30. Sin Miedo.

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-Lamento todo eso, linda. Mi esposo, puede ser un poco molesto a veces.- se disculpaba la madre de Esteban tratando de amortiguar un poco el daño de aquel inesperado interrogatorio por parte del señor Alfonso.

Alondra entendió las intenciones de la mujer y le sonrió amable. –No se preocupe, he lidiado ya con hombres molestos, soy hija de mi padre.- bromeaba ella para que la señora Cecilia no se sintiera mal. Ambas ríen ya más aliviadas.

-Pero de igual forma, hay muchas cosas que he buscado y apartado especialmente para ti.

- ¿Para mí?- se sorprendió la joven.

- ¡Claro! Eres mi única nuera y se siente bien no ser ya la única mujer en la familia.- ríe, pero Alondra se queda en silencio.

-Con todo respeto, señora Cecilia, pero yo de verdad creí que no le agradaba, que me vería como alguna oportunista que utilizo a su hijo y que por eso me odiaba o algo así. Porque sí así fuera, yo la entendería. Soy…la niña que arruinó los planes en la vida de su hijo.- sentía ganas de llorar, no se había dado cuenta que aquel interrogatorio si la había hecho sentir un poco mal.

-Mi niña, no llores…- un par de lágrimas querían escaparse de sus azules y vidriosos ojos. –Yo no te odio, de verdad. Yo no podría odiar a la  mujer que hace feliz a mi único hijo.- Alondra se sorprendió. –Ven, vamos a mi acuarto. Caminaron un poco más por el pasillo y entraron al cuarto de los padres de Esteban.

-Siéntate, y yo me siento aquí.- Alondra obedeció y se sentó junto a la señora Cecilia en la cama. –Debo admitir que en un principio me sentía molesta por todo lo que estaba ocurriendo y seguramente me enoje contigo. Siempre fue buen hijo, buen estudiante, graduado de universidad y todo. Hubo un tiempo cuando recién se habían casado en el que Esteban me llamaba y me decía que se sentía mal, que era difícil, pero esas llamadas fueron unas pocas, Esteban siempre se ha hecho el fuerte frente a todos, incluso con nosotros y por eso no se quejaba ni nada. Eso me molestaba, yo creía que tú tratabas mal a mi hijo. Pero luego, me llamaba para comentarme que se sentía mejor, que tú no eras como él pensaba, que le agradabas y poco a poco hablaba más y más de ti. No tardé mucho en darme cuenta que mi hijo siente algo hermoso por ti, y eso lo tiene muy feliz. Alondra estaba asombrada por todo lo que la señora Cecilia le decía y escuchaba atenta cada palabra. -Me di cuenta de que mi hijo se había enamorado. Verlo enamorado y feliz me hace feliz a mí. Como mamá siempre vas a querer que tus hijos sean felices al lado de alguien que los quiera.

-Yo de verdad quiero mucho a su hijo, señora.- confesaba Alondra.

-Lo sé, y aunque esta no haya sido la situación que imaginaba para mi hijo, lo importante es que estás aquí ahora y son felices juntos.- Alondra sonreía. – Es por eso que te pido que cuides bien de mi Esteban, es un chico testarudo a veces, algo serio y reservado, pero sé que te quiere mucho y quizás tarde en decirte que te ama, pero cuando lo haga, ten por seguro que será de verdad. No lo vayas a lastimar porque aunque parezca ser muy fuerte, no es de hierro.

-No se preocupe señora, yo siento lo mismo por él y tampoco quiero lastimarlo, está situación tampoco me la imaginaba, pero me llevo a él. Luego de risas y más conversaciones, la madre de Esteban le mostraba algunas cosas que podrían servirle ahora que estaba embarazada, como por ejemplo algunas prendas maternales que ella guardaba. También le mostraba fotos de cuando Estaban era más pequeño.

-Se ve muy guapo aquí.- comentaba Alondra mientras sostenía la foto de graduado universitario en sus manos. Esteban sonreía con su diploma en la mano, su habitualmente rebelde cabello, estaba bien peinado. Se veía muy formal en la fotografía, una imagen que siguió conservando cuando lo conoció.

-Ahí estaba muy contento, había cumplido una de sus metas.- le comentaba la señora Cecilia.

Ambas siguieron conversando y viendo cosas que guardaba la señora Cecilia de Esteban. Alondra la escuchaba atenta y observaba todo lo que le mostraba y las historias detrás de esos objetos. Podía conocer finalmente lo que era una familia muy unida.

