Llegadas y Rosas

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Johanna salió de su caparazón totalmente durante su entrevista. Dell y Luberry estaban en la sala viendo por televisión cada segundo de la historia de la nueva vencedora. Espié un poco para escuchar lo que hablaba, pero en realidad no tenía ganas de ver. Habló muy bonito de Susan y en cuanto a Dylan... solo diré que mandaron a corte por un minuto.

-Siguió con los insultos un rato más luego del corte- me dice Finnick al día siguiente- Le aplaudí, pero no salió al aire.

-Ayer que hablé con ella me agradó. Pensé que estaba loca, pero mira quién lo dice- me señalo.

-Todos los vencedores tenemos un tornillo menos en la cabeza. Los del Capitolio, por otro lado, tienen unos quince por lo menos.

Justo cuando dice eso, pasa Zea cantando feliz de la vida. Nadie está bien de la cabeza.

-¿Hiciste tus maletas?- pregunta Finnick.

-Algo así- respondo- No tengo que llevar muchas cosas. No traje casi nada.

De hecho, dentro de mi maleta solo está la ropa con la que vine, un par de vestidos que Luberry me hace llevar y el vestido verde agua con el que vino Susan. Nada más.

-Yo solo me llevo unas corbatas- sonríe.

-Una elección extraña- río- Yo me llevaría algo más que unas cuantas corbatas. Tal vez unos zapatos que hagan juego.

-Solo necesito las corbatas- ríe.

Agarra mis manos y me besa la frente. Mejora un uno por ciento mi día. Finnick con pequeños detalles puede hacerme sentir mejor en el peor de mis días. Me lo ha demostrado miles de veces.

-Mis bellos y preciosos mentores- canta Zea- Es hora de irnos.

Luberry me abraza con todas sus fuerzas (que no son muchas), me da su número para que la llame cuando quiera y se despide. Dell solo me abraza entre lágrimas.

Zea nos debe dejar en el distrito, así que viene con nosotros. Para el anochecer ya estamos dentro del tren. No se compara en nada al año pasado. Sería una mentira decir que estábamos celebrando, pero al menos no estábamos tan destrozados como ahora. Zea intenta levantarnos el ánimo hablando durante la cena, pero notamos que ella tampoco tiene ganas de conversar. Supongo que lo hacía en una forma más de cordialidad.

Llegada la noche, Finnick y yo nos echamos a dormir en uno de los cuartos. Mañana llegaremos al distrito 4 y me encontraré con mi padre y mi madre con el corazón roto ¿Qué voy a hacer? Además, voy a estar yo con el corazón más destrozado. Cada pequeño lugar me va a hacer recordar a ella.

-¿Qué pasa?- pregunta Finnick cuando me ve sentada en el borde de la cama llorando en silencio.

-No es nada, puedes dormir tranquilo.

-Sabes que igual no voy a dormir- Me abraza por la espalda- Así que por qué mejor no te acurrucas conmigo y me cuentas lo que tanto piensas- Me besa la mejilla.

-Bien- acepto.

Nos acomodamos abrazados en la cama.

-Seré tú psicólogo. Cuéntame ¿Qué es lo que te preocupa?

-No quiero volver a casa- le explico- Todos los lugares me van a recordar a Susan. Además, ahí están mis padres destrozados porque no pude proteger a su hija.

-Hey- dice llamándome la atención con ternura- Esto no es tu culpa.

-Siento como si lo fuese. No podía entrar ahí y sacarla.

-Son cosas que escapan de nuestras manos- explica.

-Creo que no fue una casualidad que su nombre saliese escogido ¿Cuántas eran las posibilidades?

Annie Cresta: Vida después de VencedoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora