28. Libre.

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Hola, ya estoy de vuelta. Disculpen la tardanza, pero la semana pasada me la pase bien enferma, me dolía todo el cuerpo y andaba mal del estómago, pero gracias a Dios ya estoy mejor y el día de hoy ya les tengo un capítulo nuevo. Espero que lo disfruten. Les recuerdo mi Instagram: paola_lee198. Y no olviden dejar sus votos y comentarios ya que me encanta saber que les gusta mi historia.

* * * * * *

-Pasa, siéntate en el sofá.- le indicaba Rebecca a Esteban mientras se adentraban en el departamento. El lugar era bastante espacioso, paredes en color celeste pastel haciendo juego con la decoración de colores cálidos que tenían los muebles y los cuadros de la pared, parecía tener buen gusto en decorado. Esteban tomó asiento y la mujer se lo dejó solo unos minutos para poder revisar la información.

El joven observaba todo a su alrededor con curiosidad, la mujer tenía cosas interesantes, muchas figuras en cerámica de pájaros, pequeñas aves de madera y cuadros en acuarela también de pájaros. Pero una fotografía sobre la mesa de vidrio en la sala llamó su atención. Dentro de un marco pequeño de madera había una foto de Rebecca bien abrazada al señor Víctor mientras este le besaba cariñosamente la mejilla. La foto parecía tomada por ella por la forma en la que tenía el brazo y daba la impresión de que era una foto reciente.

-Bien, ya corregí los datos y todo está bien.- comenta la mujer de un momento a otro entrando en la sala.

-Entonces creo que ya me voy.- Esteban se levantó del sofá y acomodaba su ropa para salir del lugar, pero la mujer no quería dejarlo ir, no aun.

- ¿Cuál es la prisa? ¿Tienes algún lugar a al que ir?- se aproximaba seductora al joven.

-Me tengo que ir a mi casa con mi esposa.- le decía Esteban, pero a ella parecía no importarle mucho y la distancia era menos entre ellos.

-Deja ya esa ridícula excusa de la esposa y déjate llevar, tú me gustas y sé que yo a ti también, solo besémonos y hagamos lo que queramos.- le murmuraba acercándose a los labios del joven y el simplemente la apartó.

-No es ninguna excusa y lo que yo quiero hacer es irme a mi casa ahora mismo, yo no estoy interesado, de verdad.- Esteban empezaba a irritarse. -Soy un hombre felizmente casado.

-Deja ya de mentir o voy a terminar creyéndote.- le decía la mujer.

- ¡Pero es que no te estoy mintiendo! Estoy casado con la hija de tu jefe.- la mujer se quedó atónita.

- ¿Qué?

-Lo que oíste, mi esposa es Alondra Aguilar, la hija de tu jefe es mi mujer y está esperándome en la casa, así que si no te importa, yo me largo de aquí.- camino apresurado y molesto hasta llegar a la puerta.

- ¡Vuelve aquí! Sí te vas, te despido.- amenazaba la mujer. -Esa niña no puede ser tu esposa.

- ¡¿No me crees?! Pues date cuenta.- Esteban sacó su celular y buscó el número de Alondra para luego marcarle y llamar. Espero un par de tonos y la joven respondió.

-Esteban, ya me estaba preocupando, estaba por llamarte. ¿Ya saliste del trabajo?- le pregunta la joven inmediatamente después de los tonos. Esteban había puesto el altavoz para que la mujer la escuchara y cuando Rebecca la escuchó. Sus ojos de asombro lo decían todo, ella no dijo ni pregunto nada, estaba demasiado impactada y confundida.

-Sí, bonita. Ya salí y voy camino a casa.- le respondió Esteban a Alondra.

-De acuerdo, aquí te esperamos, un beso.- se despedía la joven.

-De acuerdo, nos vemos en casa.- Esteban cortó la llamada y observó el asombro de la mujer.

-Entonces, es verdad.

-Lo es.- afirmaba él.

- ¿Esperamos?- musito ella por lo bajo, pero Esteban la escuchó.

-Sí, estamos esperando un hijo.- Esteban abrió la puerta y se disponía a salir. La mujer seguía conmocionada y estática.
- Esteban, creo que lo mejor sería que tú...- comentaba ella.

-Descuide, yo renuncio. Le enviaré mi carta mañana. No puedo decir que fue un gusto trabajar con usted, porque no lo fue. Solo le pido que...me deje en paz.- Esteban salió por la puerta cerrándola firmemente tras él, se subió al auto y se encamino al primer supermercado que encontrara abierto, buscaba galletas con chocolate y nutella, un antojo de su esposa.

Mientras tanto, Rebecca seguía en su casa tratando de asimilar lo que había pasado, lo mal que se había visto, la manera tan sucia y desvergonzada en la que...Víctor...la usó. Eso no se iba a quedar así, ese hombre no tenía ese derecho de jugar con ella como otra pieza más en un tablero de ajedrez, quería venganza y explicaciones. Cómo un hombre podría pedirle a otra mujer que intentara seducir al esposo de su hija, de su hija embarazada.

-Así que...solo soy una pieza en tu juego, pues voy a jugar, pero a mi modo, infeliz.- la mujer se dijo a sí mismo, tomo la fotografía que tenía en la sala y luego la arrojó contra la pared partiendo el vidrio del portarretrato en pedazos.

* * * * * * *

Luego de comprar las galletas y la nutella, Esteban ya iba por fin a su casa, estaba ansioso por regresar y ver a Alondra. Disfrutaba el hecho de sentirse enamorado de ella, le emocionaba verla y estar con ella. Pero aunque tratara de alejar su mente con bonitos pensamientos de su esposa, había algo que no lo dejaba tranquilo. La fotografía de esa mujer con su suegro lo dejaba confundido, toda esa situación era inusual. Esos dos parecían ser amantes, pero no tenía como afirmarlo porque jamás los había visto juntos en un plan romántico ni nada que diera a entender que eran algo más que compañeros de trabajo. Descubrir de esa forma que su suegro engañaba a la madre de su esposa era bastante fuerte. Era extraño que ese hombre que prácticamente obligo a su hija a casarse para evitar habladurías, estuviera teniendo un romance con una de las socias de la empresa. Pero por qué ella insistía en seducirlo a él teniendo a Víctor, era la pregunta que rondaba en la cabeza del joven. Y será posible qué Víctor estuviera al tanto de que su amante quería engañarlo... Eran muchas preguntas sin respuesta, así que mientras no tuvieran respuestas, era mejor no preocuparse por eso ahora. Pero sí algo era cierto, era que iba a ser difícil estar sin trabajo nuevamente, tendría que solucionar ese problema pronto.

* * * * * *

Al día siguiente, ya con la carta de renuncia de Esteban sobre su escritorio, Rebecca daba vueltas en su oficina sobre sus altos tacones. Respiró profundo, salió a paso firme y seguro por el pasillo hasta llegar a la oficina de Víctor. Abrió la puerta de un solo golpe y entro sin pedir permiso.

- ¡Víctor, maldito viejo bastardo y sinvergüenza! ¡Tenemos que hablar!- entraba Rebecca haciendo escándalo captando la atención de la gente dentro y fuera de la oficina y además del asombro de Víctor.

- ¿Te volviste loca, Rebecca? ¿Qué haces aquí?

- ¿Vine a preguntarte, por qué rayos me pediste que sedujera a tu yerno?- la gente que estaba ahí con él se quedaron asombrados y la cara de Víctor era de película de terror.

- ¡Sal de aquí!- le exigió él.

-Oh, claro que saldré y saldré con todo lo que es mío. Tomaré todas mis acciones en está estúpida empresa y me largare de aquí con mi dinero.

-Tú no puedes hacer eso, son un...

-Un cuarenta y cinco por ciento y por supuesto que lo haré, así es como yo juego. Me iré de aquí con mi dinero sino quieres que vaya a contar todo lo que sé y buena suerte levantando casi de cero tu "imperio", "respetado señor Víctor Aguilar".- la mujer salió del lugar cerrando de golpe la puerta, sabía que ese hombre le pediría una explicación y ella estaba deseosa de dársela.

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora