4. Soy Esteban.

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En la casa de Esteban.

-¡Hijo! ¡Apúrate, vas a llegar tarde!- se oye la voz de la madre de Esteban, llamándole desde la planta baja de la pequeña casa en la que viven.

-¡Sí mamá, ya bajo!- responde Esteban mientras mete en su bolso un par de lapiceros más y se asegura de llevar el registro de asistencia.

Cuando cree tener todo lo necesario, se observa unos segundos en el espejo para cerciorarse de que va impecable a su primer día de trabajo como profesor suplente.

-¡Buen día, mamá!- el joven besa la frente de su madre y deja su bolso en el sofá de la sala.

-Buen día, hijo. Puedes traer a tu padre, dile que el desayuno está listo.- el joven asiente y va en busca de su padre. Entra en la habitación y el hombre ya estaba despierto esperándole.

Hábilmente Esteban logra colocar a su padre en la silla de ruedas que le servía al hombre para desplazarse después de la cirugía a la que se había sometido semanas atrás.

Después de intercambiarse saludos, Estaban lleva a la mesa a su padre.

Entre charlas y consejos para un primer día de trabajo, el joven y sus padres desayunan tranquilamente.

-¡Se me hace tarde, debo irme!- exclama el joven al ver que le quedaba sólo media hora para llegar. Afortunadamente para él, el colegio en dónde trabajara no le queda muy lejos, puede ir caminando, pero si no se daba prisa, tendría que irse corriendo.

Esteban se despidió de sus padres e inició su ruta al Colegio Femenino Mrs. Fabiola Valladares Sevilla. Un colegio en donde sólo asistían mujeres.

Esteban ingresó a trabajar a ese lugar como profesor suplente de la profesora de inglés.

El camino se hizo corto y tranquilo, llegando con diez minutos de adelanto. Mientras Esteban ingresaba en el enorme jardín frontal de aquel colegio que parecía más una mansión o la misma Casa Blanca, él también iba observando a las alumnas que iban llegando. Habían niñas de todos los aspectos, altas, bajas, blancas, morenas, era un colegio con una cantidad increíble de estudiantes. Todas iban con sus uniformes de blusa de vestir de rayas blanquiazules y faldas negras. Un moño negro en el cuello, estilo corbatín, pero un poco más grande y  medias blancas a la altura del tobillo algunas y otras las llevaban a la altura de las rodillas, zapatos negros y el escudo del colegio en sus blusas era el look para todas las estudiantes.

Mientras iban ingresando, el murmullo sobre el nuevo profesor no se hizo esperar en los pasillos mientras los veían pasar. Muchas de las alumnas se detenían a observarlo y la emoción y el bullicio hizo que casi todo el colegio comenzara a comentar del profesor.

Pero a pesar de lo que la llegada del profesor causara, Esteban iba muy concentrado tratando de descifrar aquella dirección para llegar a la oficina de la directora, pero por más que tratara, aquellas letras parecían un código raro o casi jeroglíficos.

Viéndose casi extraviado y con cientos de puertas a su alrededor, decidió detenerse y ver en dónde se suponía que estaba.

Veía hacía todas partes y todas las puertas eran iguales, cuando de pronto, una simpática chica rubia, se acerca a él y le pregunta.

-¡Buen día! ¿Parece extraviado, necesita qué le ayude?

-Sí, la verdad sí necesito ayuda. Debo llegar a la oficina de la directora, pero no recuerdo dónde queda y este edificio es tan grande. ¿Podrías decirme en dónde este?

-No se preocupe, yo lo guío.- Mónica lo llevó hasta la dirección, se despidió y se fue a su salón. Las primeras lecciones eran de inglés.

Al entrar, buscó a Alondra y la encontró en uno de los asientos que quedan en el fondo. Rápidamente tomó asiento a su lado y Alondra apenas alzó la vista.

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora