21. Rebecca.

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- Supe que estás sin trabajo, todavía.- el hombre se acomodaba su elegante y costoso saco gris acompañado de su aire de superioridad mientras hablaba con Esteban en aquella gigantesca oficina.

-Así es, sigo desempleado.

-¿Es así cómo piensas mantener a mí hija y el estilo de vida que tenía?- el sujeto disfrutaba enormemente pisotear a los que creía inferiores a él.
-Estoy haciendo lo mejor que puedo, de verdad me estoy esforzando...

-No es suficiente.- interrumpe tajante el señor Víctor. Esteban empezaba a creer que fue mala idea acceder a reunirse con ese hombre, parecía no tener intenciones de ayudar como se lo había dicho.

-No me contratan en ninguna parte. Desconozco las razones.- se justificaba el joven.

-Por algo ha de ser, quizás malas referencias tuyas.- comentó el señor Víctor con cierta malicia en su voz, dándole así entender a Esteban quién había sido el responsable de las referencias tan perjudiciales.

-Con todo respeto señor Aguilar, pero ¿Qué es lo qué usted pretende perjudicandome así?

-Control, poder.- respondió despreocupado el hombre.

-¿Cómo?

-Verás Esteban...- el hombre jugaba con una pequeña esfera de vidrio que pertenecía a un platón repleto de las mismas esferas que decoraban el escritorio. -Soy un hombre al que le gusta el poder y tener todo...bajo control.- apretó fuertemente la esfera dentro de su mano. -Pero cuando algo, una sola cosa se sale de ese control...- dejó caer al suelo la pequeña esfera y con su mano tiró al suelo el tazón con el resto de esferas. Esteban dio un sobresalto en su asiento, no esperaba eso. -Otras cosas pueden salirse de control y generar un desastre...- seguía explicando el hombre.

El señor Víctor puso firme y sonoramente sus manos sobre el escritorio y vio directamente a los ojos de Esteban en forma amenazante.

-Cuando algo así pasa...no me gusta en lo más mínimo.- el tono usado por el sujeto era frío, intimidatorio, simplemente daba escalofríos sumando aquella mirada y esos azules ojos que asemejaba un mar en tormenta. -No me gusta.- terminó diciendo antes de que llamarán a la puerta.

El hombre volvió a su postura y acomodó tranquilamente su saco. Esteban trataba de respirar ligeramente aliviado, pero se le dificultaba principalmente por tener a ese hombre frente a él.

-Adelante.- ordenó el señor Víctor. Un joven delgado y algo bajo entró rápidamente a la oficina, saludó brevemente y luego de dejar unos papeles en el escritorio del señor Aguilar, salió tan rápido como entró.

-Tú decides, aceptas el empleo que te ofrezca o bien sigues tratando inútilmente de encontrar un trabajo por tu cuenta.- el hombre tomó asiento y veía con una sonrisa de victoria a Esteban, sabía bien que había logrado aminorar ese orgullo tan fuerte y ese carácter valeroso y desafiante de aquel joven. Pero a pesar de eso, veía la chispa de furia en sus ojos, estaba molesto, pero para suerte de Víctor, el joven estaba calmado. Lo tenía acorralado con sólo dos opciones igual de malas para él.

-De acuerdo, acepto.- dijo casi entre dientes el joven, nuevamente cedía ante ese hombre y eso le molestaba.

-¡Perfecto! Llamaré a Rebecca entonces.- el hombre satisfecho, marcó en el teléfono y un par de minutos después volvieron a llamar a la puerta. -Adelante.

-Buenas tardes.- una voz femenina es la que se escucha entrar. -¿Me mandó a llamar?

-Así es, ven aquí Rebecca.- Ambos hombres se ponen de pie para recibir a la mujer.

-¿En qué puedo ayudar, Víctor?- una mujer de piel blanca, alta, curvilinea, de ojos color miel y con una cabellera rubia y larga hasta los glúteos; se pone al lado del señor Víctor.

-Rebecca, finalmente encontré a tu asistente.

-¿Asistente?- pregunta ella confundida. -¿Tan pronto?

-Efectivamente, es él.- señaló a Esteban.

-Víctor, no sé si...

-Está bien calificado, tiene estudios universitarios y la experiencia requerida para el puesto. Es joven y aprenderá rápido.- el señor Víctor le hablaba a la mujer cómo si de mercancía se tratara.

-Muchacho, ella es Rebecca Ruíz, la presidenta en el área de mercadeo y una de las accionistas más importantes de la empresa.
-Mucho gusto señorita Ruíz.- el joven extendía la mano.

-Encantada...señor...

-Córdoba, Esteban Córdoba.

-Mucho gusto, señor  Córdoba.- terminaron el saludo y Víctor anotaba algo en un papel.

-Ya puedes irte, presentate mañana a las 8:00 am con Rebecca en su oficina con el tipo de ropa que te anoté, vete ya.- Esteban recibió el papel y salió del lugar con su orgullo herido y bastante preocupado,trabajar en la empresa de ese hombre y para esa mujer que parecía ser muy amiga del señor Víctor.

-¿Quién es él?- preguntó Rebecca cuando Esteban dejó la oficina.

-Es hijo de uno de los empleados.- mentía el hombre.

-Es bastante atractivo, tiene un aire de virilidad fascinante, muy masculino.- hablaba la rubia emocionada.

-¡¿Acaso te gustó, gatita?!- jugueteaba el señor Víctor.

-Me encantó, así es como me gustan, jóvenes y guapos.

-Sabía que te gustaría.- acerca a la mujer más a su cuerpo.

-Me conoces bien.- la mujer besa en los labios al hombre. -¿Pero es casado?- Víctor se incomoda por la pregunta, pero responde rápidamente.

-No.

-¿Y por qué el anillo?- Rebecca es una mujer muy detallista.

-Bueno, en realidad es divorciado, pero todavía no se deshace del anillo.

-Ósea que está disponible.

-Sí.

-¡Perfecto!- dijo para luego besar al hombre con sensualidad.

-Pero Becca, sé discreta por favor.- pedía el señor Aguilar.

-Te lo aseguró, Víctor, nadie lo notara, pero de que me quedo con ese papacito, me quedo.

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora