M: Audrey Assad - Good to me.
Ni Lisandro ni Cat encajaban en un ambiente tan ruidoso; al menos eso era lo que, meditabundo y absorto en sus pensamientos, Francesco acababa de notar. A su lado, Charlotte yacía contando lo que haría durante sus vacaciones de verano, porque era de las pocas que no iban a quedarse en el campus.
Mientras suspiraba, y echaba un vistazo a la mirada vacía, aparentemente, de Catalina, Franco se percató de que la música estridente, las distintas voces con distintos volúmenes, y el caos pertinente a una reunión como aquella, hacían de las imágenes de los susodichos, dos desastrosas masas de impaciencia.
Por su lado, Lisandro intentaba —que es lo mismo que fracasar de manera rotunda— poner atención a quién sabe qué cosas que el entrenador le estaba platicando al oído. Pero en realidad había permanecido dubitativo, perdido en los ojos de Cat, que a su vez no hacía más que responder con encogimientos de hombros, sonrisitas nerviosas y negativas con la cabeza; su lenguaje corporal era algo que Franco todavía no entendía, y se había jurado no tratar de hacerlo más.
Sin embargo, allí estaba, preguntándose por qué simple y sencillamente no se marchaban si sentían que el lugar era poco adecuado para ambos.
Entendía que su primo no soportara ver a tanta gente aglomerada en un solo lugar, y que al mismo tiempo toda esa irregular felicidad a su alrededor le pusiera los pelos de punta (hasta cierto grado sus cabellos negros también se erizaban sin poder evitarlo): en los ojos sumidos de Lis podía ver que se estaba esforzando de forma descomunal por acallar el ruido de su propio interior, que de seguro ya era un caos.
Unas horas atrás habían mantenido un debate con Thomas sobre si era o no prudente que Lisandro acudiera; y éste se había mostrado tan irritante, mucho más que de costumbre, si era posible, que Francesco había estado a punto de quedarse en el dormitorio. No obstante, la voz de su primo había roto la burbuja de sobreprotección que tanto él como el otro habían levantado esa tarde.
—¿Puedo objetar algo? —les había farfullado Lis, con una ceja enarcada, repantigado en su silla frente al restirador.
Francesco recordó cómo se le había dificultado tragar saliva; pero, sin embargo, había sido más difícil verlo por la mañana de este sábado. Por eso fue mejor quedarse callados y esperar a que Lis tomara una decisión sin preguntarles. Y había decidido ir a la fiesta porque el mundo no se había acabado. En sus palabras, iba a ir a la fiesta «porque así lo quiero y punto».
La primera sesión de Lis con la terapeuta había resultado más sencilla de lo que hubiera pensado, pero aquella, la de esa mañana, había sido un desastre. Entonces, de frente, había visto todo lo que tenía dentro que no había conseguido notar durante tantos, tantos años.
Cada palabra de la mujer le había calado como un espina en el pecho, en el abdomen y en la cabeza; mientras veía con fijeza la pared blanca del fondo, Lisandro se encontró con la sutil imagen del monstruo que llevaba dentro: la mujer, la terapeuta, le había llamado rencor. Así, sin más. Rencor.
Y ahora se sentía inerte en un mundo lleno de movimientos, atado únicamente por la sonrisa de Cat, que también parecía reacia a querer quedarse en el Benny's.
Enric le estaba diciendo que Thomas mostraba un crecimiento altísimo con su regreso, y que, sinceramente, estaba comenzando a creer que debían competir en relevos; cosa que se le antojó extraña en el ruso, ya que parecía siempre querer conservar la esperanza de que Thomas llegase, de manera individual, a ser medallista olímpico: no se lo había dicho a nadie pero Lisandro, como otras veces, estaba seguro de que lo hubiera conseguido sin rechistar (salvo que Thomas no quería ser medallista olímpico porque tenía otras metas más importantes).
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Púrpura (Versión 2010)
Romance«Los peores secretos son los que están manchados de sangre.» *** Obra registrada en INDAUTOR, México. Todos los derechos reservados. Advertencia: el segundo nombre de esta novela es Drama.