Date un respiro

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Maratón 2/4

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Spencer se removió en la cama, fastidiada por ser incapaz de dormir un poco más. El domingo era efectivamente un día soleado, y ese era uno de los factores por los cuales se le hacía imposible conciliar el sueño. El sol prácticamente le bronceaba el rostro de a poco y las cortinas de su cuarto no le proporcionaban ni un poquito de oscuridad.

Gruñó de mala gana, cubriéndose a totalidad con las gruesas sábanas, de la cabeza a los pies. Y entonces, el calor la agobió de manera sofocante. Se preguntó entonces si le estaba llegando la menopausia, pero era ridículo el solo hecho de pensarlo.

Cerró los ojos con fuerza, esperanzada en que mágicamente pudiera dormir una eternidad.

—¡Muy bien, a levantarse, floja!— la voz de su tía solo consiguió irritarla todavía más. La señora Martha entró a la habitación abriendo la puerta con brusquedad, apartando todo el desorden de ropa sucia esparcida en el suelo con ayuda de sus pies.

—Uhm... no quiero...

—Pues qué pesar, porque son las dos de la tarde y no voy a dejarte en esta pocilga un minuto más— masculló autoritariamente, al mismo tiempo en que abría las cortinas de par en par.

Ahora sí, aunque las cobijas que tenía encima amortiguaban el esplendor de los rayos solares cegándola por completo, Spencer experimentó cómo su rostro se quemaba literalmente.

—Agh.

—No me gruñas, jovencita— la reprendió Martha —. Ha pasado una semana y media desde que hablaste por última vez con David y es como si te hubiesen arrancado las ganas de vivir. Estás deprimida.

—¡No estoy deprimida!— le reprochó, envolviendo una de sus almohadas en un abrazo. Su tía le arrebató la sábana de encima.

—Ah no, sí, ¿que sigue, el trasero de Nicki Minaj es natural? ¡Por favor, Spencer, cuentate otro chiste!— comentó con cierto tono de ironía —Es que mírate, ya ni siquiera escuchas música.

—¡Sí escucho música!

—A ver, ¿donde está la evidencia?

La muchacha le señaló una serie de discos apilados en el piso. Su tía se agachó para recogerlos.

—Caray... ¿estas combinando Nirvana y Lana del Rey?, ¿cómo es que no te has suicidado todavía?

Spencer se encogió de hombros, restándole importancia.

—Bueno, como sea— dijo poniendo la discografía en su lugar —. Hablé con tu madre está mañana para pedirle un consejo sobre qué rayos debía hacer contigo... ¡Pero tranquila, no le he contado las razones por las que estás así!— exclamó, al ver que su sobrina abría los ojos como platos —. He dicho que tienes el periodo, y Helen dijo que sólo escuchabas Nirvana cuando estabas realmente mal.

La chica entornó los ojos.

—¿Qué otra cosa has estado escuchando o haciendo?— preguntó Martha, colocándose las manos en la cintura —. Tu madre me dio tácticas para distinguir tu estado de ánimo teniendo en cuenta la discografía que oyes y tus hobbies últimos.

—No te alarmes. He estado por ahí, coloreando cartillas en mi tiempo libre y compré un álbum de rondas infantiles.

Su tía le echó una mirada dura.

—Spencer.

—¡De acuerdo!— resopló sin ánimos —me la he pasado viendo series, ¿está bien? Compré un litro de helado hace tres días y ya me lo he acabado, ¿satisfecha?. Soy una triste suicida sin valor para suicidarse.

Hollywood Adventure » Dave FrancoWhere stories live. Discover now