M: Brika - Expectations.
A Franco le gustaba salirse de su zona de confort de vez en cuando, sobre todo porque el hecho de charlar con más estudiantes que no pertenecieran al club los sacaba de la rutina a la que estaban acostumbrados. Era el único que sonreía y admiraba las paredes de estuco, el recibidor y el hall principal de la fraternidad en la que se llevaba a cabo la fiesta; en el vestíbulo había un desfile de chicas que oscilaban en edades, pero él se creía inútil en el arte de adivinarlas; aquel era el talento de Thomas, que en ese momento parecía tener la mente a kilómetros de distancia.
Enric Andreev se había sentado con un colega en el fondo, junto a otros docentes de deportes. Los miró al tiempo que sonreía. Francesco intuyó que, mientras sus ojos se paseaban de arriba abajo en ellos, lo hacía para revisar que fueran ataviados como el reglamento del club lo pedía. Mucho tiempo antes se había convertido en una ley llevar encima como mínimo la sudadera del equipo, ya que les otorgaba cierta distinción entre los demás estudiantes del campus.
En efecto, Thomas, Lisandro y él se habían vestido con un jean de mezclilla, y la sudadera gris con franjas crema y carmesí; en la espalda se leía la gran ye que simbolizaba la naturaleza alrededor de Bloomington, aunque realmente nadie sabía con exactitud qué representaba. Enric soltó una carcajada que ellos escucharon a la perfección. Los muchachos, entendiendo el gesto como el permiso para entrar, enfilaron hacia el pasillo derecho, contrario a la dirección en la que yacía su mentor, que para entonces ya no estaba prestándoles atención.
—¿Quieren algo de beber? —les ofreció una chica rubia, vestida con el uniforme de las porristas, falda crema con tablas carmesí, o guindas.
Thomas le dijo que sí, pero sin poner atención realmente. Lisandro observó en derredor. El ruido proveniente de todos y de ningún lado lo había exasperado apenas poner un pie en la casa. Abundaban los chicos y las chicas, en todos los tamaños y complexiones, mas él se mostraba desinteresado. Estaba buscando a la misma de siempre.
—Ustedes están raros hoy —comentó Francesco. Miró su reloj de pulsera con el ceño fruncido. Eran apenas las once de la noche—. ¿Pasó algo en la competencia? —inquirió hacia Thomas.
Nadie tenía ganas de responder. Lisandro suspiró, un gesto que Francesco interpretó como un «no te va a gustar la respuesta». Su primo se limitó a negar con la cabeza, compungido. Se le atoró un improperio en la garganta cuando vio que ambos se miraban entre sí como si la opinión del tercero no importase en lo más mínimo.
Todos los miraban mientras caminaban en línea recta, apretujados entre la marea de gente que iba y venía por los pasillos y las habitaciones de la casa. Todos, y en especial Thomas, se sentían en el medio de un océano sin fin.
Ese era el problema con tener tantas ambiciones; dos años atrás, ninguno del equipo de veteranos del club de natación había resultado seleccionado para el equipo olímpico y allí todo mundo lo sabía. Francesco decía que era un viejo modo de promoción gratis. La universidad ya era conocida por sus grandes personalidades y en sus recuentos llevaban enlistados a deportistas galardonados; ellos no podían ser la excepción.
—Vamos al patio. —La chica volvió seguida de otro par de porristas, todas bonitas y con rostros maquillados pulcramente.
Los condujo al jardín trasero del edificio, que lindaba con la enorme construcción de la Fundación de Bloomington. Lisandro fue el primero en sentarse, junto a un camastro que se cobijaba por las sombras de dos tulíperos frondosos, árboles históricos y emblemáticos para Indiana desde hacía mucho tiempo. Francesco comenzó a charlar con las chicas. Thomas bebía del vaso rojo que la primera animadora le había dado.
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.