Día veintiuno.

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(Maratón 2/3)

Día veintiuno.

Desperté con un fuerte dolor en la cabeza, me senté en la cama y la sujeté con fuerza, ¿Qué me pasaba? Supuse que el azúcar me había bajado y fui a la cocina a comer unas galletas bañadas en chocolate, me serví un vaso de bebida y me senté esperando a que alguien llegara. Y a esa persona me refería a Spencer.

Al terminar mi paquete boté las cosas y al momento de ver la hora me enteré de que era de madrugada. Ahora entendía porqué el no llegaba. Apagué la luz pero choqué cuando trataba de salir.

-¿Qué haces despierta tan tarde?

-No te importa.

-Por favor, créeme. No sigo en esa apuesta, hace mucho que no lo estoy, solamente fui sincero contigo, en todo lo fui. Te quiero mucho –me miró- de verdad lo hago, y estoy dispuesto a tratar de convencerte todos los días si es necesario, porque eres una de las personas más importantes en mi vida. ¿No te has dado cuenta que no he ido a fiestas, ni que he hecho muchas? ¡Me cambiaste! Y no te das cuenta. No te das cuenta que en 21 días me enamoraste.

-No estás enamorado de mí.

-Sí, si lo estoy.

-Tratas de que te perdone.

-No, ____. Estoy enamorado de ti y no me molestaría decírselo a todos.

Di gracias a que todo estaba oscuro porque rápidamente las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, ¿Por qué nuestra relación era tan difícil? ¿Acaso nadie los quería juntos?

-Prométeme que lo que dijo Josh es mentira.

-Lo prometo. –me tomó las manos.

-¿Por qué nadie nos quiere juntos? –lo miré.

-Porque nadie sabe lo que hacemos, nadie sabe lo que sentimos, y todos quisieran una relación como la de nosotros.

No soporté más y me tiré a sus brazos, necesitaba abrazarlo y sentir su calor. Necesitaba sentir como él me quería, capturé sus labios en un rápido movimiento. Él pareció sorprendido a lo que hice pero enseguida me siguió el beso, enredé mis dedos en su pelo y el enrolló sus brazos alrededor de mi cintura.

-Te quiero George.

-Y yo a ti, mucho.

Decidimos seguir durmiendo, no quería que se fuera por lo que dormimos juntos.

Cuando ya era de día sentí como me movían.

-¡Falta un día para navidad! ¡Hoy es noche buena! ¡Despierten!

-Spencer déjanos dormir –George soltó mi cintura y se volteó.

-¡No! ¡Es noche buena!

- - - - -

-Aún no puedes abrir tus regalos Spencer.

-¡Pero George!

-No, nada de pero George –lo tomó y le empezó a dar vueltas.

Miré la escena, me imaginé a George en el futuro; el sería un gran padre.

Salí el balcón y saqué mi celular. Les marqué a mis padres.

Sonó una vez, nada.

Sonó otra vez, nada.

Y así sonaron muchos, hasta que corté. ¿Acaso ellos no me recordaban? ¿No me querían?

Suspiré y pasé mis manos por mi cara, estaba muy molesta con ellos.

Primero, olvidaban mi graduación. Segundo, me olvidan para navidad.

¿Puede ser peor? Sentí unas manos por mi espalda que luego me abrazaron.

-¿Estás bien?

-Sí, no tienes porque preocuparte –me voltee para mirarlo.

-Sabes que me preocupo igual –me corrió el pelo de la cara- hay que entrar o Spencer abrirá los regalos antes –rió.

-Tienes razón –entramos- ¡Spencer, no!

George corrió y le quitó el regalo de las manos, él pequeño se cruzó de brazos y se sentó en el suelo.

-Ya te dijimos que no, Spencer.

-Bien, esperaré.

Estuvimos tomando leche chocolatada caliente esperando a que sean las 12 para por fin poder abrir los regalos, el que más ansioso estaba era evidente quien era. Y aunque no lo crea, hasta yo estaba un poco ansiosa.

Noventa días, el veintiunavo de noventa.

90 Días. -George Shelley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora