Capitulo 20: La niña que desapareció.

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Capitulo 20: La niña que desapareció.




—Estamos listos.

—¿Lo estamos?

—Si.

—Creo que voy a vomitar —dije volviendo al baño otra vez.

—Ella está bien Sean, —Escuché a Daisy decir en la sala—, todo saldrá bien, ella solo está nerviosa.

—Lo sé, pero...

—Además, si yo fuera tú estaría más preocupado por cual será mi venganza por no haberme dicho antes todo lo que estaba ocurriendo.

Era temprano en la mañana y Sean se comunicó con Daisy para que nos ayudara a buscar a mis padres o a hablar de nuevo con la policía. Los nervios se habían apoderado de mí en todo la mañana, y daba vueltas sin sentido por todas partes.

Cuando volví del baño, tomé mi abrigo de la mesa.

—Creo que ya estoy bien —dije regresando a la sala.

—Entonces, coge algo de comer porque vamos a conducir mucho —me dijo Sean, pasando sus manos por mis brazos de arriba hacia abajo.

—¿En serio? —Lo miré a los ojos.

—La antigua casa de tus padres está lejos, y Daisy conduce lento.

—¿Por qué no manejas tú...?, —preguntó fingiendo que estaba enojada—, a verdad, —chasqueó los dedos—, no le quieres quitar a Skyler las manos de encima.

Sean sonrió y yo me ruboricé como niña, tratando de ignorarle.

Daisy detuvo el auto por quinta vez, llevábamos conduciendo en esa ciudad por más de cinco horas.

—¿Y ahora qué? —Le preguntó Sean a Daisy.

—¿Han revisado el mapa? —me preguntó a mi detrás, y luego miró al lado, en el asiento del copiloto, para ver a Sean.

—¿Qué dice aquel letrero? —pregunté yo.

—Dice: "Calle Mirasol" —respondió Daisy entrecerrando los ojos para verlo.

—¡Ah! —grito Sean con el dedo apuntando al mapa—, estamos en este punto del mapa. Ya estamos en Solusa, el lugar desde donde se hizo la denuncia de desaparecida.

Sentí que mi estómago se encogió, y que todo se iba a caer de pronto. —Bien —dije—, ¿Entonces, cual era mi casa?

Porque era sorprendente qué tanto podía cambiar una ciudad en cuatro años.

—Solusa es un vecindario más o menos pequeño, así que todos se deben conocer entre sí, ¿bien?

—No lo sé Daisy, no tenemos el número de la casa, y hay unas cientos —Sean concertó.

—Tengo una idea —se apeó del auto sin decir nada más y entró a una pequeña tienda.

Cuando yo y Sean nos apeamos, y la alcanzamos, Daisy ya estaba hablando con el dueño.

—¿Y sabe quiénes son los Milton?

—Hmm. —dudó unos segundos—. La verdadera pregunta es quién no los conoce por aquí.

—¿Qué me puede decir de ellos? —preguntó.

Sean y yo nos habíamos empezado a acercar, el hombre levantó sus ojos de Daisy y nos miró a los dos.

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