36 - Carreras de autos

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La situación fue incomoda cuando encontré al enamoradito de mi mejor amigo Max en su casa. Ángel era un adolescente un grado menor al nuestro: inteligente, fina figura y cara bonita. Hermano menor de la mejor amiga de Luna, hermana de Max; por eso mi mejor amigo y Ángel se conocían desde hacía mucho tiempo, pero su relación cambió cuando Ángel le propuso a Max iniciar una relación fuera de juicio: Ser enamorados.

No podía entenderlo...

Max me revolvió los cabellos con brusquedad después de conectar el video juego.

—Estás es la luna—Max me dijo sentándose a mi lado.

Ángel se mantuvo de pie a una cierta distancia. Su mirada era cortante fuera de la vista de Max, pero risueña cuando él lo miraba. Su expresión de niño bueno se ensombrecía cada vez que la amabilidad y atención de Max eran para mí... Su mirada era como el de las niñas enamoradas cuando se crispaban con la intensión de ahuyentar a sus rivales.

—Juega con Caramel—Max le propuso extendiéndole el mando del videojuego.

—No, mejor juega tú. Prefiero mirar para ver como es. Nunca he jugado ese videojuego.

—Los juegos de estrategia son complicados—. Max se puso de pie, agarró su estuche de discos, rebuscó entre todos, sacó uno y lo puso en el reproductor de videojuegos—. Caramel, seamos buenos con Ángel, este clásico de autos es divertido.

No reclamé. El nuevo juego que quise jugar Max fue dejado de lado. Estaba bien ser amable con Ángel, porque él no sabía jugar videojuegos de estrategia y por eso era probable que no lo iba a entender... estaba bien ser amable... pero la amabilidad de Max con Ángel me dolió mucho.

—Tampoco he jugado ese juego, Max.

—No te preocupes, Ángel, obsérvanos.

Ángel se mantuvo al margen. Max y yo jugamos una partida tras otra. Era un clásico divertido, un tanto complicado para Max, pero fácil de ganar para mí. Mientras jugábamos, nuestras voces resonaban en la sala de la casa. El prolongado silencio de Ángel me hizo creer que solo Max me acompañaba, que éramos los únicos, como debió de ser desde el momento que toqué su puerta, pero...

—Dejaste que Max gane—escuché...

Ángel interrumpió la celebración de Max cuando ganó después de que yo decidiera dejarle la victoria. Me sobresalté, Ángel se había dado cuenta.

—No seas bueno conmigo, Caramel —Max me dijo iniciando otra carrera—. Sé cruel, no me tengas piedad.

—No te tendré piedad— respondí sin mirarlo.

El auto de Max dio brincos, volteretas; se chocó con barriles y señaléticas de tránsito. Decidió no cargar su tanque de gasolina para ganar tiempo y debido a eso se quedó varado en medio de la carretera sin poder avanzar por falta de petróleo. Los autos lo golpearon hasta que el juego terminó. Su derrota fue indiscutible.

Max jugueteo con mis cabellos sin delicadeza y sonrió.

—Caramel, qué cruel eres conmigo. Al menos debiste empujarme hasta hacerme llegar al grifo.

—Dijiste que sea cruel.

— Que obediente, Caramel. Pero después de todo, aunque pierda, jugar con Caramel nunca dejará de ser divertido... aunque es más divertido cuando me dejas ganar.

—No te dejo ganar, es solo que.... a veces me distraigo.

—Pensando en mí.

—No —reclamé.

Qué situación tan incómoda... Ángel debió sentirse al margen de todo. Como reclamo, se puso de pie y extendió su mano en dirección al mando de Max.

—Quiero jugar, Max. Ya entendí el juego, creo poder ganar.

—Vamos a ver qué tal te va —Max le dio el mando—. Caramel, se bueno con Ángel, no olvides que él recién juega este juego.

Jugaría con Ángel un juego que compartí con mi mejor amigo por muchos años. Ángel Recién lo jugaría por primera vez, pero no por eso le iba a dejar el camino fácil. Si deseaba obtener la victoria, tenía que esmerarse para dejarme de lado... y eso no se lo permitiría.

—Voy a ganar —dijo estirando sus brazos mirando a Max—. ¿Estás de mi lado? Somos un equipo, Max, ganaré por ti.

—Somos un equipo —le respondió—. Caramel vale por cinco jugadores y nosotros somos dos.

Mis nervios se crisparon. Reseteé el juego...

—Juguemos —dije con mi mirada clavada en la pantalla.

El enfrentamiento inició. No dude en pasar uno, dos, tres, todos los autos que se interpusieron en mi camino. Recorrí la carretera sin baches ni tropiezos hasta cruzar la meta en primer puesto. Por el contrario, el auto de Ángel se quedó varado en el camino a poca distancia de la meta. Se había quedado sin combustible.

—Otra vuelta —dijo sin mostrar desánimo.

Nuevamente, mi auto recorrió la carretera sin problemas. A diferencia de la primera vez, no necesité concentrarme, porque Ángel recién se estaba adecuando al juego. Mi auto quedó en primer puesto y su auto en tercero.

—Otra vuelta —volvió a decir.

En número de errores de Ángel al controlar el auto fue disminuyendo: No sufrió choques, no se descuidó en cargar su tanque de petróleo y su velocidad fue buena. No me concentré, porque no creí que fuera capaz de seguir a mi auto tan de cerca.

—Otra vuelta —insistió—. En la próxima ganaré, ya lo verás Max— le dijo con una sonrisa.

Volvimos a jugar. Su auto iba justo atrás del mío en todo momento. El más mínimo error podía causar un drástico cambio de puestos entre nuestros autos. Casi no respiraba ni pestañeaba. "Que serio, Caramel", escuché la voz de Max. Me sobresalté. Mi auto apenas dio un mal giro, un movimiento innecesario que me dejó en segundo puesto, a poca distancia del auto de Ángel, el cual cruzó la meta a solo unas milésimas de segundos delante de mi auto blanco.

Ángel se puso de pie y levantó sus brazos en son de victoria. "¡Ganamos, Max, ganamos!" dijo con alegría sin dejar de mirarlo. "Bien hecho", le respondió chocando sus palmas con las de Ángel.

No valía la pena. Era solo un tonto juego... uno que compartí con Max por tanto tiempo. Nunca importó el juego, porque él siempre sonrió para mí sin importar las veces que perdía o ganaba... Su alegría siempre había sido solo para mí... pero en ese momento era para Ángel.

—Fue muy intenso —Max dijo mirándome.

Mi estómago dio vuelcos...

—Otra vez —dije... No me volvería a desconcentrar.

—No, ya no quiero —Ángel se negó—. Max, mejor juega tú.

—Voy a ganarle a Caramel —Max aceptó el mando de la mano de Ángel.

Max reinicio el juego, eligió su auto y se alistó para empezar. Los autos cruzaron la partida, pero el mío se mantuvo quieto. No quise continuar. Sin decir nada, me puse de pie y salí de la sala.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora