M: The Japanese House - Still.
Algunos estudiantes en el campus decían que Cat estaba enamorada de Lisandro. Y muy en el fondo, ella sabía que ciertas cosas sobre los rumores no eran del todo mentira, sino que se habían tergiversado al viajar de boca en boca. Justo ahora, Lisandro la miraba como si fuera un bicho raro, o una especie extraña de animal en peligro de extinción. Por lo que no podía evitar que, la manera inexpresiva de él al escrutarla, le hiciera sentir nerviosa.
Fingiendo que no había oído la pregunta que el muchacho acababa de hacerle, vio por encima de su hombro derecho, a donde el resto de los miembros del club bailaban distraídos en el centro de la pista; sin saber que en ese rincón en el que estaban sentados, a una la consumía la tristeza por guardar silencio tantos años y a otro se lo comía la curiosidad por dentro.
Hacía frío, pero aun así Cat sentía el cuerpo abrasado.
Y era así cada vez que estaban el uno frente a la otra; si lo miraba a los ojos las imágenes del pasado se proyectaban en sus pupilas grises, que a veces parecían transparentes. Sin embargo, la desilusión se apoderó de ella apenas él había pronunciado la pregunta. Entonces Catalina supo que no era otra cosa sino lástima lo que lo impelía a mostrar interés en su insomnio, mencionado minutos atrás.
Desde que Cat había terminado con su novio, Lisandro parecía menos enojado con ella, más atento a sus movimientos: le hablaba con frases que reflejaban no menosprecio, sino una indiferencia superficial. Se había dado cuenta de que era una realidad que los dos intentaban esconder, pero que seguía allí, en el interior de su cuerpo, creciendo un poco más siempre que detalles como esos sucedían.
—¿Qué tan difícil puede ser para ti responder? —la urgió él como si la pregunta fuera demasiado importante.
Catalina padecía insomnio, pero el terapeuta le había dicho que no era un caso clínico. Con el tiempo, se había acostumbrado a dormir muy pocas horas, sobre todo cuando a él se le antojaba hablarle, cuando su voz se quedaba con ella hasta el alba...
... Sin embargo, Lisandro no sabía que en parte él sí era culpable de sus noches de noctambulismo.
Ella consideraba a su insomnio una penitencia voluntaria; y seguía estando dispuesta a mantenerse despierta siempre y cuando fuera él quien ocupara sus pensamientos.
Habían sido amigos cuando pequeños. Y ahora estaban allí, esperando una reacción, por mínima que fuera, del otro, sin recibir más que movimientos torpes y retahílas atropelladas. Y si éstas venían del lado de Cat incluso eran peores.
Una voz en su cabeza le decía que él la odiaba por haberlo dejado; porque se suponía que eran amigos. Y los amigos no se abandonaban nunca. No obstante, ella todavía no le decía por qué nunca había regresado a Púrpura. Y en ese instante tampoco tuvo el sentimiento de hacerlo.
Él ya parecía lo suficientemente enojado...
—No tengo por qué responder —susurró.
Lisandro hizo una mueca porque no podía escucharla con claridad; oía levemente su voz, pero mezclada con los murmullos de la música en el Benny's, un restaurante que se hallaba cerca del campus de la universidad en la que llevaban tres años estudiando.
—Sí que tienes problemas —musitó él con total parsimonia, al tiempo que levantaba un vaso largo, transparente, y bebía del líquido marrón dentro—. Solo pregunté el porqué del insomnio...
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.