Capítulo 23: Ai lobita

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No sé cómo he llegado a la mitad del bosque. Supongo que Christian me arrastró hasta aquí porque mis pies le siguen y mi mano está entrelazada con la suya.

Mi mente se quedó en la conversación que mantenían Aiden y Ana. A ella se le escuchaba demasiado dolida, demasiado abatida... Y todo por mi culpa, no debí haber vuelto, no debí haberme levantado aquella noche para descubrir quién era mi mate.

Christian no me suelta la mano e internamente le doy las gracias porque creo que, sin su ayuda, estaría en el suelo en menos de dos segundos. Es curioso como siempre que me derrumbo esté él a mi lado, cuidándome, protegiéndome y apoyándome. Aún recuerdo la noche que me dijo "los amores que matan nunca mueren y amores que mueren nunca matan" y se quedó conmigo para consolarme.

- ¿Christian por qué eres así conmigo? – Sin pensarlo sale la pregunta de mi boca y él detiene la caminata.

- ¿Así cómo? – Veo dudas en sus ojos.

- Así – Señalo nuestras manos entrelazadas – Siempre que tengo un problema estás a mi lado.

- Te dije que nunca más estarías sola Yanira, y no mentía. – Se limita a responder y retoma la marcha.

- ¿Y... Y los besos? – Le freno y me atrevo a preguntar.

- ¿Qué me quieres preguntar exactamente Yanira?

- ¿Sientes algo por mí? – Siento el calor en mis mejillas y sé que estoy más roja que un tomate.

- ¿En serio tengo que responder a esa pregunta? – Me mira alzando una ceja.

Joder, ¡¿este dios griego está insinuando qué siente algo por mí?! AAAAAAAAAAAAAI QUE ME DA, ¡QUE ME DA ALGO! ¡TAQUICARDIA, SIIIIIIIIIIIIIII, TAQUICARDIA!

- Yanira, cálmate y baja la revolución de tus hormonas... - Oigo la voz de Sia pero decido ignorarla.

- Mmm... Sí... Bueno no... Ósea... Da igual – Retiro la mirada y retomo el paso.

- Ey preciosa – Me tira del brazo y quedo pegada a su cuerpo – Claro que siento algo por ti.

BOOM BITCH, ME ESTÁ BESANDO, M-E E-S-T-A B-E-S-A-N-D-O. ¡OTRA VEZ ME ESTÁ BESANDO CON GANAS! Su lengua lucha con la mía por ganar la batalla del mando, pero esta vez no pienso dejar que gane él. No, no, guaperas, está vez soy yo la que manda. Le tomo de la nuca y profundizo el beso hasta que me veo obligada a separar nuestros labios antes de que le viole.

- Creo que te he dejado clara la respuesta, ¿verdad? – Me pregunta.

- Mmmm... Creo que me ha quedado una duda.

- Habrá que resolverla entonces. – Y vuelve a besarme, esta vez despacio, con sentimiento.

Ninguno de los dos habla, el camino es largo pero es cómodo el silencio a su lado. No sé con ciencia cierta qué es lo que siento por Christian, sólo sé que él me da calma y serenidad. Me da lo que necesito en el momento exacto, no sé si es su don que le avisa de cuándo debe hacerlo... Pero siempre acierta.

Mi tripa ruge de hambre y miro a Christian avergonzada. Él intenta esconder esa sonrisa suya tan "sé que soy un dios griego y que te estoy haciendo babear nena" y a mí me suben aún más los coloretes. Saca de la mochila que lleva colgada en la espalda un táper con cereales rellenos de leche...

- JODER, JODER, ERES MI DIOS, ERES MI SALVADOR... ¡¿QUÉ HARÍA YO SIN TI? – Y me lo como a besitos a la vez que le quito el rico manjar de sus manos.

- Espero que si tan dios tuyo soy... Compartas conmigo.

Y es ahí cuando ya no lo veo como a un Dios, lo veo como a mi mayor enemigo y le lanzo cuchillos con la mirada. ¿Quién se cree que es? Estará todo lo potente que quieras, pero oye, ¡mi comida es m-í-a y solo m-í-a! Ni aunque se me caigan las bragas al suelo cada vez que me mire tan fijamente le voy a dar lo que es mío.

- Mira guaperas, ni por todo el oro del mundo te daré de MIS cereales. – Le informo.

- Así que soy un guaperas eh...

- No quieras cambiar de tema. Ten muy, pero que muy, muy presente que lo tuyo es mío y lo mío sólo mío.

La cara con la que me está mirando es tan graciosa que no puedo reprimir la carcajada. De tanto que me río me duele la barriga y lagrimitas se me escapan de los ojos. Su cara era una mezcla de estar estreñido, flipando y sin entender nada. Desgraciadamente, la risa es mi peor enemiga porque se me han caigo los cereales, MIS CEREALES al suelo.

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, ¿POR QUÉ? ¡PORQUÉ ESTE MUNDO ES TAN CRUEL CONMIGO? ¡¿QUÉ HICE PARA MERECER ESTO?! – Me tiro al suelo donde se encuentran mis cerealitos esparcidos por el suelo y mi corazón se comprime.

- Eso te pasa por egoísta. – Tal como pronuncia las palabras me lanzo encima de él y lo tiro al suelo.

- ¿QUÉ HAS DICHO CHUPASANGRE?

- Que eso te pasa por no compartir.

Tomo sus muñecas y se las pongo por encima de la cabeza, me pongo a horcajadas sobre él y siseando las palabras muy cerca de su boca digo.

- Yo sí comparto, pero comparto lo que quiero, cuando quiero y como quiero.

- ¿Intentas asustarme chucho? – Me pregunta con rintintín.

Y en menos de dos segundos, Chris toma el control de la situación y ahora quien está apresada y sin poder mover un solo músculo soy yo.

- Ai lobita... Cuánto te queda por aprender.

Deja las palabras en el aire y se levanta como si nada, mientras yo tengo los pelos de punta, los nervios a flor de piel y las piernas como gelatina. Este hombre me va a matar como siga actuando así, tan espontáneo, tan sexual, tan "yo soy el amo y señor".

- ¿A qué esperas para levantarte lobita?

- A que caiga un árbol y te aplaste un pie chupasangre.


***

Aquí tenéis vuestra segunda parte... ¡¿Creeis que ya se acabó?! ¡Aún queda lo mejor!


El dolor de un rechazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora