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Suelo referirme a los padres de Sofía como tíos porque me han visto crecer al lado de su hija. No obstante, siento que estoy abusando de su hospitalidad cuando, después de una semana, siguen repitiendo lo mucho que les gusta que viva en su casa.
Los adultos y yo no solemos congeniar muy bien. No estoy diciendo que sea una adolescente, pero creo que mi madre tiene razón y jamás maduré. No quiero hacer algo que termine enojando a mis tíos.
Por las mañanas acompaño a Sofía al trabajo y por las noches me voy al bar. Es la rutina, sobrevivo cada día repasando mi itinerario, y cuando siento que el corazón se oprime procuro ocuparme haciendo algo.
Ya he visto a Minerva y Dimas besarse, pero fue por accidente y creo que no sabían que estaba ahí. Entré de improviso a la habitación donde dejan sus instrumentos, ahora el camerino oficial, y estaban besándose con demasiada pasión para percatarse de mi presencia. No me dolió, tengo los sentidos entumecidos, y todo fue frío. Sólo salí y continué atendiendo las mesas.
La espléndida sonrisa que luzco, de principio a fin de la jornada, me está dejando propinas exorbitantes y Karina ha intentado hacer lo mismo sin resultados. Es como si a las personas les agradaras más cuando perciben lo miserable que eres y yo necesito esas propinas para rentar otro departamento, todos ganamos.
Por irónico que sea, León ha sido un gran apoyo y ni lo sabe. Me llama por teléfono todos los días para platicar y le aconsejo cómo manejar el temperamental carácter de su esposa, muy parecido al de Minerva. León se ha enamorado de Marina, fue lento y no está seguro de cómo pasó, pero me alegra saber que no a todos les va tan mal.
—¿No has pensado en una casa?
Sofía me enseña, en la pantalla de su iPad, una preciosa casa de dos pisos que están rentando muy cerca de donde ella vive.
—¿Y cuánto cuesta la renta?
—A ver... —dice pasando los dedos sobre el aparato—. Siete mil...
—¿Piden contrato, mes adelantado y el pago del abogado?
—Sí, exacto.
—O sea que tendría que pagar veintiún mil pesos el primer mes —medito—. ¿No hay algo por ahí que no pase de tres mil pesos?
Es chistoso que estemos en la cafetería, después de que me rompieran el corazón, y a punto de elegir un departamento... Parece un déjà vu o una broma de mal gusto.
—Si quieres vivir en una pocilga —sisea y bebe de su café.
Tenemos definiciones muy diferentes sobre lo que es una pocilga, pero no la contradigo.
Ella continúa en el iPad hablando sobre la importancia de encontrar la casa adecuada, pues no quiere que viva en un departamento. Al final elegiré algo que se adecue a mis ingresos, así que la dejo divertirse con las páginas de internet sobre bienes y raíces.
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La Melodía de Aura 1 - Preludio
RomanceAura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Esa noche observó a Dimas partir, a su mejor amigo, la única persona que amaba. Los años pasaron, Dimas no quiso volver a hablar con ella...