De regreso a casa

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—¿Traes tu cepillo?

—Sí.

—¿Medicinas?

—Listas.

—¿Abrigo?

Spencer echó un vistazo hacia atrás por el rabillo del ojo.

—Es California, papá —siseó con obviedad—. No voy a congelarme precisamente.

—Lo sé. Pero tú mamá quiere que me asegure de que...

—Sí. Traje el abrigo de todas formas. 

—Vale. —murmuró el señor Reynolds, marcando con una equis otra de las indicaciones dadas por su esposa en una lista preparativa.

Resultó que estuvieron así durante los últimos veinte minutos que duró la espera para que los llamaran a abordar el avión. El aeropuerto no era un lugar muy concurrido a las cuatro de la mañana del día sábado, pero, sin lugar a dudas, se movilizaron rápido por pura ansiedad. Los padres de Charlotte habrían estado de acuerdo en dejarla ir al otro lado del país porque consideraban que era una buena estrategia que la llevaría a ser un poco más responsable, sin embargo, Spencer bien sabía que su amiga se habría fugado de la ciudad, con o sin permiso de sus padres. Desde que se había enterado de toda la verdad a cerca del oscuro secreto de maternidad de Charlotte, la morena había estado visitándola regularmente. No, no haba tenido las agallas para marcharse por completo de la casa, pero por lo menos, tuvo el valor de afrontar el cólera que llevaba dentro y platicar con sus padres, que al final, le prometieron hacer lo posible por enmendar sus errores del pasado. Charlotte seguía deprimida. Una herida de tal magnitud no se sanaba de la noche a la mañana, sin embargo, Spencer estaba convencida de que, estaría ahí para ella, costara lo que costara.

Por otro lado, Scott también abordaría el avión junto a ellas, y regresaría al estado de Alabama después de los tres días que pasaran en Los Ángeles. El itinerario estaba firmemente planeado. Dave los recogería en el aeropuerto a eso de las once de la mañana, y después se dirigirían a la mansión Franco para descansar unas horas y alistarse esa misma noche para el concierto en el Hollywood Bowl. Efectivamente, Spencer habría preferido viajar por carretera y gozar de la preciosa vista natural, realizar algunas paradas y tomar fotografías de su recorrido por el país, pero era consciente de que el trayecto en automóvil tardaba aproximadamente cuarenta horas. Era, literalmente, recorrer todos los Estados Unidos. Resultaba demasiado gasto de combustible, y aunque Charlotte y Scott habrían podido tomar turnos para conducir, de todas formas hubiese sido agotador.

—Prométeme que te vas a cuidar, y que vas a tomar todos los medicamentos en su respectivo momento. —le dijo el señor Arthur a su hija, en tanto estuvieron a punto de abordar.

—Estaré bien, papá.

—Prométemelo.

Spencer levantó la mano derecha como gesto de sublimidad y juramento.

—Te lo prometo —se lanzó a sus brazos y lo rodeó fuertemente, brindándole un contacto cálido—. ¿Estás seguro de que no quieres ir? Me habría gustado que entraras conmigo al concierto. Es nuestra banda favorita.

Él la contempló tristemente, y depositó un corto beso en su frente.

—Me encantaría, cielo. Estaría complacidísimo, pero tengo demasiado trabajo atrasado. Ya te lo he dicho. 

—Vale. —acotó Spencer, con un tono decaído que no se esforzó por ocultar.

—Hey, el hecho de que no vaya a ir, no significa que te vayas a librar de mí, señorita —Arthur levantó el mentón de la chica con suavidad—. No te perdonaré si no grabas Start Me Up, ¿oíste?

Hollywood Adventure » Dave FrancoWhere stories live. Discover now