Un regalillo extra de mí para ustedes <3

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Finnick se sentía terriblemente culpable cada vez que hacía esto. Parado en el ascensor, mientras este descendía, no podía parar de pensar en Annie, porque ¡Vaya que la amaba! Zea estaba callada. A ella tampoco le gustaba hacer este tipo de tratos, pero el dueño de Finnick era Snow y no podía contradecir al presidente de Panem. La verdad es que antes no le daba tanta importancia, pero desde que Finnick conoció a Annie, se dio cuenta de lo mucho que la amaba y que hacía esto para protegerla. No veía otra razón para prostituirse si amaba tanto a alguien, porque, obviamente, por placer no era.

Finnick, callado igual que Zea, acariciaba el nudo de su corbata gris. Era perfecto solo porque venía de Annie. Odiaba esto. Odiaba Panem. Odiaba la vida de vencedor. Varias veces, mientras Annie dormía en sus brazos, se había imaginado qué hubiese pasado si se hubieran conocido en una situación distinta. A él le gustaba desde ese día en la joyería. Susan lo notó y simplemente fue y se lo preguntó. No, no lo preguntó. Solo lo dijo.

Él estaba en la joyería, porque quería dar un anillo que le habían regalado en el Capitolio. De repente, la vio. Entró a la tienda con Susan. Era la chica más hermosa que había visto. Se volteó al instante para que no notase que la estaba viendo.

Annie!- gritó Susan desde un lado de la tienda.

-¿Qué pasa?- respondió ella con voz amable.

-¿Cómo son los aretes?

-Son unos aros dorados, no muy grandes y con una perla blanca.

Finnick los vio en una pequeña caja. Eran como los que la desconocida había descrito.

-¿Son estos?- preguntó tímido, casi con una voz que no reconocía como suya.

-Sí, son esos- respondió mirando la caja.

-¿No los vas a tomar?

-¡Ah! Sí, claro.

Cuando los agarró, sus dedos rozaron y no sintió una leve descarga recorrer su cuerpo.

-Disculpa- susurró ella.

Él solo asintió, aún sin mirarla.

-Gracias- dijo también avergonzada.

Luego se fue a pagarlos y él la siguió con la mirada. Casi como un fantasma, apareció Susan.

-Te gusta mi hermana- lanzó.

-¿Qué?- lo habían descubierto.

-Te gusta ¿Verdad?

-No sé de qué estás hablando- mintió.

-Tengo diez años. No sé nada de amor, pero la viste como papá mira a mamá y a él le gusta mamá, estoy segura.

-No creo que la haya visto así- trató de reír para ocultar los nervios.

-No sabes mentir- respondió Susan y se puso una corona- ¿Crees que me veo bien con esta?.

-Te puedo imaginar como una princesa- dijo gentilmente.

-Eso quería ¿Crees que Annie podría ser una princesa? ¡Ah! Annie es mi hermana. Yo soy Susan, por cierto.

-Princesa Susan- hizo una reverencia- Yo soy Finnick.

-Un placer, plebeyo.

-¿Cree que me pueda hacer un favor?- siguió hablándole como si fuese una princesa en verdad.

-Dígame.

Annie Cresta: Vida después de VencedoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora