La semana se pasó literalmente volando.
Spencer revoloteó de aquí para allá, recorriendo su cuarto, maravillada por el esplendor que le provocaba ese domingo. Y es que nadie está acostumbrado a que los domingos sean días bonitos y soleados, pero esa mañana era especial. El sol resplandecía a través de su ventana, incitándola a querer ir a la playa, pero hoy tenía otros planes para aprovechar su día libre.
Había quedado con Logan para ir a ver una película de comedia en unas horas. Aún así, se había levantado temprano para no tener afán alguno en alistarse. Detestaba iniciar el día con apuros, eso lograba estresarla, y ella prefería vivir así, estando lo más tranquila posible.
Cuando terminó por fin de arreglar su habitación y vestirse adecuadamente para la ocasión, bajó las escaleras dando pequeños saltos, embriagada por el delicioso olor del desayuno que su tía ya tenía listo para ella.
—Buenos días, linda.— la saludó Martha con una sonrisa plantada en el rostro
Su tía, a diferencia de otras veces, lucía también arreglada, cosa rara en ella, pues la mayor parte del tiempo se quedaba trabajando desde su oficina en casa.
—Buenos días— correspondió la muchacha del mismo modo —, ¿vas para algún lado?
—Un cliente al que debo ver. Nada importante, pero la buena noticia es que puedo llevarte hasta el cine en el auto.
La castaña hizo una mueca disimuladamente. Justo el día más precioso en la ciudad tenía que viajar sobre cuatro ruedas. No le molestaba que su tía la llevara a cualquier parte, en absoluto, pero sencillamente esa mañana sentía que la calle la llamaba a susurros para que la recorriera por si misma. Un instinto muy dentro de si, la animaba a querer salir allá afuera a disfrutar del panorama sin prisa, de modo que sus pies tocaran la tierra.
Sin embargo, no se quejó ni reprochó nada, pues no quería parecer desagradecida. Con algo de suerte, después de su cita con Logan el clima no cambiaría demasiado, y el cielo seguiría siendo tan azul como en ese momento, y entonces, se devolvería a casa caminando, teniendo la oportunidad de experimentar la sensación de frescura que le ofrecía el soplido del viento.
—Aquí tienes— Martha la sacó de su ensoñación, colocando los huevos estrellados sobre la mesa —. La comida más importante del día a tu gusto.
—Te luciste, igual que siempre— Spencer depositó un sonoro beso en la mejilla de la mujer y tomó asiento frente a su plato —. Gracias
Ella y su tía salieron de casa más temprano de lo que esperaba, pues Martha tenía que encontrarse con su cliente a eso de las nueve de la mañana, y la película no era hasta las diez. Pero no le importaba esperar, después de todo, no perdería su tiempo, pues había llevado consigo un libro nuevo que apenas empezaba, y una hora era el tiempo perfecto para avanzar en su lectura por lo menos un poco. Así pues, se sentó en una banca cerca del centro comercial, después de que su tía se marchó, y se dedicó un rato a mirar la gente pasar. En su mayoría parejas tomadas de la mano. Se preguntó si resultarían ser tan felices como aparentaban, todas y cada una de ellas, y no le extrañó que su mente curiosa se empezara a cuestionar por casi todo lo que veía a su alrededor, pues estaba acostumbrada a hacer eso desde que era una niña.
No obstante, dejó de deslumbrarse con el panorama cuando ya no pasaba nadie frente a ella, y entonces, sumió toda su atención en la novela que tenía por leer, perdiéndose entre las letras y las páginas. Pasó tanto en eso, que ni siquiera se percató de cuanto tiempo había transcurrido, y de que ya el cielo no lucía tan claro como antes, si no que, al contrario, las nubes parecían estar cada vez más juntas. Le preocupó el hecho de que no había rastro de Logan por ninguna parte, pero se tranquilizó un poco cuando vio la hora en el reloj de pared del local que tenía enfrente, que marcaba las nueve y cincuenta minutos apenas. Se dijo así misma que seguramente ya estaba por llegar, y que quizás había tenido un pequeño retraso, probablemente nada grave.
YOU ARE READING
Hollywood Adventure » Dave Franco
FanfictionDicen que en Hollywood las oportunidades llueven solo si eres lo suficientemente bueno en lo que haces, y eso es lo que Spencer Reynolds ha creído toda su vida. A sus veintidós años y recién graduada de la academia de actuación y bellas artes de Nue...