El precio de la fama

1.1K 89 36
                                    

A la mañana siguiente, Dave sólo consiguió abrir los ojos con el tercer pitido de la molesta alarma de su celular; la cual casi le provocó deseos de estrellar el móvil contra la dura pared. A pesar de que las cortinas de la habitación eran bastante opacas, los rayos de luz fluorescentes del pasillo exterior penetraban su vista. Sin embargo, para su sorpresa, Spencer no parecía estar dispuesta a emitir un solo movimiento y mucho menos a despertarse en un buen rato. Se le veía todavía demasiado exhausta, aferrada al desnudo pecho del muchacho como si se tratara de un oso de peluche o algo por el estilo. Acomodada de la misma manera como se había quedado dormida durante la noche. Tenía efectivamente el sueño bastante pesado, porque no había otra explicación para que no hubiese abierto los ojos todavía teniendo en cuenta las circunstancias.

Dave no consiguió guardarse la sonrisa. Por el contrario, le resultaba una maravilla poder levantarse con ella a su lado, y aunque quisiera quedarse unas horas más relajándose junto a su cuerpo, entrelazando brazos y piernas con los de la castaña, el tiempo no le permitía darse ese lujo desgraciadamente. Se le estaba haciendo tarde. Se vería obligado a correr si quería llegar al trabajo a tiempo y no obtener un memorando.

—Spencer— murmuró con voz pasiva.

Y depositó uno, dos y tres besos sobre sus párpados todavía cerrados. Ella ni se inmutaba. Su respiración era verdaderamente profunda.

—Spencer, son las seis y quince— le dijo, pero sólo consiguió que se removiera en su lugar —. Tengo que irme.

La muchacha acunó su rostro en el cuello de él, negándose a desprenderse de sus brazos.

—La enfermera va a estar aquí en menos de una hora— intentó convencerla susurrandole al oído como última advertencia —. Va a matarme si me ve aquí, y después de eso, Christian se va a encargar de echarme a una fosa común. No estoy exagerando.

Por fin, la escuchó soltar una pequeña risa sobre su piel. No pudo haber experimentado algo más exquisito que hacerla reír en la mañana, cuando su voz todavía sonaba ronca.

—Es temprano— replicó ella con esmerada inocencia—. No tienes que marcharte aún.

—Me quedan cuarenta y cinco minutos.

—Es un número grande.

Una pizca de cautela tocó sus ojos —Pero es menor que sesenta— Dave arqueó una ceja —. Me queda menos de una hora, linda.

La oyó rezongar un poco y susurrar algo a regañadientes, pero no entendió lo que dijo. Todavía con una sonrisa que no pasaba desapercibida, Dave la obligó a levantar la cabeza tomándola del mentón, haciendo que su expresiva mirada café se plantara en él, y se inclinó un poco con la intención de besarla en los labios.

Spencer se cubrió el rostro con las manos antes de que él pudiese hacer cualquier cosa, completamente avergonzada.

—No me beses— le dijo —. Estoy hecha un desastre y tengo aliento mañanero.

Dave la inspeccionó con ojo crítico.

—¿Y eso qué? Yo también tengo aliento mañanero.

La muchacha negó con la cabeza, indispuesta a dejar de lado sus pretextos. En las películas, las parejas tenían la romántica y desagradable costumbre de darse un beso de buenos días, no obstante, está era la vida real, y no le parecía una gran idea hacerlo.

—Tu siempre tienes goma de mascar— enfatizó Spencer —. De menta. Tu boca puede estar llena de caries pero tu aliento está genial.

—¿Eso es bueno o malo?

—No cambies el tema— sonó desafiante —. No dejaré que lo hagas, de ninguna manera.

Aunque todavía tenía las manos puestas sobre su rostro, percibió la pequeña risa de Dave escabulléndose por sus oídos. Por un momento, quiso destapar su vista sólo para apreciarlo mientras enseñaba su hechizante dentadura, pero no lo haría. No era tan vulnerable.

Hollywood Adventure » Dave FrancoWhere stories live. Discover now