Capítulo 8

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M: Jarryd James - Do you remember.








Altozano (casa Medinaceli), Madrid; Mayo del 2000.









Axel se había repantigado en el sofá. Se talló con los dedos índices las sienes, porque tenía dolor de cabeza. El chasquido de la puerta en la habitación prorrumpió en sus pensamientos, por lo que levantó la vista en el acto para encontrarse con Aníbal, primo que en realidad era mejor amigo de su hermano César.

Se le quedó mirando, meditabundo, a la espera de que el muchacho de cabellera castaña y ojos azules le dijese qué ocurría.

—¿Y bien? —lo instó, desesperado.

Al irse su padre, Axel le había asegurado que Catalina y Lisa estarían bien, aunque sabía que la preocupación de los señores Medinaceli no radicaba por lo pronto en la más pequeña de sus hijos, sino en la penúltima, que se negaba a dejar su habitación y se había mantenido en un ayuno que a Axel le parecía perpetuo. La sabía furiosa con él, pero en el momento no había importado mucho.

Lo único que siempre había tenido en mente era alejarla de cualquier persona que le hiciera daño; y la familia Rocca significaba, de allí en más, la batuta de calamidades para su hermana que apenas había cumplido quince. Volvió a mirar a Aníbal a los ojos, asegurándose de, mientras se ponía en pie, no acuciarlo con ese carácter rígido que en ocasiones le salía de manera espontánea.

—No sé qué más quieres que haga, Axel —le respondió el otro.

Aníbal de la Fuente era uno de los jóvenes, luego de su hermano, más centrado que él conocía; le tenía una confianza casi irrompible. Sin embargo, el encargo que le había hecho no era el más fácil del mundo. Se limitó a asentir, cansado de no haber dormido bien durante todo aquel mes. Pero se obligó a creer que era lo mejor, sí, alejar a Catalina de aquella familia era sin duda la mejor decisión por su parte.

—Deberías respetar la decisión de Catalina. —Aníbal se mesó el cabello ralo, del cual se desperdigaban un par de rulos en su frente. Miró a Axel con desconfianza, para después resoplar—. Al menos pregúntale por qué no quiere decir nada... Con los vídeos del club tendremos todo. No habría necesidad de involucrar a la prensa.

Axel se volvió hacia él otra vez, una ceja enarcada. El otro joven negó con la cabeza porque conocía bien ese semblante de recriminación en el mayor de los Medinaceli. Tenía los ojos grises clavados sobre los suyos y Aníbal bien podía leer en ellos la pregunta: "¿estás loco?". Cubrió su boca con la palma de la mano derecha mientras se colocaba la otra en la pretina del pantalón.

Aníbal tenía casi dieciocho años, y en parte, junto con César Jr., su mejor amigo, se sentía culpable por lo que había pasado. Una parte de él se obligó a creer que las formas en las que sucedían las cosas eran planeadas, que había un fin para todo eso; pero la otra se empeñaba con atormentarlo. Al fin y al cabo había sido su fiesta de bienvenida lo que había provocado aquel error tremendo.

Ahora su mejor amigo estaba ciego, Catalina iría a un internado por los próximos tres años y la familia Rocca, si Axel y su tío César no cambiaban de opinión, acabarían en la ruina.

—¿Mi tío qué dice? —inquirió después, para romper el silencio que se había formado en la habitación.

Vio que Axel se mordía un labio, confundido.

—Lo mismo.

Entendió que no había más qué preguntar. La primera reacción de César padre había sido la misma que la de Axel: hundirlos a todos por igual. Y Catalina se había recluido en su habitación sin querer probar un bocado, atormentada por la culpa de haber bebido esa noche hasta no saber de sí. Aníbal había estado presente en casi todas las discusiones posteriores a que Junior despertase del coma, incluso en esa en la que Catalina le había rogado a su padre que se detuviera.

Púrpura (Versión 2010)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora