M: Broods - Bridges.
Mientras acomodaba su ropa en la valija Catalina hacía un ensayo mental sobre las posibles respuestas que le daría a Lisandro en caso de que, ya estando frente a frente con Vittorio, le preguntara por qué. Lo primero que pensó fue en decir lo que, a duras penas, le costaba guardarse por aquellos momentos. La manera en la que Lis la había vuelto a ignorar no pasaba desapercibida para nadie, lo cual le acarreaba un efecto mucho más humillante del imaginado.Años antes, había entendido que Lisandro se negase a escucharla siquiera porque había desaparecido de su vida. Su odio, aunque a veces parecía irracional, estaba bien fundamentado, ya que Catalina, tras haberse llamado su confidente personal, le había dejado en soledad durante los momentos más dolorosos de su vida.
Esa, en particular, era su forma de excusarse. Catalina sabía que el recuerdo de Ilse Rocca era algo intocable para él, a coste de sí misma, que se guardaba otro secreto con tal de no deformar la imagen que Lisandro tenía de su prima. Al pensar en ella, como siempre, un sabor amargo se le incrustó en la lengua, le tembló el labio inferior, posteriormente a que levantara la vista hacia Soledad, que también se encontraba concentrada acomodando sus prendas en una maleta deportiva.
Por un momento, Catalina creyó que conforme pasaban los días y ni ella ni Lisandro conseguían dejar el pasado a donde pertenecía, se añadían a la cabeza y a la espalda cargas que no les concernían. El tiempo antaño tocaba todos los días a la puerta de su dormitorio para asegurarse de que no tuviera un segundo de paz. Y por primera vez en ocho años se hizo la misma pregunta que Lisandro le había hecho.
No sabía con exactitud cuál había sido su fin al inscribirse en la misma universidad que él. Solo recordaba haber convencido a su padre de que estaba lista para enfrentar cualquier trago amargo que pudiese significar decir la verdad; pero allí estaba, tres años más tarde, luego de haber tomado la decisión de sujetarse a la poca voluntad que le quedaba. Seguía sin poder ser honesta consigo misma.
Las peores mentiras, después de todo, se las decía cuando estaba delante de él. Era una mentira que pudiera vivir sin tenerlo presente en sus pensamientos.
—¿Irán tus padres? —Soledad se quitó uno de los audífonos para mirarla, con gesto cansino.
Catalina podía ver la rencilla entre ellas flotar alrededor de la habitación, como una niebla que entra con su humedad poco a poco.
—Ni en cien años mi padre pisaría un lugar en el que se tuviera que topar de frente con Vitto —susurró, la voz entrecortada—, solo irán César y Axel, como siempre.
La otra chica asintió.
Al formarse el silencio de nuevo, Catalina quiso saber qué tanto le duraría el enojo a su amiga. Sabía que de no tener que cumplir con su palabra incluso hubiera declinado su invitación a Cúneo.
—Es un largo viaje, Sol —le dijo, tratando de sonar convincente.
—Ajá. —Sol se giró para encararla, de modo que podía recargarse en su maleta todavía incompleta—. Pero tú sabes por qué estamos así...
—La verdad es que prefiero mil veces tus sermones a que me apliques la ley del hielo —la increpó Catalina.
Cada vez que hablaba de esa forma Sol pensaba que estaba viendo a una niña pequeña en lugar de a una mujer de casi veintitrés años. Suspiró, con el aire de sus pulmones tan caliente que resultaba abrasador en la garganta.
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.