Pulsaciones

1.8K 115 61
                                    

—Señor, usted no puede estar aquí...

Dave apenas pudo mirar por el rabillo del ojo al sujeto que le sostenía los brazos desde atrás, y sin embargo, no se molestó en prestarle atención durante mucho tiempo. Se trataba del mismo chico que había intentado alejarlo de Spencer la primera vez, el tal Chase, que tenía el cabello churco enmarañado, las mejillas rojas pecosas y los ojos singularmente azules.

—Por lo que más quiera, déjeme verle.

—Lo siento, pero es un área restringida. Debe acompañarme a la sala de espera.

—Mire— comenzó a decir el castaño, haciendo un esfuerzo por mantener la modalidad de su voz —, sé que este es su trabajo, y se que está intentando hacerlo bien. Y está bien, no voy a entrar a la habitación, pero por lo menos déjeme ver que es lo que están haciendo con ella desde la ventana.

—Señor...

—La persona que está ahí adentro es muy importante para mí— enfatizó —. Y es prácticamente mi culpa que esté en este hospital, así que, por favor...

—De acuerdo, escuche. Por nada del mundo interrumpa el procedimiento o puedo perder mi licencia, ¿está bien? Quédese aquí. Véala todo lo que quiera. Pero no cruce la puerta de la habitación— le ordenó —, si entra, me veré obligado a llamar a seguridad.

—Gracias, hombre, gracias.

Le dio unas palmaditas en el hombro con la intención de mostrarse amigable, no obstante, en tanto lo vio darse la vuelta, Dave se acercó más a la ventanilla de la habitación 402, en donde Spencer estaba tendida sobre la camilla todavía, recibiendo oxígeno artificial y un intenso masaje cardíaco. Christian apoyaba sus manos sobre el pecho de la muchacha, encargándose de hacer su trabajo lo mejor que estuviera a su alcance, pero apenas podía ver, pues las enfermeras encubrían la escena.

Un sentimiento de cólera lo invadió por dentro. Todo había pasado rápido. Demasiado. Y se maldijo por no haber tenido la oportunidad de conocerla lo suficiente, de cuestionar su vida, de no haberse mostrado curioso por interrogar a cerca de ella; sobre sus gustos, sus disgustos, e incluso, ¿por qué no? su salud. Nunca entró en detalles ni se inmutó de nada, y en ese momento, no pudo estar más arrepentido.

—Dave, cariño...— Martha apareció a su lado, colocándole la mano sobre el hombro. Se notaba que había continuado llorando, pero su tono sonaba mucho mas relajado —, ellos van a encargarse... Spencer va a estar bien.

En medio de la frustración, quiso gritarle que su sobrina era quien estaba expuesta sobre la camilla y a quien le estaban dando reanimación ahora, pero se tragó las palabras. Quizás ella tenía razón. Quizás se estaba haciendo daño a si mismo viéndola desde el otro lado de la ventana.

—¿Cómo está tan segura?— le preguntó

—Spencer es muy fuerte. Siempre lo ha sido.

No replicó nada.

Sus oscuros ojos café se centraban únicamente en la acción que transcurría frente a él.

«Carguen a 300»

Escuchó decir a Christian, que tomaba el desfribilador; dos palas eléctricas para estimular el músculo cardiaco, y se disponía a hacer presión sobre el pecho de la chica.

«Despejen»

Ordenó a las enfermeras, las cuales se hicieron a un lado en tanto la palabra salió de su boca.

Y entonces, todo se desarrolló fugazmente frente a sus ojos. Observó como el pecho de Spencer subía y bajaba al mismo tiempo en que el defibrilador fue puesto sobre su cuerpo. Ella no parecía responder a ningún estímulo, y casi tuvo la tentación de entrar a la habitación para intentar hacer algo por Spencer aunque no tuviera el más mínimo conocimiento en medicina, sin embargo, su alma volvió a estar tranquila en cuanto escuchó las siguientes palabras que salían de la boca de Christian, recitadas con tono de sorpresa.

Hollywood Adventure » Dave FrancoWhere stories live. Discover now