34. Hermanos.

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Eran las ya las 8:00 am, Esteban se había ido ya a trabajar y el señor Armando se había citado con la señora Gabriela para ir a la empresa del señor Aguilar.

―Logré dormir sin sufrir de claustrofobia, así que creo que todo va a salir bien. – bromeaba el señor Armando con su sobrina a causa del pequeño tamaño del departamento. –Todo ya está listo, tu madre ya está en la empresa, solo falta que llegue el más guapo, ósea, yo.

―Ay tío, que gran autoestima tienes. – decía Alondra mientras colocaba las tazas de café en la mesa.

―Lo sé, lo sé, soy grande – recibía y agradecía el café, luego de dar un par de sorbos, dejo la taza en la mesa y se puso de pie.

―Bueno, ya yo me voy, no quiero hacer esperar a tu madre y que padre se vuelva loco de furia. – se despedía de Alondra dejándole un beso en la frente. ―Cuídate mucho, princesa. Nos vemos más tarde y vigila a tu primo, trata de que no se meta en problemas.

―No te preocupes, tío. Yo me encargo. – la joven le seguía el juego a su tío.

―Ya oíste, Marco. Pórtate bien y no le des problemas a tu prima. – hablaba en dirección al sofá en el que dormía plácidamente el joven Marco, parecía dormido, pero Armando, siendo su padre, sabía perfectamente que de igual forma podía escucharlo.

–Ahora sí ya me voy, hasta luego, princesa. – el señor Armando salía por la puerta despidiéndose con la mano y cerrando la puerta tras él.

―Hasta luego, tío. – respondía Alondra. La joven se acomodaba mejor en la silla y seguía con su desayuno. Pronto se levantaba Marco del sofá y tomaba su lugar en la mesa.

―Buenos días, prima ¿Puedo desayunar? – le preguntaba el joven observando algo de pan tostado sobre la mesa y percibiendo un  olor a huevos revueltos.

―Claro, sírvete pan, hay café sí quieres. – le invitaba Alondra.

―Muy bien, pero sucede que sin mis lentes…- el joven se levantaba de la mesa y buscaba los lentes dentro de su mochila. –No logró distinguir muy bien y menos recién levantado.  – se colocó los lentes una vez que los encontró y se dispuso a servirse café.

Desayunaron tranquilamente viendo la televisión que quedaba perfectamente visible desde la cocina y conversando de varias cosas para poder conocerse mejor.

― ¿Entonces tú sí sabes quién es tu mamá? – le preguntaba Alondra a Marco.

El tema de la adopción de Marco había surgido entre la conversación y a Marco parecía no incomodarle hablar de ello.

―Sí, tengo vagos recuerdos de cuando estaba con ella, pero no son cosas muy claras, tenía apenas tres años cuando los de servicios sociales le quitaron mi custodia a mi madre. Por no cuidar bien de mí, que yo presentaba desnutrición y ella tenía problemas con las drogas.

―Seguramente fue difícil. – comentaba la joven.

―Supongo, la verdad no me acuerdo de mucho, a lo mejor y mi cerebro reprimió todo aquello. – el joven seguía comiendo su tazón de cereal.

―Pero tío Armando dijo que te adoptó en Los Ángeles.

―Sí, soy de origen estadounidense, pero adoptado por un padre latino que tiene también ancestros europeos y criado bajo costumbres de ambas culturas. – le explicaba el joven Marco.

―Suena interesante. – Alondra se llevaba una tostada con mermelada a la boca.

―Lo es. – el joven le sonríe y sigue comiendo hasta acabar con todo en el tazón. –Y bien, primita ¿qué podemos hacer para divertirnos juntos?

Papá por Encargo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora