Capitulo 1 - No hay forma de salir.

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Capitulo 1  

No hay forma de salir.

Estaba acostada en el colchón como solía hacer cada vez que no tenía nada que hacer y eso más o menos era siempre. Y es que cuando vives en un depósito de cuatro paredes de un tono gris pálido y asqueroso, no tienes muchas cosas que hacer.

Pero yo no estaba sola allí tendida en ese colchón, también había dos chicas conmigo.

Una de ellas, Mitch, leía un viejo libro que había encontrado en una caja detrás de nuestro cajón de ropa, y la otra, Jo, me estaba mirando.

Le gustaba decir que yo era hermosa, y por eso pasaba todo el tiempo que podía –y no teníamos nada que hacer –mirándome. Era algo incómodo al principio, y más si eres nueva, no conoces a nadie y solo quieres volver a casa. Pero después se volvió rutina, después sus ojos en mi rostro se convirtieron en una sensación familiar y no me molestaba. Ni un poco. El hecho de que dijera que yo era hermosa me era un poco desconcertante, recordaba un par de cosas de cuando vivía con mi familia, y una de esas es que yo no tenía un rostro tan fuera de lo común. Al menos comparado con el de ella, ella si era hermosa.

El tocó la puerta. Sabía que era él, las tres lo sabíamos porque nunca recibíamos otra visita que no sea de él. Mitch, aun así, se exaltó al escuchar el sonido del metal que nos separaba de la realidad.

Jo presionó mi cabeza con el colchón de una manera brusca.

—¿Qué estas...? —Empecé a decir.

—Shh. —Ella murmuró—. Finge que estas durmiendo.

—Pero no lo estoy, y recuerda que a él no le gusta las mentiras —susurre en voz muy baja, con mi corazón latiendo rápido por miedo.

—Confía en mí, tenemos un plan. Por favor Sky, haz lo que te digo. —Ella me dijo en tono enojado—. Voy a explicarte después.

No tenía idea de porque él había tocado en primer lugar. La puerta solo se podía abrir desde afuera, y si le dijéramos que no entrara, él lo haría de todas formas.

Yo tenía los ojos cerrados y estaba siendo asfixiada, prácticamente, por el colchón, así que moví la cabeza para tratar de respirar tranquila aun con los latidos de mi corazón golpeando mi caja torácica a gran velocidad. Escuché unos pasos acercarse hacia nosotras y luego se detuvo. Sentí una mano áspera y caliente en mi pierna subiendo hasta mi muslo de poco a poco. El aire se había escapado de mis pulmones por completo.

—Déjala —dijo la voz de Mitch—. Todavía no, por favor.

—Tú no puedes decirme cuando es tiempo. —Su voz rasposa respondió.

—Cariño, ella está durmiendo, deja que Mitch vaya contigo —dijo Jo, y aunque no la estaba viendo, juraría que estaba sonriendo, aunque ella nunca hacía eso.

—La próxima vez, si será su turno. ¿De acuerdo, Sky? —dijo palmeando mi muslo y luego apretándolo con sus dedos.

Supe que él sabía que yo estaba despierta, y me asuste por haber fingido.

Mitch besó mi cabeza, y nos dijo adiós en susurro cansado y débil. Me sentí culpable porque yo sabía que a ella no le gustaba irse con él.

De las tres, Jo tenía más tiempo ahí. Ella nos contó que lo conoció a los trece años, cuando sus padres murieron en un accidente y él la saco de la casa adoptiva donde se había quedado. Desde ese entonces había vivido doce años en el depósito. Ella no era tan abierta con nosotras, pero yo sabía que dentro, muy dentro de ella, había una niña dulce con sentimientos atrapada en ese caparazón que usaba para protegerse.

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