Día treinta y cuatro.

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Día treinta y cuatro.

En una semana jamás había dormido tan mal. Pensé que por arreglar los problemas con mis padres iba a estar mucho mejor, pero me sentía pésimo ahí acostada. Me preparé un café y me senté en mi cama tapada viendo una película de amor.

Lo sé, me estaba tomando esto como el típico rompimiento adolescente, pero no tenía de otra, estaba encerrada en este hotel hasta unos 30 días más; aparte era invierno y no estaba la posibilidad de salir tan fluido como cuando hace calor. Le mandé un mensaje a Jaymi de que quería verlo y le expliqué lo del rompimiento, me contestó al minuto después diciéndome que estaría en el hotel en una media hora más. Y así fue, llegó a la hora. Seguramente George le abrió.

-Hola –me sonrió triste.

-Hola…

-Traje todo lo que podríamos necesitar. –se sentó a mi lado y me pasó una bolsa.

Había helado ya que el sabe que amo el helado en invierno junto a películas románticas y pañuelos. También había chocolate y frazadas.

-Gracias Jaymi, eres el mejor –lo abracé.

-¿Me vas a explicar lo que pasó? –yo suspiré y asentí.

-Estaba ordenando aquí, cae un papel con el número de su ex y que la invitaría a cenar y bueno –mis ojos se llenaron de lágrimas- peleamos, le dije que estaba aburrida de él y eso.

-Pero ____, ¿Lo decías porque estabas enojada? –me acarició la espalda mientras me abrazaba.

-Claro que sí, yo lo amo.

-Yo estoy seguro que él también te ama. Deben hablar.

-Luego, tenemos muchas cosas que hacer –le sonreí.

Estuvimos todo el día viendo películas, llorando, riendo y sobretodo llorando, Jaymi había elegido películas exageradamente tristes. Ya era hora de que se tenía que ir, salí de mi habitación por primera vez en todo el día y lo despedí en la puerta.

-Gracias por este día, lo necesitaba –reí.

-De nada, solo no te tomes este rompimiento como típica adolescente, ¡Ya no lo eres!

-Lo sé, lo sé. Mañana será otro día y estaré mejor.

-Así me gusta, te amo.

-Yo también te amo Jaymi, adiós. –se fue y yo cerré la puerta.

Me giré lentamente para encontrarme a George recargado a una pared, caminé decidida ignorándolo y guiándome a mi habitación, pero me tomó del brazo.

-Déjame George –traté de soltarme.

-Espero que te hayas relajado para poder explicarte todo.

-¿Qué vas a explicarme?

-Lo que ha pasado.

-Solo respóndeme una cosa.

-Lo que sea –soltó mi brazo.

-¿La besaste? –el se quedó en silencio- Lo hiciste –lo miré a los ojos.

-Sí, la besé…

-¿Cuántas veces? –sabía que esto me hacía mal pero debía preguntarle.

-Dos veces.

-¿Y no te importaba yo? ¿Mis sentimientos?

-Sí, me importabas y lo sigues haciendo.

90 Días. -George Shelley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora