M: Oh Wonder - Technicolour beat.
Entre hermanos existía un vínculo de sangre que no se podía romper así las diferencias físicas y sentimentales fueran kilométricas. Vittorio, mientras observaba a Lisandro agachar la cabeza y ocultar la mirada de las exigencias de su padre, se preguntaba por qué no soportaba todo eso que a él nunca le había parecido más que el agobio de un par de monstruos. No sabía qué sentir y, a pesar de todo, nunca le había dicho que la ira en él crecía y se le pegaba a los músculos como la más dolorosa de las magulladuras.
El desfile de emociones encontradas que se esparcían en su pecho cuando lo tenía al frente, pese a que eran muy pocas las ocasiones, se incrementaba al grado de percibir ardor en las sienes, las venas de las muñecas y en la nuca, donde también se le erizaban los vellitos. Se echó el líquido de su copa hasta el fondo de la garganta con la intención de aminorar la carga que se le acumulaba en los párpados: no podía dejar de ver todo lo que Lisé tenía, aún sin tener nada, más que él.
Lo que no sabía era que aquellas esperanzas muertas en su corazón se reducían a la inexperiencia que, gracias a su madre, Vittorio había sido condenado a demostrar; su tarjeta de presentación, como muchos lo sabían, era la ávida sensación de ser mejor que todos: mejor que cualquiera, excepto que su hermano. Y era Rita Rocca quien le había infundado aquel pensamiento insano de que Lisé estaba todo el tiempo tratando de dejarlo abajo.
Un tipo se acercó a él y le preguntó si le llenaba la copa de nuevo, en la que, después de asentir, volvieron a servirle champaña. Lisandro se había vestido con un frac de color gris; al observarlo con tanto detenimiento se dio cuenta de que era más parecido a su padre que él mismo, con su cabello castaño y lacio, y sus ojos grises, más la piel de aspecto lívido, que por casi no recibir los rayos del sol daba la apariencia de una suavidad virginal, que él no tenía debido a sus más recientes vacaciones en la playa.
Fue entonces, cuando volvió la vista hacia la mesa del buffet que se hallaba casi a la entrada del chalet, que la vio: Catalina entraba en el sitio de la mano de su hermano César, que se lo veía calmado, bien vestido, con un traje negro muy similar al de Axel; ninguno de los dos llevaba corbata, y los botones de sus camisas, los del cuello principalmente, iban sueltos hasta el inicio del pecho. Detrás de Cati había una chica rubicunda, vestida de manera sencilla y poco lujosa, pero muy hermosa, tanto que a Vittorio le fue imposible no notar que venía del brazo del mayor de los Medinaceli.
Sin embargo, fueron los ojos de Cati, y no de los varones a los que él miraba, los que lo inspeccionaron casi en el acto; por la naturaleza de su ser acostumbraba a no sentir vergüenza, mas en ese instante algo parecido a lo que era un resquemor profundo y espinoso se afianzó en el músculo que palpitaba bajo su esternón. Éste le dio un vuelco, al encontrarse en vivo y en directo con los ojos castaños de Catalina; quien ahora se había convertido en una joven llamativa y deslumbrante, con una hermosura antigua y peculiar. Por supuesto que podía entender por qué su hermano la imaginaba como una figura inmaculada, que se rompía al más mínimo de los daños.
La amargura se cernió en su mente cuando el recordatorio de lo que le había hecho inundó sus memorias; había, arraigada en su cabeza, una reticencia a la que su madre calificaba como debilidad que se debe exiliar de las personalidades. Para Rita, Vittorio era la representación de sus mayores triunfos, y aunque él, en presencia de su madre, se comportaba como ella deseaba, en el fondo de sus pensamientos se sentía el mayor fracasado sobre la faz de la tierra.
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.