Los días comenzaron a pasar lentos desde que me diagnosticaron la enfermedad que me aisló de mi vida normal. Al principio me asusté mucho, pero supe sobrellevarlo gracias a mis amigos, porque ellos siempre me daban ánimos en los mensajitos que me enviaban y en las conversaciones que teníamos por internet.
Los días comenzaron a pasar lentos, pero el apoyo de mi amiga Cristal me hizo olvidar el tiempo. Ella siempre venía a casa, pero mamá no la dejaba entrar en mi habitación para evitar que se contagie de mi enfermedad. Siempre le agradecía a Cristal la paciencia de venir para animarme a continuar adelante y por hacerme sentir acompañada.
Cristal siempre venía a mi casa, incluso se matriculó en un instituto de inglés cercano para aprovechar el tiempo. Siempre venía, siempre me llamaba, siempre me acompañaba aunque no estábamos juntas; pero un se ausentó sin ni siquiera excusarse con una llamada o mensaje de texto. La llamé, pero no respondió; la volví a llamar, no volvió a contestarme; la llamé con insistencia, pero a pesar de eso ella nunca respondió ninguna de mis llamadas.
Sentí una fuerte presión dentro de mi cuerpo. Mamá no me habló durante todo la noche, no me dijo nada, se mantuvo en silencio a pesar de parecerme que ella tenía que decirme algo importante.
Al día siguiente traté de intentar comunicarme con Cristal, pero volvió a ignorar mis llamadas. Mamá venía a mi habitación, me miraba y luego se iba. Su comportamiento me angustio mucho. Algo malo pasaba, ella lo sabía, pero no tenía el valor de decirme.
A pesar de sentirme encerrada en mi habitación, supe sobrellevarlo con diferentes actividades y tareas que Cristal me traía. Dejé de tener tareas, porque las que me trajo ya las había hecho. Estaban sobre mi escritorio abandonados. La habitación se hizo pequeña, muy pequeña cada que pasaba una hora sin saber porque Cristal me dejó de mandar mensajes como siempre lo hacía.
Me parece frente a mi puerta, giré la perilla y caminé por el pasillo hasta llegar al despacho de mamá. Ella se puso de pie de inmediato. Mama quiso callar para no afectar mi estado de ánimo que fui recuperando día a día. Ella tenía miedo que me sumergiera en la pena hasta hundirme en una profunda depresión imposible de superar. Mamá decidió romper su silencio, y aunque habló con temor, supo que fue lo mejor, porque nunca le hubiese perdonado su silencio.
No hice nada. Me mantuve ausente después de creer que la única manera de apoyas a Cristal era escuchándola en silencio. Su alegría me engaño después de llorar desconsolada por el desamor que sufrió.
Cristal llegó a casa una noche como siempre. Mamá la atendió, y aunque pensé que iba a irse pronto, entró a casa. Mamá le dio una mascarilla y la dejó entrar en mi habitación.
Me alegró mucho verla, aunque también me preocupé por su salud a pesar de la mascarilla. Cristal se quitó la máscara cuando mamá nos dejó a solas, y a pesar de mis regaños, ella no volvió a ponérsela.
"No quiero, está máscara es absurda, no me va a pesar nada. Siempre hemos estado juntas y no me contagiaste.", Cristal se acercó a mí y deslizó sus manos por ambos lados de mi cabeza. Ella me quito la mascarilla. "No hagas eso", le reclamé, pero no pude hacer nada.
"Somos amigas, quiero verte la cara sin esa mascarilla tan fea", cristal me dijo.
"También estoy harta de utilizar esta mascarilla cuando tengo que hablar con alguien, pero es necesario para no contagiar a nadie", dije.
Desde que Cristal llegó a mi casa me causo la impresión de que ella no estaba bien. No se sentía su desbordante de alegría, más bien una calma triste que nunca me había mostrado desde que la conocí en segundo año de la secundaria.
El silencio extraño de Cristal hizo que sintiera un nudo en la garganta. Tuve miedo de preguntarle qué estaba pasando. Creí que no iba a ser capaz de ayudarla, porque ella era la que me animaba cada día.
"Cristal, qué pasa, ¿te sientes mal?, ¿acaso de contagie?
"No, no es nada de eso, no me has contagiado, y si lo hubieses hecho, no me importaría.
"Entonces, cuéntame lo que quieras, yo te voy a escuchar."
"Es sobre Caramel, Clara, Caramel y yo terminamos", me dijo de golpe, "Caramel no me quiere a mí", agregó con una voz tan dolorosa que me provocó muchas ganas de llorar.
"Terminamos", me dijo; terminaron varias semanas atrás sin que yo lo supera. Se mantuvo callada todo ese tiempo. No lo noté, no me di cuenta a pesar de ser su amiga. Todo ese tiempo mi única preocupación fue mi enfermedad, por eso no noté la tristeza que supo ocultar con sonrisas creíbles, aunque con una verdad dolorosa.
Lloré junto a ella, lloré inconsolable cuando sus ojos se empañaron con intensidad. Me dolió mucho que mi amiga fuerte se quebrara con tanto dolor. Las esperanzas se le desvanecieron con el pasar de los días, y cuando sintió que sus sentimientos volverían a reponerse, se volvió a quebrar cuando comprendió que todo había terminado entre ellos dos. Cristal amaba la sonrisa cálida de Caramel, pero desde ese día se volvieron frías e hirientes.
Cristal se despidió de mí después de reponer su estado de ánimo. Ella no solo se preocupó en recuperar su sonrisa, sino también la mía, ya que verla tan triste me afligió mucho. Hablé con ella por internet apenas llegó a su casa. Conversamos hasta pasada la media noche. Su sonrisa me engaño, me hizo creer que ella estaba bien. Me deje encañar como la más tonta de todas.
"Fue un accidente", me dijo mamá mientras trataba de consolarme en la puerta de la casa que nunca crucé, porque nunca la iba a encontrar en ninguna parte de su casa, en ninguna parte del colegio, en ninguna parte del mundo.
No entendí porque mi mejor amiga sufrió un accidente que mamá no quiso detallar. "Como, mamá, qué paso", le pregunté una y otra vez para tratar de convencerme como había sido posible que desapareciera.
"Un accidente", no pude creer que su perdida fue causada por un accidente. Yo la vi llorar como nunca nadie hubiese sido capaz de creer, y después ella sufrió un accidente que ningún adulto me podía explicar.
Me dolió mucho. Mis ojos se empapaban cada vez que la recordaba con su alegría desbordante. Era la única manera que deseaba recordarla por siempre, por eso no fui a su casa a despedirla. No quería verla rodeada de flores fúnebres, no quería verla dentro de un féretro con su rostro pálido sin su bello color natural.
Una mañana, varios días después de su desaparición, me levanté de mi cama, fui a mi tocador y saqué todos mis maquillajes que abandoné desde que me enteré de mi enfermedad. Maquillé mi rostro rojo e hinchado de tanto llorar, me cepillé el cabello y me puse un vestido casual muy bonito. Traté de sonreír natural a pesar de mi expresión desastrosa.
"Voy a ser fuerte, Cristal, voy a sonreír", dije conla esperanza de que se sintiera orgullosa de mi en cualquier parte del cielo.
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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|
JugendliteraturCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...