni dentro ni fuera. El acero que lo compone hace que de un puñetazo se pueda abrir de cualquier parte, pero sigue siendo arriesgado, ha estado abandonado tanto tiempo que no saben qué puede vivir dentro, o quizás, simplemente está abandonado. Le resulta difícil a Crystal poder decir que tiene miedo, las cosas han pasado muy rápido y teme que se aceleren demasiado, teme perder a todos en el grupo, teme no salir con vida de aquella isla, teme presenciar la muerte horrorosa de sus amigos. <<Ojalá mi abuela estuviera aquí>>, piensa Crystal. Aún con el calor del sol, sus manos están sudando helado, sus manos tiemblan y sus ojos se cristalizan, como si quisiera llorar, es decir, quiere llorar, pero sabe que no es el momento para demostrar debilidad<<Nunca dejes que te vean débil>>, suena una voz en su cabeza, es la voz de su abuela, incluso en el lecho de su muerte, la abuela de Crystal no dejó que la vieran llorar, siempre se mantuvo fuerte, y esas fueron unas de las últimas palabras que su abuela le dijo, para luego cerrar sus ojos e irse a un lugar prometedor y deseado.

—Debemos entrar—la voz de Dían parece segura y prometedora.

—¿Pero por dónde? —indaga Greg.

Misterios Profundos [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora