Amigos y Familia

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-¿No tengo que dar discurso en mi distrito, no?- digo cuando estamos de regreso en el tren.

-Claro que sí- dice Zea maquillándose las cejas- Es el discurso más emotivo. Lo estás dando para tu distrito.

-¿Tengo que agregar algo mío?

-Sí, es lo que se acostumbra. Todos agregan cosas como: Es un honor haber ganado para este distrito bla, bla, bla...

-Di lo primero que se te ocurra. No es tan difícil como crees- agrega Finnick.

-Y si no sabes que decir, solo sonríe- dice Luberry sobándose la sien.

Luberry se pasó de copas ayer. El equipo de preparación y Finnick tuvieron que cargarla para salir de la fiesta. Cuando entró al baño a vomitar, pensé que era por una de esas copas rosas que toman los del Capitolio para "limpiar su estómago" y poder seguir comiendo, no pensé que era por haber tomado.

-¿Te sientes mejor?- le pregunto.

Está echada en un sillón del tren y tiene un aspecto enfermizo. Levanta la cabeza, me mira por un segundo y pone una almohada en su cara. Supongo que es un no.

-Ya casi llegamos- sonríe Zea- Última parada ¡Distrito 4!

-Y después paz y tranquilidad- susurro para mí.

La gente espera mi llegada. Es casi la misma dinámica que en los otros distritos, pero la diferencia es que aquí sí me quieren. La gente se amontona en la estación. Entre las caras puedo ver las de Susan, mamá y papá. Al fin todo va a terminar.

-¿Lista para el último discurso?- pregunta Finnick minutos antes de que salga.

-Sí, estoy lista- sonrío.

Llevo un vestido pegado de color azul que va hasta arriba de las rodillas y el cabello recogido en una trenza. Es un atuendo simple, pero tiene el toque mágico de Luberry.

Doy el mismo discurso que doy en todos los distritos, pero le agrego algo mío al final. La familia de Andrew está ahí, aún guardan luto, pero no me tienen rencor. Su muerte no fue mi culpa. Creo.

-Señor y Señora Monrow- digo a los papás de Andrew- Su hijo fue un amigo maravilloso. Sin su ayuda yo no estaría aquí. Nos intentamos proteger en cada momento y lamento no haber sido fuerte para ayudarlo cuando más lo necesitaba. Él era valiente e inteligente y fue un honor haber estado en la arena con él. Gracias.

Debí haber dicho más, pero ya no podía. La gente aplaude y el banquete comienza. Yo estoy en el centro y mi equipo a mi costado. Todos se ven felices.

-Eso estuvo bastante bien- susurra Finnick mientras corta su carne.

-Siento que me quité un peso de encima- le respondo.

-¿Te sientes mejor?

-Sí, creo que sí. Al menos ahora todo ha terminado.

Mentira. Esto nunca terminaría. Los próximos años tengo que volver al Capitolio a ser mentor de otros chicos que tal vez mueran. Uno de los dos no regresará, eso es seguro. De las personas que están en la cena, tal vez me toque algunos de los niños como tributos. No, no tal vez. Me van tocar sí o sí.

-¿Estás bien?- pregunta Finnick.

-Esto nunca se acaba ¿Verdad?

Como respuesta me abraza y besa la cabeza. No, nunca se acaba.

-Señorita Cresta- se acerca una señora con su hija- ¿Podría tomarse una foto con mi hija?

La niña se esconde detrás de ella. No tiene más de ocho años. Tal vez en unos años sea su mentor.

Annie Cresta: Vida después de VencedoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora