—Spence, por favor, esta es una gran oportunidad.
Su madre prácticamente le había estado suplicando los últimos quince minutos, sin dejar de parlotear. No obstante, la muchacha apenas la escuchaba, pues estaba demasiado ocupada terminando de empacar su ropa y sus pertenencias más importantes. De verdad quería asegurarse de no dejar nada en Nueva York.
—Mamá, ya te lo he dicho. Esto es lo que quiero.
—Pero la facultad de medicina está ofreciendo becas por montones. Eres brillante para esto y nunca es tarde para estudiar otra carrera. En la escuela siempre te gustó la biología… —la señora Helen se mantuvo firme en su posición, pero hablaba con un tono suave.
Spencer comenzaba a cansarse. Ya había tenido que lidiar con todo aquello antes.
—Sí. Pero llevo deseando actuar profesionalmente desde lo seis, mamá, creí que ya estabas bien con ello. Lo hablamos hace meses.
Helen soltó un suspiro resignada. Se dio por terminada la conversación. Definitivamente, le resultaba imposible hacer que su hija entrara en razón. Aún así, se había esperanzado en conseguir algún pequeño cambio de opinión minutos antes de que se marchara. Sin embargo se dio cuenta de que Spencer había tomado la decisión con bastante madurez, y nadie la bajaría de la nube en la que se encontraba, mucho menos ahora, que tenía todo su futuro planeado.
—A mi solo me preocupa que no consigas empleo rápido. No es que dude de tus capacidades, pero...
La jovencita se giró sobre sus talones para dedicarle una fresca sonrisa a su madre. Ella solamente inspiraba paz.
—Conseguiré un trabajo en menos de lo que canta un gallo —le aseguró—. Te lo prometo. He investigado en internet y hay audiciones por donde quiera que se vaya.
Como último gesto le dio un beso en la frente y cerró la maleta entusiasmada. Registró su cuarto de nuevo, por última vez, sintiendo algo de nostalgia por dejar atrás su infancia y su adolescencia, pero el hecho de que por fin iría tras su sueño más preciado le ponía la piel de gallina.
Dando saltos de dos en dos bajó las escaleras de la casa.
—¿Todo listo, nena? —la animó su padre desde el primer piso, sonriéndole de medio lado.
—Sip —pronunció Spencer agarrando con firmeza la manija de su equipaje— ¿pediste el taxi?
—No tardará mucho en llegar.
—Genial.
El señor Arthur se percató de que olvidaba algo. Se dirigió hacia el comedor y trajo consigo una vieja fotografía familiar que había estado conservando durante años en un desgastado cajón de su habitación. Se la entregó a su hija, mirándola con ternura, sintiendo como se formaba en su garganta un nudo. La echaría demasiado de menos.
—Quiero que la lleves contigo siempre. Cuando nos extrañes, recuerda que estamos aquí para ti —apenas podía hablar. Spencer le secó las pequeñas lagrimas que comenzaban a brotar por sus azulados ojos.
—Hey, estaré bien —les dijo a ambos, uniéndolos en un abrazo grupal—. Juro que llamaré todo el tiempo, de veras, sentirán que nunca me fui.
—Tal vez. Pero me harán falta las noches de películas —comentó su padre, emitiendo una sonrisa que le salió más bien como una mueca.
Spencer y él mantenían una relación muy cercana. Hacían una especie de “cine en casa” tres veces a la semana, con la misma comodidad de una sala real. Palomitas, Coca-Cola y montones de sábanas y cojines esparcidos por el sofá. Un exquisito descanso después de un arduo dia de trabajo y un sofocante día en la universidad.
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Hollywood Adventure » Dave Franco
FanficDicen que en Hollywood las oportunidades llueven solo si eres lo suficientemente bueno en lo que haces, y eso es lo que Spencer Reynolds ha creído toda su vida. A sus veintidós años y recién graduada de la academia de actuación y bellas artes de Nue...