Mientras tanto, en la antigua habitación de Esteban, el señor Alfonso y el joven estaban  entablando una conversación no tan amistosa.

- No entiendo qué es lo que tratas de decirme, papá.

-Sobre esa niña, no debes enredarte emocionalmente con ella. Recuerda, eres solo un amigo que la está ayudando en un apuro.- le recordaba el señor Alfonso. Esteban solo guardaba silencio. –Ella es más joven que tú, bien podría ser hermana tuya.

-Pero no lo es. Ella no es mi hermana, yo no tengo hermanos, papá.

-Pero sí los tuvieras, podrían tener la edad de esa niña. Tú ya eres un hombre adulto, deberías comportarte como tal. Todo esto es un contrato con el que debes cumplir al cabo de dos años. No te involucres con ella, no quiero que termines herido, hijo, entiende a tu padre.

-Lo sé y te entiendo papá, pero…

-No creo que de verdad quieras a esa muchachita, seguramente estás deslumbrado con ella.

-Su nombre es Alondra, y no creo que yo deba demostrar lo que sienta o no por ella.- Esteban no quería seguir con el tema. –Además, ya es un poco tarde y seguramente debe estar cansada. Creo que ya nos vamos papá, los veo después.

Esteban salió de la habitación y fue a buscar a Alondra, la encontró a ella y su madre bastante entretenidas viendo fotos y abriendo cajas. Sonrío ante la escena.

- ¿Ocupadas?- pregunta Esteban al verlas y logra llamar la atención.

-Hijo, sólo le mostraba algunas cosas a Alondra.

-Me da gusto que se estén llevando bien. Pero creo que ya debemos irnos, mamá.

- ¿Tan pronto, hijo?

-Sí, es que tenemos que ir a comprar algunas cosas.

-Está bien, pero vuelvan pronto.

Luego de despedirse y acomodar algunas cosas que la madre de Esteban le había dado a Alondra, se fueron de vuelta por donde llegaron. Durante el recorrido Esteban estuvo muy callado, parecía pensativo, sin duda en algo estaba pensando. Se detuvieron frente al mismo mini-supermercado que pasaron anteriormente, buscaba un espacio para estacionar y se quedaron dentro del auto un par de minutos, algo tenía tan pensativo a Esteban y Alondra quería saber, por eso buscaba algo de conversación con él.

-Tu madre es muy amable.

-También le agradaste a mamá.- el joven le sonríe

- ¿Por qué estabas tan serio?- Alondra podía verlo en su rostro.

-Los comentarios de mi padre.- Esteban recordaba las preguntas que le había hecho a Alondra.

-No te sientas mal por eso, estoy bien.- le animaba ella.

-Cree que no debería sentir nada por ti.

-¿Tu papá?

-Sí, que debo ser solo tu amigo y no debería sentir nada por ti...que no debo enamorarme ni dejarme deslumbrar por ti. Lo que no sabe es que ya es muy tarde, ya me enamoré y te amo.

Esteban contaba todo con total naturalidad, pero no se había dado cuenta de la mirada de asombro que había puesto Alondra.

- ¿Qué cosa? -pregunta ella esperando escucharlo decirlo de nuevo.

-Que yo te amo.- repitió Esteban dándose cuenta de lo que acababa de decir hasta que terminó. Volteó a ver con timidez a Alondra, pero ella lo observaba desde antes con una amplia sonrisa en el rostro y un brillo especial en sus ojos.

-Es la primera vez que tú me dices "te amo" tan directamente.- ella le acaricia con dulzura la mejilla de él con su mano.

-Yo...es que yo...- Esteban no quería que Alondra se incomodora, pero tampoco se había dado cuenta de la sinceridad de sus palabras hasta que las escuchó salir de sus propios labios, realmente amaba a esa jovencita frente a él y finalmente lo había admitido.

-Yo también siento lo mismo por ti, yo también te amo, Esteban. La joven se quitó el cinturón de seguridad y no espero ni un segundo para demostrarle ese amor con un beso lleno de dulzura, de confidencia.

No importaba el lugar ni el momento, ese instante se volvía eterno y perfecto. Finalmente pudieron decirse esas dos palabras que marcaban una gran diferencia. Alondra llevaba mucho tiempo sintiéndolo, pero no se animaba a decirlo, por otra parte, Esteban le tenía un poquito de recelo a esas palabras por lo que había pasado con Margaret, pero ya no sentía tanto miedo de declararlas tan abiertamente a ella, a Alondra.

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora