Relato V: Protesta de una criatura atormentada

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Se entiende mediante el concepto «queja» un disgusto que se tiene por el modo en que actúan determinadas personas, grupos o sistemas. Uno podría quejarse, por ejemplo, del ruido que hacen los vecinos el domingo por la mañana. O bien, podría despotricar en contra de los sistemas de gobernanza modernos dominados por la corrupción y la ambición avariciosa, enferma. Precisamente, por eso estoy aquí. Necesito manifestarme en contra de algo que viene incomodándome en el alma tanto tiempo. Se siente como una pesa de acero que ha sido amarrada a mi corazón mediante una gruesa cadena. Esa pesa intenta aplicar todas las leyes de la gravedad para hacer que mi corazón se desprenda y caiga a un vacío negro y atemorizante.

Verás, el asunto es simple. La razón de mi resentimiento tiene raíces en una cosa muy sencilla, aunque a la vez dolorosa: tu desconsideración. Cada vez que te muestras indiferente a mis esfuerzos, cada vez que tu escepticismo se apodera de tu mente dócil. Duele, duele muchísimo y no te imaginas cuánto. ¡Tanto empeño que le pongo para que tú ni te inmutes! Eso desanima. Trabajar duro por algo y que nadie reconozca tu sacrifico es una sensación desagradable, frustrante. Dime, ¿alguna vez la has sentido?

Veo que no me comprendes aún. Tu cara me dice que algo no te cuadra. ¿Por qué miras así? Como si quisieras que me fuera de tu habitación. No, no. Escúchame primero.

¿Acaso crees que es fácil quedarme alrededor de tu casa todo el día? ¿Buscar el momento justo para entrar en un descuido, sin que me veas? Oh, por supuesto que no. Eso conlleva su trabajo. ¿Te imaginas lo difícil que es ocultarse tras la cortina del baño, dentro de los armarios o debajo de tu cama sin que te des cuenta mientras caminas tranquilo por la casa? Mover los muebles por la noche o hacer que las ventanas se cierren bruscamente sin razón aparente tampoco es tarea fácil. Requiere mucha experiencia y entrenamiento. ¿Mirarte fijamente mientras duermes y que, cuando te despiertes en mitad de la noche sin saber por qué, no logres verme? Oh, por Dios. Eso es lo más complicado.

Y todo ese trabajo, todas esas horas dedicadas a perfeccionar las tácticas de mi oficio, ¡¿para que tú solo te levantes y asegures que fue el viento?! ¡¿Acaso le ves manos al viento o cómo?! ¡No! ¡El viento no cambia de lugar tus cosas! ¡Tampoco te acaricia la brisa, ni son sus besos fríos los que sientes de madrugada! Pero qué tonterías crees. Todo eso es mi trabajo. Y soy alguien como tú, que siente y padece. Me indigna que no seas capaz de reconocer mi trabajo. «Es el viento», «debió ser un pajarito nocturno», «las casas siempre rechinan por la noche». ¡No, no y no!

He notado que pasas demasiado tiempo frente a esta pantalla. Por eso, he decidido dejarte este pequeño mensaje aquí. Aunque, ahora que sabes que te estoy observando desde algún lugar de esta estancia, quizás quieras conocerme. Adelante, ven. Búscame. Y si no me encuentras, solamente métete a la cama y cierra los ojos, duérmete. Deja un pie fuera de las cobijas. Cuando sientas un roce helado y escalofríos por tu cuerpo, despiértate y conversemos.

Quizás podemos llegar a buenos términos y no sea necesario utilizar el cuchillo que robé de tu cocina. No, ese cuchillo nunca se perdió, cariño. Simplemente me pareció bonito y lo tomé. Algo de propina ayuda a mantenerse motivado. Me pregunto cómo corta su hoja... ¿Será fina y elegante, como un pincel sobre los lienzos?, ¿o será grotesca, de heridas profundas y desiguales?

De cualquier forma, mejor descansa. Tu rostro se ve cansado. Yo estaré esperando, sea cual sea tu decisión. Mientras tanto, reacomodaré las cosas en tu refrigerador, ¿vale? Apuesto que nunca te habías fijado en que los alimentos y demás no están exactamente como los dejaste la última vez.

Muchas gracias por escucharme. Eres verdaderamente genial. Sí. Descansa, ojitos temerosos, buenas noches.

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Susurros a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora