15. No te esfuerces.

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La plática con su amiga prosigue un poco más y luego el timbre en la puerta las hace colgar. Alondra se levanta del sillón y va hasta la puerta para ver de quién se trata.

-Firme aquí.- le indica el mensajero para poder hacer la entrega de todos los libros que ella pidió. El hombre le entrega seis cajas de tamaño mediano y simplemente las deja en la entrada.

-Entonces yo debo llevarlas adentro.- se dice Alondra. –Bien, creo que podemos, ¿verdad renacuajo? La joven empieza a empujar de un lado la primera caja  con las piernas y al decir verdad está bien pesada, por esa razón decide emplear las manos. Se esfuerza más de lo que debiera y lleva la caja hasta la sala.

-Bien, va una…- lanza un suspiro y continua. –Faltan cinco. De nuevo va a la puerta y comienza empujar la siguiente caja, en el momento en que se encuentra recorriendo el pasillo, una punzada en el vientre la hace parar de inmediato. Descansa un par de minutos y sigue empujando.

-¿Y sí la alzo? Así terminaría más pronto.- Toma los lados de la caja con ambas manos y se prepara para levantarla. -1…2…y…3.- Levanta con fuerza la caja y recorre rápido el pasillo para llegar a la sala, deja la caja en el suelo. -¡Sí pude, ahora las que siguen!- Llevó las siguientes dos cajas de la misma manera, las alzaba y salía en carrera hacía la sala. Se había tardado más con la quinta caja que con las otras, se estaba empezando a sentir un poco mal, pero ya casi llegaba Esteban y debía tener todo listo para cuando llegara él. Cuando dejo la caja en el sitio, sintió un leve mareo,  pero lo ignoro.

-¡Una más Alondra, una más!- se alentaba a sí misma para darse ánimo. Volvió a la puerta y levantó la última caja y a como pudo la llevo en sus brazos hasta adentro. Al llegar se dejó caer en el sillón y el malestar en su vientre se agudizo un poco más que antes.

-Tranquilo, ya casi acabamos.- abrió la primera caja y saco los libros que allí habían, eran muchos y se veían estupendos.  

Se llenó los brazos con unos siete pesados libros y subió las escaleras para acomodarlos en la estantería. Bajo y subió con más libros, repitiendo el mismo proceso unas tres veces más, se sentía muy satisfecha al ver como se iba llenando poco a poco esa bonita estantería.

Una carga más de libros y subió los primeros cinco escalones cuando la puerta se abre y Esteban entra. Alondra se apresura a subir y acomoda los libros que llevaba.

-¿Alondra? ¿Dónde estás?- se escucha un poco alterado. La chica se apresura a bajar rápidamente las escaleras. -¿Qué significa todo esto?- le interroga él justo cuando la escucha acercarse. La chica va emocionada, pero su cuerpo ya no puede seguir más su ritmo y al llegar a los últimos escalones, pierde las fuerzas en sus piernas y todo se pone oscuro a su alrededor y finalmente se deja ir.

-¡ALONDRA!- es lo último que ella llega a escuchar antes de perder el conocimiento.   

Esteban corre rápidamente antes de que Alondra caiga al suelo y se haga daño.

La joven cayó en sus brazos, tiene mal aspecto, se ve pálida y no reacciona.

-Alondra.- le habla fuerte. -Alondra reacciona, despierta bonita.- el miedo se apodera de él, la chica no reacciona y cada segundo que pasa se ve desmejorar.

Mientras busca con su mano temblorosa el celular en su bolsillo, recorre su cuerpo con la vista, todo parece estar bien hasta que una pequeña mancha roja en la zona de la entrepierna despierta su inmediata preocupación.

Llama a emergencias y en cinco minutos después aparece una ambulancia, los paramédicos la atienden rápidamente y todos se dirigen al hospital. Durante el viaje Alondra no muestra ninguna mejora y esto está poniendo aun peor a Esteban.

-Joven, ¿usted es el esposo, verdad?- un hombre de edad avanzada con bata blanca se acerca a Esteban.

-Sí, soy yo.- se levanta rápidamente de su silla. -¿Cómo está ella?

-Ahora se encuentra bien.

-¿Y el bebé?- pregunta Esteban al recordar la mancha.

-El bebé también se encuentra bien. Pudo haber sido peor, su esposa estuvo haciendo demasiado esfuerzo para su estado y el cansancio aunado al embarazo, generaron el desmayo.

-¿Se pondrá bien? ¿Hay algo qué pueda hacer?

-Sólo asegúrese de que no se esfuerce demás, podría poner en riesgo la vida del bebé.

-Se lo diré. ¿Puedo verla?

-Claro, pasa. Ahora está dormida por el agotamiento, pero pasa. Yo debo ir a ver otros pacientes, cuando estén listos y lo deseen podrán irse.

-Gracias.- Esteban agradece e ingresa a la habitación. Camina hasta estar al lado de Alondra, de manera suave y gentil toma la mano de la chica entre las suyas. La acaricia con sus dedos.

De verdad que le había dado un susto tremendo, esa jovencita y su bebé eran sus responsabilidades ahora y era él a quien le correspondía velar por ambos.

Por muy caprichosa que fuese, seguía siendo como una niña indefensa víctima de la situación, igual que él.
Poco a poco Alondra despertaba al sentir el tacto de Esteban en su mano.

-¿Cómo te sientes?- le preguntó en susurro.

-Bien, ¿pero qué pasó? ¿dónde estoy?- la chica se encuentra confundida.

-Tranquila, estamos en el hospital, te desmayaste.

-¿Me desmaye?

-Así es.- Esteban lleva con su mano un mechón de cabello de la chica detrás de la oreja de la joven. -¿Qué hacías? El doctor dijo que fue por esforzarte demás.

-Yo...estuve cargando unas cajas.

-¿Estás loca? Eso es muy peligroso en tu estado, pudiste hacerte daño, pudiste hacerle daño.

-Yo...quería darte un obsequio.- Alondra comienza a recordar.

-¿Un obsequio?- Esteban es ahora el confundido.

-Ya recuerdo, yo buscaba la forma de hacer algo lindo por ti, en agradecimiento por todo lo que has hecho por mí...- una lágrima amenaza con salir.

-Tú no tienes que agradecerme nada, es mi deber cuidarte y al parecer...no lo estoy haciendo bien.- se siente culpable ahora.

-Te equivocas.- interviene ella. -No es tu culpa, tú sólo has tratado de hacerme sentir bien y quizás yo no he sabido apreciar eso...de verdad lo siento Esteban.

-Yo...no sé que decirte.

-Sólo quiero...poder agradarte un poco.

-¿Pero qué dices? Tú me agradas.- Esteban le sonríe y esta sonrisa resulta ser cálida y reconfortante para Alondra.

Alondra devuelve el gesto con otra sonrisa y Esteban acaricia la cabeza de la joven con ternura.

-De verdad me asustaste, no lo hagas de nuevo. Prometelo.- sostiene todavía la mano de la joven en su mano derecha y con la izquierda levanta un poco el mentón de la chica para poder ver los bonitos ojos azulados de la joven.

Ella se deja perder un instante en aquellos preciosos ojos azulverdosos y en esa mirada profunda e intrigante.

-Lo prometo.- le responde sin quitar la vista. Esteban sonríe de nuevo. -Aunque quizás haya hecho algo...que tal vez no te guste y te molestes conmigo.

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora