M: Ghostly Ksses - Such Words.
Bloomington, Indiana; marzo del 2008 (tiempo presente).
Hasta que Enric Andreev no se lo dijo, Lisandro no sabía que el estilo mariposa era su fuerte. Aunque el entrenador personal que Matteo Rocca pagaba años atrás le había enseñado mucho, su capacidad total la había explotado apenas conocer al ruso.
Emergió del agua y esperó su plusmarca. En las gradas había mucha gente, personas a las que nunca había visto. Los vítores no demoraron al leerse su nombre en la casilla con el número uno. Se lamió los labios; sintió las palmas de los otros competidores que le felicitaban, para luego nadar hasta la escalerilla. Por alguna razón, la victoria tenía un regusto amargo. Nadó, muy intranquilo, hacia el filo de la piscina, donde Thomas lo esperaba con una toalla en el brazo.
Lisandro hizo ademán de agarrarse del tubo, pisó uno, dos escalones, hasta que se encontró la palma de Thomas que lo recibía con una sonrisa. Se agarró con fuerza y dejó el agua abajo. Su amigo le extendió la toalla, que él se colgó de un hombro. Tenía que quitarse el gorro primero. No vio sus visores por ningún lado; entonces supo que los había dejado flotando en el agua, como siempre que lo atacaba la ansiedad por ver sus tiempos.
Ver que había ganado de nuevo no lo hacía sentir mejor. Los días que habían pasado todo con Catalina había vuelto a la «normalidad». Lo que quería decir que no se hablaban más que para saludarse. Sin embargo, era capaz de ver que algo extraño seguía allí, creciendo, entre ambos. Quería saber qué era, pero eso significaba hablar con ella y le había quedado más que claro que era lo que menos deseaba la chica.
El portavoz indicó el after para los estudiantes que ya se había vuelto típico en el club tras terminada una competencia, sin importar el deporte que fuese el centro. Lisandro se limitó a recibir los abrazos de su propio equipo, incluso de Dwain, al que su cuerpo repelía involuntariamente. En el fondo, Lis sabía que el joven no tenía culpa alguna de que Catalina hubiese tratado de estar con él, solo para compensar sus miedos, las cosas que nunca podían decirse, las palabras que se les ahogaban cuando intentaban charlar como dos adultos.
Enric se aproximó a él y le susurró al oído un «felicidades» al que se había acostumbrado; el entrenador era un tipo alto, con una calva lustrosa; oriundo de un lugar en Rusia, del cual Lisandro siempre olvidaba el nombre. Había ganado dieciocho medallas olímpicas y lo había incursionado en el estilo de mayor dificultad.
Antes de morir, su abuelo le había hecho prometer que jamás fijaría sus metas en base a lo que alguien más le dijera, que siempre seguiría sus instintos. Enric Andreev decía lo mismo, pero su mente, sus pensamientos ambiguos y sus fantasías amorosas, gritaban que un sueño como aquel no le sabría a nada si lo que más anhelaba le sería negado totalmente.
Un par de chicas se sentaron junto a él en la banca de descanso; también eran miembros del club, solo que por distintos deportes. Lisandro entabló una plática obsoleta con ellas que consistía en suposiciones sobre su futuro. Todo mundo estaba ahí para ver, después de todo, qué tanto le esperaba. A veces sentía que iba por el camino equivocado, y se había llegado a plantear la posibilidad de cambiar de universidad, aunque por aquellos días esta vaga idea resultara una broma de mal gusto que solía hacerse a sí mismo.
Comentó que tal vez iría a la fiesta de esa noche, que si no se sentía muy agotado por allá se lo vería. Thomas fue el más interesado en esta propuesta, ya que sus agendas muy pocas veces les permitían darse un respiro. Enric Andreev los mantenía bajo una rigurosa dieta, que complementaban con horas exactas de sueño, salidas limitadas y nula ingesta alcohol.
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.