M: Fjord - Blue.
Agua; incolora, inodora e insípida agua. Se sumergió de nuevo por orden de Enric, quien bufó con su silbato. En el carril derecho, a su lado, Charlotte lo hacía con el mismo ímpetu, pero con mucho mayor control. Catalina pataleó tan fuerte como pudo y sin embargo, la chica volvió a ganarle. Al tocar el otro extremo de la piscina, escuchó apenas cómo el entrenador les ordenaba salir.
Lo hizo.
Fedra se le aproximó, sonriendo, y la mirada de Charlotte anunciaba una disculpa cuando se encontró con ésta; sabían que la siguiente escena iba a ser incómoda y repetida. Las mismas palabras de siempre que alguien no actuaba como un nadador profesional, saldrían de la boca del entrenador. En esta ocasión, era Cati quien cargaría con las consecuencias: la noche anterior no había podido pegar un ojo, y se la había pasado imaginando qué decirle a Lis.
Lanzó una mirada fugaz hacia la banca de los chicos, en la que el susodicho estaba sentado; no la había mirado todavía, ni había dado señales de querer acercarse a ella. No obstante, no era indiferencia lo que Catalina vislumbraba en sus ademanes, y de hecho, no podía decir qué era eso que se le traslucía a él en los ojos.
—¿Hay algo de lo que quieres hablarme? —preguntó Enric, con acento cargado de ironía.
Muchas otras veces, les había dicho —más bien, exigido— que dejaran sus problemas en la habitación del dormitorio, que allí en aquel espacio, solo había lugar para los valientes que enfrentaran la vida sin despegar los pies del suelo; implícitamente, era lo mismo que le había dicho Axel el domingo después de que había llamado para anunciarle que las vacaciones del verano tendría que practicar más, así que no tenía ningún caso que volviera a Madrid.
En realidad, Catalina ya no sentía que Madrid fuera su casa, porque todo lo que deseaba era recuperar el aliento, que había perdido durante aquellos años; cada vez que trataba de ver hacia atrás, sobre todo por esos días, su mismo cerebro le impedía evocar los recuerdos dolorosos, como si fuera un mecanismo de protección.
No había diferencia entre rendirse en la vida, o sea con Lisandro, y permitir que el cansancio le agobiara por completo, impidiéndole dar frutos en la alberca: llevaba todo un semestre esperando poder poseer aquella marca, y ahora que tenía frente a frente a su entrenador, le daba la impresión de que las cosas no eran ni negras ni blancas, sino que se habían quedado en una intermitencia de colores: grises, de hecho.
—Lo lamento —dijo.
—Catalina —suspiró el entrenador, que le puso una mano sobre el hombro y la hizo apartar de sus compañeras.
Ella se percató de que las chicas estaban preocupadas por ella, y ya era momento de que no deseaba ver la lástima saliendo por las miradas de sus compañeros; hacía mucho tiempo que había dejado la niñez atrás, y la adolescencia había huido de su cuerpo, desde el momento en el que había estado con Vittorio Rocca.
Pensar en él ya no le provocaba resentimiento, sino vértigo: y sentir vértigo siempre le hacía recordar a su madre, que lo padecía desde pequeña. Pensar en su madre le sacó una sonrisa, y el gesto descolocó a Enric, quien le estaba dando una cátedra sobre el interés que deben poner en un deporte que exige tanta disciplina y entrega.
—¿Qué te parece gracioso? —inquirió el hombre, cruzándose de brazos.
Cati negó con la cabeza, la agachó, y posteriormente, cuando la levantó, miró hacia Lisandro, que para fortuna suya, inclinado hacia adelante, vistiendo su bañador, y con las manos descansando en sus piernas, la estaba mirando también.
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.