Capítulo 19

5.2K 508 114
                                    










M: Jarryd James - This time.

Las invito a unirse a mi grupo de facebook, anuncios y demás allí (explicaciones sobre por qué no actualizo tan rápido ahora). El link está en la info de mi perfil.

*




Valle de Gesso, Cúneo; Italia. Marzo del 2008.



Aparte de nervioso, Francesco se sentía enojado. Era la cuarta vez que revisaba su teléfono, esperando que hubiera alguna señal de Lisé: pero no la había. Hacía dos horas que su primo se hallaba en lo de Rita, ya que ésta lo había llamado por la mañana diciéndole que tenían que discutir el problema que seguía pendiente entre ellos.

En la sala, se hallaba también su madre, que lo contemplaba tras echar vistazos a su revista. Erika tenía el mismo semblante estoico que su fallecida hermana, solo que más vivaz y menos altanero. Fran se rascó la nuca al encontrarse con la mirada azulina de su progenitora, que era una de esas apacibles, para tranquilizarlo —o tan solo intentar, ya que no podía tranquilizarse aunque lo quisiera.

—Estoy seguro de que algo va mal —le dijo Francesco, consciente de que cualquiera, inclusive su madre, le diría que estaba yéndose por el cielo con sus exageradas preocupaciones—, no sé, pero no es buen augurio que Rita quisiera hablar. Y Lisé no me coge el móvil.

—Espera una hora, si no contesta, podemos darnos una vuelta por allá.

Escuchar la voz de aquella mujer no le quitaba menos tensión a sus hombros. De hecho, desde la muerte de Ilse, no había cosa que ella le dijera que él no soliera poner en tela de juicio; después de todo, Erika, su madre, siempre mentía: una vez había dicho que Ilse estaba muerta por un paro cardíaco, cuando era la ingesta de todo un bote de somníferos lo que había causado su deceso.

Franco no creía en el cielo ni en el infierno; más bien, y muy a pesar de las manías católicas de su familia, incluso a pesar de Lisandro, pensaba que ambos se vivían allí, en lo terrenal.

—No se siente bien —musitó, al tiempo que se ponía de pie, apretando el celular en su palma.

En cuanto dejó la estancia a sus espaldas, apretó los párpados y se recargó contra el primer muro que halló en su camino. Una parte de su cuerpo estaba en sintonía con su cerebro, que le decía «no está sucediendo nada», pero el otro, su sexto sentido que parecía tan frío, gritaba con estrépito que era su deber ayudarlo.

Muchas veces había cometido el error de ponerse en el lugar de su primo, sin haber conseguido llegar a una conclusión exacta; con referencia a Lisandro siempre era lo mismo: un concepto, una palabra, una frase inconclusa, todo era inexplicablemente inútil porque nunca había logrado entender cómo funcionaba su mente —o su corazón.

Él odiaba a muchas personas. Y con el tiempo, había comenzado a creer que lo hacía porque cada vez que dañaban a Lisandro él se veía en la obligación de guardar el rencor que el otro no se permitía. No sabía si llamar a aquella actitud altruista o masoquista. Sin embargo, atareado y ansioso, intentó ver más allá del dolor de Lisé, mientras trataba de controlar sus malos pensamientos.

Cuando el meollo era sobre Rita Rocca, todo cuanto podía imaginar terminaba en caos, o en algo relacionado con éste.








Lisandro observó, minucioso, a su hermano, que no le había apartado los ojos de encima durante toda la cena. Estaba completamente seguro de que algo ocurría, algo que se asemejaba a una corriente que no podría detener, y que lo arrastraría si no se sujetaba de sus ideas más lógicas. No era que tuviera miedo, sin embargo, para ese entonces, le resultaba imposible no tomar a mal el silencio que gobernaba en el comedor.

Púrpura (Versión 2010)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora